José Luis Bonet.

José Luis Bonet tiene la internacionalización de la empresa en su ADN personal y profesional. Profesor de Universidad, empresario y presidente de Cámara España, lideró la expansión de su empresa familiar precisamente a través de la exportación. Entró y aprendió de su tío, José Ferrer: “un visionario; se adelantó a su tiempo comprendiendo el concepto de globalización de la empresa, que todavía algunos no entienden”. En aquellos años, Freixenet tenía una posición que la situaba “25 veces por debajo de la líder del sector”, dice de manera gráfica, “y fue la apertura al mundo, el abrirse al mercado internacional”, lo que la llevó a dar el salto cuantitativo y ocupar el primer puesto entre las empresas de cava y vinos espumosos de España.

— Parece difícil convencer a una pyme que penetre en el mercado exterior cuando no tiene consolidado el mercado interior.
— Los mercados no tienen fronteras. Y no hay tanta diferencia. Cuando entré en mi empresa tenía seis delegaciones en el mundo. Cuando salí, sumaban cincuenta. No digo que sea fácil, para eso estamos también las Cámaras de Comercio: para ayudar. Pero es el camino a seguir. Y no solo hablo de exportar, sino también de tomar una posición en el exterior. Con una inversión. Con una marca. Con una identidad. Yo en el año 2004 trataba con empresarios de sociedades medianas que se sentían confortables en el mercado interior y no querían abrirse a nuevos mercados, y menos extranjeros. Hoy se han quedado en la cuneta. Es imprescindible para que un sector funcione bien salir al exterior. Animo a la empresa segoviana mediana a que se abra a nuevos mercados. La vocación de la pequeña empresa es pasar a ser mediana, y a eso ayuda la internacionalización, que permite una visión distinta de las cosas.

— Y precisamente la exportación fue junto al turismo, que es otra manera de exportar pero con el cliente en casa, los dos elementos clave para salir de la Gran Recesión del 2008.
— Claro. Mire usted, mi empresa era familiar. No estaba en el mundo. España hasta 1974 tenía una economía autárquica. Las exportaciones empiezan ese año. Antes, cero patatero. Ahora hay que seguir ese camino desarrollado con fuerza hace poco más de una década. No hay vuelta atrás.

— El coronavirus puede cambiarlo todo. Hay voces que dicen que afectará a la globalización.
— El coronavirus afectará a todo. En algunos sectores, los países no querrán que les pase lo que ha generado la pandemia, que no es otra cosa que el desabastecimiento de algunas mercancías. Y se blindarán; piense por ejemplo en los productos sanitarios. Pero no vamos a cambiar en lo esencial.

— Usted ha sido presidente de la Fira (Feria de Muestras) de Barcelona. ¿Cambiará el modelo de ferias, congresos y eventos a partir de ahora? Depare en la importancia que puede tener este subsector económico en una economía como la segoviana, y más después del reconocimiento a Hay Festival.
— Algún efecto tendrá, seguro; la cuestión es adaptarse a los cambios que pueden venir. Posiblemente se utilice más lo audiovisual y las presencias no sean tan masivas. Pero como decía antes, en lo esencial no vamos a cambiar. El hombre es un ser relacional desde los primeros tiempos. Nos gusta lo presencial, el cara a cara, las celebraciones. Yo recuerdo a principios de los 90, cuando llegué de la mano de Jaume Tomás a la Fira de Barcelona, que me decían: “poco futuro tiene este tipo de eventos con internet”, y sin embargo, mire usted, fuimos creciendo cada vez más. Hasta conseguimos el Mobile.

— La crisis de la oferta y la derivada en la demanda producida por el COVID-19 ha supuesto una ausencia de liquidez muy importante para la pyme; y algunas de ellas han terminado con crisis de solvencia. ¿No le ha parecido escasa la política de avales como iniciativa única para dotar de liquidez a las empresas? ¿No cree que deberían haber existido otras fórmulas para reforzar su capitalización?
— Comparto lo que subyace a su pregunta. La partitura ha sido buena, pero en la ejecución se ha desafinado. La medida no es mala, pero ni la magnitud ni los tiempos han sido los adecuados. Ha existido cierta lentitud y falta de contundencia. Pero mejor esto que nada.

— Si hablamos de evitar ahogos financieros, no sé si un préstamo a devolver en cinco años da plazo suficiente para la recuperación de la empresa y por lo tanto para generar recursos que permitan su devolución.
— Es cierto, el plazo es escaso. Mejor hubiera sido seis años con dos de carencia. Pero yo no mando. Y lo que también me preocupa es la cicatería de las Administraciones con la ausencia de moratorias fiscales. No solo hablo de la Administración Central, sino también de los Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades Autónomas. Si no hay ingresos las empresas no pueden pagar impuestos. El problema es que caerán sociedades que en sí son viables. Y más con la estructura productiva española, llena de pymes. Por eso ha afectado tanto la crisis a nuestro país, por la tipología de su tejido económico. Hay que tener en cuenta que los empresarios y las empresas en general trabajan para generar riqueza, por lo tanto también para el conjunto de la sociedad.

Mire usted el ejemplo de Inditex o de Mapfre. Es para sacarse el sombrero. El Gobierno tiene que persistir en la ayuda a la empresa. Incluso creo que los ERTE tienen que seguir hasta final de año, es una manera de diferir los costes sociales, y algunos sectores lo necesitan. Yo sé que no tenemos la solidez en las cuentas públicas de Alemania, pero la obligación de un Estado es apoyar al tejido productivo. La Unión Europea esta vez sí que ha hecho sus deberes, no como en la crisis precedente. El mejor escudo social es la empresa, incluso para quienes no forman parte de ella.

— No sé si la CEOE ha jugado un papel decisivo en todo este engranaje. Se desconoce si se va a ampliar la cuantía de ayudas a la liquidez a través los avales; no está claro si los ERTE se ampliarán hasta diciembre; no han existido las bonificaciones fiscales de otros países, ni la ayuda a sectores como la automoción y el turismo, pero la foto de primeros de mayo con el Gobierno está ahí.
— Bueno, no comparto su impresión. A Antonio Garimendi (presidente de CEOE) y a Gerardo Cuerva (presidente de CEPYME) los conozco muy bien. Creo que han hecho lo que han podido. Otra cosa es que hayan podido. Hay que entenderlo.

— Usted es firme partidario de un Estado Social de Derecho. ¿Está a favor de las nacionalizaciones?
— Depende. Si es un sector esencial y se hace de manera temporal, no debe haber oposición. Una compañía aérea no puede caer. El problema sería si asistiéramos a un cambio de sistema. A lo mejor alguno quisiera ir por ahí, pero no es el camino. Yo lo he vivido. En la Transición, España dio un salto muy importante. Creo que el quiera cambiar de sistema se va a encontrar de frente al pueblo español, que no lo va a permitir.

— Junto a la internacionalización, usted considera la formación una variable clave de futuro, y sin embargo no acertamos en un Plan de Estudios que dure más de una legislatura.
— La formación requiere una reforma estructural. Si hay un aspecto que necesite un pacto de Estado es este. La formación es esencial en el talento. Yo hablo siempre de la triple T: Talento, Trabajo y Tenacidad. Fíjese que me refiero no solo a la formación instrumental, sino a la que tiene que ver con la formación de valores. En la vida es esencial el esfuerzo, la ambición sana, el afán de logro, no temer al fracaso. Y dentro de ello, la idea de servicio es capital. Mateo ya lo pone en boca de Jesucristo: “el que quiera ser el primero que sea antes el servidor”.

Apliquémoslo a todo. Es necesario revisar los planes de estudio, la FP, la formación dual, incluso la propia Universidad, en donde he estado 49 años. No puede salir el alumno sin saber dónde está. El dinero que se gaste en Educación es un dinero bien invertido. Cuando veo que podemos llegar al 50% de paro juvenil pienso que es terrible para un país.

— ¿Es usted optimista con respecto al futuro?
— Esta es una crisis tremenda, pero tengo claras algunas cosas: no hay que rendirse, hay que luchar; y luchar unidos. No es momento para las discrepancias. Es necesario sacar al país del atolladero. Usted antes me hablaba de Segovia y de la hostelería. Tenemos que dar la batalla del verano. No solo para captar al turista nacional, sino también al extranjero. El turismo genera una cadena de valor muy importante, que llega a otros sectores, como el comercio, y es un campo en el que España tiene una ventaja competitiva por su calidad extraordinaria; no podemos renunciar a ello.