
Carlos Zanón, autor de 100 formas de romper un glaciar charla y uno de los ponentes de Hay Festival charla con El Adelantado sobre su vida, su obra, y los Stones.
Carlos Zanón, naciste en Barcelona en el 66. ¿De qué barrio eras?
Del Guinardó, cerca de Horta.
Y te pregunto esto porque se nota mucho la escuela de la calle en tus libros, los barrios chungos, las noches oscuras… ¿Tú viviste una infancia así? ¿Vienes de un barrio difícil?
No, vengo de un barrio obrero, de clase media a baja, pero no era un barrio especialmente conflictivo. Lo que pasa es que, a medida que me estoy haciendo mayor, sí que hubo hay una especie de decadencia.
¿Cómo era ser poeta con 20 años en tu barrio?
Bueno, supongo que igual de feliz que en cualquier otro barrio. O sea, ser el poeta tenía ese punto. La poesía es el canal más directo cuando eres adolescente para canalizar las emociones. Y sobre todo tenía mucho que ver con las canciones. Para mí estaba muy relacionado. O sea, para mí la música que me gustaba eran poesías, eran los poetas, de cierta manera ahí tenías un poco de refugio.
¿Qué música te gustaba?
Bueno, me gustaba, por ejemplo, Lou Reed, Bowie, los Stones… Y luego, por ejemplo, me gustó mucho a nivel de letra, El último de la fila. Radio Futura, eran grandes letristas, Sabino Méndez, también.
Eres poeta, novelista, crítico, columnista… ¿Fueron golpes de azar o te gusta vivir al límite?
Bueno, en realidad me gusta escribir de todo y me gusta meterme en líos (ríe). Me gusta la sensación de riesgo, de no saber qué vas a escribir, o cómo valorar un libro. Pero sí que es verdad que hay mucho de azar, de estar en el momento preciso en el lugar adecuado. Es cierto que a veces tiene un componente de casualidad y azar.
¿Cómo llevas el ser crítico siendo tú también artista?
Es un debate, pero en el mundo anglosajón tampoco es tan extraño. Yo sé lo que cuesta hacer un libro y sé la dedicación que pones. Y a veces cuando tienes que hacer una crítica o hacer una valoración que no es positiva, sé lo doloroso que es. Pero, por otro lado, yo creo mucho en el valor de la crítica, como un género, el tratar de entender al autor más que decir que algo entretiene o no. Se trata de ver los mecanismos del reloj y es lo que intento con lo que yo sé como creador.
¿Hay alguna crítica que te hayan hecho a ti que hayas dicho “esto ha sido muy duro” o al revés, que te haya llenado el corazón?
Ha habido muchas más que me han llenado el corazón. Lo que pasa es que a veces las críticas son tan elogiosas… No he tenido muchas críticas malas, pero sí recuerdo una hecha a mala leche , eso sí, porque una cosa es una crítica mala, porque todos los libros están llenos de imperfecciones y luego hay otras que dices no, mira, ya sabía yo que a este señor o a esta señora le caía mal.
¿Cómo llega la novela negra a tu vida?
Bueno, pues es un poco de casualidad. Yo llevaba mucho tiempo intentando trabajar la narrativa, tenía dos novelas que no las habían querido en ninguna editorial, estaba en una tercera y pensé un poco en salir del exceso de cascabel de la poesía y en la primera escena, puse a un amigo matando a otro. Mi idea era hacer una novela de barrio, una novela de un momento muy determinado en un barrio, cuando se empiezan a transformar, que era la excusa de la violencia. Lo que pasa es que yo desconocía que eso te metía en un el territorio de la novela negra.
¿Qué sientes cuando te comparan con Jim Thompson?
Bueno eso fue Lorenzo Silvia que siempre es muy amable. Me parece un elogio desmesurado, lo que hablábamos antes, que Jim Thompson es un autor superlativo que he leído, evidentemente, mucho. Sé que Lorenzo lo decía por el trato de los personajes, porque realmente en las novelas que yo he hecho, los personajes son como materiales de desguace. Gente con vidas pequeñas que en un momento determinado se ven en una situación que les sobrepasa y un poco a poco parecido los personajes de Jim Thomsom, pero yo creo que las semejanzas, para desgracia mía acaban hay.
En 100 formas de romper un glaciar, tu último libro se lee el salón más interno, más reflexivo, casi te has abierto en canal.
Cuando me ofrecieron el trabajo de columnista, sí que tuve claro que no era periodista y que me faltaba ese olfato de ver cosas de la realidad y de ver las noticias. Por lo tanto, trabajé las columnas como pequeños formatos literarios y eso me permitía ir a lo personal o a lo contemplativo y jugar con diferentes registros. Pero sí, yo creo que hay un mapa más personal que en una novela. Obviamente, en una novela hubiera dicho “bueno, esto no tiene ningún interés como trama”. Sin embargo, en la columna, es un formato que es mucho más rápido y ahí sí que puede ser.
¿Es todo verdad?
Bueno, casi todo. Creo que en la literatura funcionan esos recuerdos inventados y de una realidad distorsionada. Hay cosas que claramente no lo son y que sirven para explicar algo o para redondear una serie y cosas que sí, cosas que están sacadas de la vivencia o de cómo las recuerdas, que es una manera también de mentir.
Hay una ejercicio en psicología que consiste en escribir lo que te pasa porque a veces al leerlo en un papel, descubres cosas que en la cabeza no percibes ¿Te ha pasado esto con el libro?
Sí, en cierta manera. Lo que pasa es que, escribir es una manera de ordenarte. Y eso también pasa por intentar transcribir los recuerdos, que los ordenas, los distribuyes y los ves de otra manera. Y a veces lo que pasa es que escribiendo te tropiezas con la verdad, con una revelación que tú mismo desconocías. Y eso es un aspecto que me gusta mucho de escribir así.
¿Has buscado esa revelación desde aquel Zanón con 20 años que escribía poemas o te lo has encontrado ahora?
Sí, yo creo que siempre siempre está. Quizás, cuando empiezas a ser muy mimético, realmente está muy claro a quién estás copiando, pero hay un momento en el que encuentras una voz propia y trabajas ahí. Yo opino que todos los escritores tenemos una serie de fantasmas que vamos repitiendo de alguna manera, porque es lo que tratamos de resolver.
¿Cómo ha sido hablar de tus padres o de tu hijo?
Bueno, divertido, la verdad. Divertido a veces… en el caso de mi padre, pues más difícil porque la relación era más complicada. Pero bueno, no sé, yo creo que también es un territorio de lo literario, ¿no? El tratar de entender las cosas y de afrontar con valentía quién eres. Eso es un plus que puedes añadir a un texto.
¿Y con tu madre?
Más, más divertido, mucho más. Le he hecho como medio personaje y a las amigas también ¡Es como una gloria local!
¿Te han contado algo de su aparición?
No, de vez en cuando la gente se suele molestar por tonterías. Me acuerdo una vez que mi madre, que a veces lee los artículos – en los que he dicho barbaridades- se molestó porque dije que cuando éramos pequeños no teníamos lavadora e íbamos con la ropa sucia a casa de mi prima a lavarla, ¡Lo cual era verdad! Pero eso le molestó mucho porque era como reconocer una pobreza extrema. Jamás pensé que se iba a molestar por eso. Pero bueno, se molestó.
Siempre un comentario afilado, acertado… ¿De dónde sacas todo esto? ¿Vives escudriñando el mundo?
No, supongo que después de tantos años vas afinando un poco la manera de mirar, la manera de escribir. Los artículos tienen mucho de poesía para mí. La verdad es que si lo piensas es un oficio y yo llevo ya muchos años en él. Acabas teniendo una manera de hacer las cosas.
Te imagino sentado en un parque viendo la vida pasar y luego todo eso sacándolo para un artículo ¿Haces ese tipo de ejercicios?
No, no, no, no. Y creo que se deben hacer. La realidad es que te sientas más cómodo delante del ordenador, vas buscando cosas y piensas lo que has hecho durante el día o lo que te ha pasado… También por escribir una columna semanal tienes el músculo más afilado. Yo me acuerdo que hasta la pandemia yo dudo que me hubiera sentado en un banco o en un parque, pero en cuanto nos dejaron salir un poco, me acuerdo que veías a la gente sentándose en parques y decíamos “joder, qué lujazo esto, estar aquí en este río, pasando el rato”. Bueno, te das cuenta de que ahí ha pasado algo, tienes ahí el olfato preparado para eso.
¿Buscas que te pasen cosas para poder escribir?
Sí, sí, sí, eso sí. Eso acaba siendo un defecto, una malformación, buscas que te pasen cosas para poder escribir de ellas. Te vas probando en cosas, no sabes quién eres de esta manera…
Cuéntanos alguna…
Vivir solo, por ejemplo, es una experiencia. O viajar, por ejemplo, viajar solo, entrar en una tienda y darle conversación al dependiente, que siempre tenemos todos tanta prisa que nunca lo hacemos. Tienes que forzarte a veces a que te pasen cosas.
Los periodistas nos acostumbramos a vivir con la presión del tiempo. ¿Cómo lleva esto alguien que empezó en la poesía y que luego ha escrito novela?
Te sirve de acicate. Es como los caracteres que acabas diciendo lo mismo con menos palabras y queda mejor. Y lo del tiempo, a mí a veces que hecho ambiente, que salgo a la calle, a escribir sobre una manifestación, sales sabiendo que no tienes nada, pero que tienes que estar ahí con las orejas y los ojos abiertos para alcanzar algo al vuelo y poderlo entregar a tiempo. Pero bueno, siempre sale. Debe haber pocos columnistas que escriban al periódico y digan “Oiga, déle de la vez a otro porque estoy en blanco”. O sea, de alguna manera acaba saliendo y acaba saliendo a tiempo.
