Por Ignacio Ramos Altamira (periodista e investigador)
El pasado 17 de agosto se presentó en el salón de Plenos del ayuntamiento de Riaza la biografía completa del guitarrista flamenco Amalio Cuenca González (Amalio Cuenca González, el guitarrista segoviano que conquistó París, Diputación de Segovia), artista nacido en esta localidad de la serranía de Ayllón el 10 de julio de 1866 y fallecido en París el 28 de abril de 1943. Hasta hace bien poco, la gran mayoría de los vecinos de Riaza –y de los segovianos en general– desconocía la historia y los éxitos artísticos nacionales e internacionales de su ilustre paisano, pero desde hace tres años el ayuntamiento local le dedica un homenaje en forma de conferencias, exposiciones y actuaciones en vivo que se celebran a mediados del mes de agosto, bajo el nombre de “Atardecer flamenco: homenaje a Amalio Cuenca”. El año pasado, para orgullo de la tierra, actuaron en este evento tres artistas segovianos: por un lado, la jovencísima bailaora Lucía González “La Flaca” y el guitarrista segoviano Dani Hernández, componentes del grupo flamenco Quelañí, y por otro, el profesor de guitarra de Cuéllar, Miguel Fraile, que nos descubrió las composiciones para este instrumento de otro gran intérprete segoviano, Agapito Marazuela, que no solo dominaba la dulzaina. Cerró la velada musical una de las grandes figuras del flamenco actual, el guitarrista alicantino Alejandro Hurtado. Este año 2024, tras la presentación oficial de la biografía de Amalio Cuenca escrita por el autor de estas líneas, repitió visita Alejandro Hurtado, que fue aclamado por la audiencia que llenaba la plaza del pueblo. Todo ello muestra que en Segovia el flamenco no es un arte extraño y tiene sitio junto a jotas y dulzainas.
Para hablar de la historia de Amalio Cuenca González hay que mencionar en primer lugar las investigaciones realizadas por el escritor y académico Mariano Gómez de Caso, que en 2011 publicó una breve biografía del artista (Amalio Cuenca, un riazano universal) en la que, entre otros datos de gran interés, nos desveló que Amalio era natural de Riaza, algo que se desconocía hasta entonces. Fue a raíz de este descubrimiento cuando me lancé a profundizar en su biografía, animado por mi vinculación familiar y personal con el pueblo de Riaza. Al poco de iniciar la investigación, me di cuenta de que Amalio Cuenca no era un acompañante más del cante o el baile, sino un artista que alcanzó un considerable reconocimiento tanto en España como en los teatros más selectos de Berlín, París, Londres, Edimburgo, Ciudad de México o Nueva York.
Amalio era hijo de Guillermo Cuenca Sanz, un relojero nacido en Cincovillas que regentó en Riaza una tienda con su hermano Dionisio hasta que en 1876 decidió mudarse a Segovia y montar su propio negocio en la mismísima plaza del Azoguejo. Además, se dedicó a los espectáculos pirotécnicos, lo que le causaría un serio disgusto años después, en abril de 1897, cuando su almacén se incendió y el fuego arrasó todo el edificio, como contó El Adelantado de Segovia en varios artículos. Amalio Cuenca se formó como aprendiz de relojero con su padre y en 1890 se independizó y marchó a Madrid para abrir una relojería en la céntrica calle de Atocha. Cerca de su local funcionaban por entonces numerosos cafés-cantante en los que actuaban los mejores artistas flamencos llegados de Andalucía, y como Amalio tocaba la guitarra desde niño, no tardó en introducirse en el ambiente. En esta época, se casó con una joven madrileña llamada Ángela López, que por desgracia falleció al poco tiempo, víctima de una fatal neumonía. La desgracia acompañaría la juventud de Amalio Cuenca, pues tanto su madre, Gregoria González Liceras, como sus dos hermanas, fallecieron también de manera prematura.
Tras cerrar su relojería y dedicarse un tiempo a la pelota vasca (según dice Domingo Prat en su Diccionario de guitarristas), Amalio se decantó por la guitarra flamenca, que era lo que realmente le gustaba, y el 15 de abril de 1898 debutó en el Teatro de la Zarzuela con intervenciones en los intermedios del homenaje a la célebre tiple Lucrecia Arana. Pronto, se ganó gran renombre en los locales madrileños, sobre todo al formar un dúo de guitarras con el valenciano Miguel Borrull, con el que contribuyó al progreso de la guitarra flamenca solista en una época en que los instrumentistas de este género utilizaban técnicas de toque muy primitivas. Además, ambos participaron en la actividad musical y pedagógica de la Sociedad Guitarrística Española fundada en Madrid en 1900 y visitaron la Exposición Internacional de París de ese mismo año.
Hacia 1904, Amalio Cuenca se lanzó a la aventura y comenzó su carrera internacional en México. