Clausura del año Tomás Luis de Victoria

Para clausurar este año Tomás Luis de Victoria la Fundación Don Juan de Borbón ha traído a Segovia a La Capilla Real de Madrid, un ejemplar coro acompañado de un adecuado grupo instrumental de sacabuche, a cargo de Elies Hernandis, corneto, a cargo de Daniel Bernaza, órgano a cargo de Patricia Mora, bajón a cargo de Merixell Ferrer y tiorba a cargo de Quito Gato.

El programa estuvo formado por la misa «O Quam gloriosum est regnum», resultado de la ampliación de un motete del mismo nombre hasta la forma de una misa completa, práctica habitual entre sus misas, y una segunda parte, que reunía cuatro motetes con dedicatorias a la Virgen María.

En la misa, y en su Credo, es de resaltar la importancia dada por Victoria al «et incarnatus est».

Para los que seguimos la música del músico abulense y máximo exponente de la polifonía religiosa entre el renacimiento y el barroco, ha sido una muy buena ocasión para disfrutar de un concierto muy bien preparado por esta ejemplar formación. Lucieron una buena afinación, tanto en las obras a cuatro voces como en los tres motetes a ocho voces distribuidas en doble coro, resaltando su riqueza rítmica y

tímbrica.

Fue ejemplar también la seguridad y la ductilidad de los cantantes entre las distintas distribuciones vocales, así como la riqueza de matices.

En la música de Victoria resalta su disposición entera al fin litúrgico y su completa adaptación de la música al texto, los cantantes ejercen su arte desde una tranquilidad intrínseca y su dicción nos llega clara, dando un matiz espiritual profundo y basado todo ello en una dirección atenta y conocedora del paño que maneja. La obra está inspirada en un misticismo muy castellano, aunque se reconozca un gran conocimiento de todas las técnicas de su momento, aprendidas en su estancia en Roma y el cuidado de la partitura llega a vislumbrarse en su limpieza a través de un repaso de muchas veces hasta dar una obra redonda.

De los cuatro motetes habría que resaltarlos todos, «Ave María, Salve Regina y el excelente Magnificat, todos a ocho voces con acompañamiento del grupo instrumental al completo, y el «Ne timeas María» a solo, a cargo de la soprano Inma Férez, órgano y tiorba.

Como bis nos ofrecieron el final del Salve Regina. Fue un ejemplar concierto mariano, muy apropiado para el tiempo navideño del que disfrutamos, donde la mística y la sonoridad se fundieron en un abrazo de paz y belleza, como pocos podríamos esperar.