¿Trabajas mejor bajo presión?
No, no, no, pero puedo trabajar. Trabajo bien de las dos maneras. Tampoco, cuando tengo que escribir una novela me ensimismo mucho. Yo tengo mis propios plazos, en el sentido de que me interesa acabar las cosas y empezar proyectos nuevos.
¿Cómo es el proceso desde que escribes un artículo hasta que finalmente das el visto bueno y mucho ejercicio de corrección?
Bueno, sí, lo leo varias veces, o sea, cinco, seis, siete veces. A veces lo entrego y luego lo vuelvo a leer, les llamo y le cambio esto, le cambio lo otro. Sí, sí, cada vez afinas más, pero sí, si le das vueltas, a veces repites palabras, no te das cuenta y lo ves ahí en el periódico y te matarías. Pero sí, más o menos es el sistema.
¿Confías en mucha gente para pasarle lo que escribes?
Bueno, sí, tienes como dos o tres lectores siempre, para que te den el okey o al menos que te den su impresión. Y eso es al margen de lectores profesionales, puede ser tu pareja o un amigo que te llevan leyendo años y entonces más o menos te interesa saber cosas de ese lector, si funciona, si no funciona, si es verosímil. No tanto cosas muy profesionales, sino cosas más de lector.
¿Quiénes son tus lectores de confianza?
Mi pareja y tengo un amigo de toda la vida que me lee desde el principio, desde antes de publicar.
¿De qué te cuesta escribir?
Bueno, me cuesta entender el mundo ahora y no… Estoy en un momento en el que a veces hablar de lo tuyo es como muy viejuno e intentar hablar de lo que está pasando ahora a nivel social o a nivel sociológico tiene algo de impostado. Esa parte yo creo que me cuesta. Y luego, siempre hay un trabajo, hay personajes que te cuestan más que otros.
¿Porque dices que escribir de lo tuyo es viejuno?
Bueno, porque proviene de un mundo, o sea, en realidad, un escritor se forma en la niñez. Es decir, Ana María Matute decía que a partir de los siete o nueve años nada de lo que pasa que realmente es importante en la vida de un escritor. Te mueves en un mundo con unos valores, con unos clichés, con unas relaciones y las estás transportando. Y tú la vas a estar exportando, entonces te das cuenta de que bueno… de que igual eso no era tan así… También te nutres de lecturas, de películas…Yo cuando empecé a escribir, vi Taxi driver en vídeo y me flipó, pero también era el año 70 o sea, hace doscientos años de eso [en tono irónico]. Entonces, tú puedes escribir un personaje parecido a Travis o un mundo así pero para un lector de 30 años, eso es como si cuando yo te tenía 30 años yo leyera algo parecido a Carlos Gardel.
¿Eres muy nostálgico?
Yo creo que no. No participo de eso, de que cualquier tiempo pasado era mejor, era absoluto. No sé, quizás soy más melancólico que no nostálgico, pero quiero pensar que lo mejor está por llegar y que vivimos en un mundo cada vez mejor.+
Hemos hablado de lo que te costaba escribir, de música, desde luego. Tienes varios libros, Bee Gees: La importancia de ser un grupo pop y De Ville: El hombre a quien Rosita robó el televisor. También tienes, Yo fui Jonny Thunders, que habla bastante de música. ¿Tienes una playlist para escribir?
Sí, La verdad es que, ya te lo he dicho desde el principio, fue muy importante la música, porque para mí estaba muy entrelazado con la poesía y es una parte de educación que tienes y me sirve también a veces para pillar el tono de lo que escribo y realmente me sigue emocionando. Son muchos años y aún me sigue emocionando la música y eso no quiero perderlo. Tampoco quiero que acabe siendo un cliché, porque ya hay mucha gente que hace esas cosas. Pero bueno, para mí es muy importante y lo hago de manera muy, muy, muy sincera.
¿Tu primera playlist fue escrita en un cassette?
Sí, exactamente. No se llama playlist en esa época eso sí [ríe]
¿Que suena ahora en esa playlist?
Este verano me ha gustado mucho, Taylor Swift, por ejemplo, que no es nada de mi generación, pero la verdad es que tiene canciones super buenas. Y ayer me harté escuchar la canción de los Stones, que soy muy fan y llevaba muchos años sin sacar nada y tampoco es que sea una canción excepcional, pero bueno, siempre te gusta mucho verlos otra vez.
¿Qué te gustaría hacer ahora?
Me gustaría acabar la novela que estoy haciendo, que llevo un año y pico. Y nada, y la verdad es que bueno, muy contento y muy emocionado de estar, de estar en el Hay Festival, con Ray Loriga, por ejemplo, me hace mucha ilusión. Acabar la novela y que sea buena y seguir adelante.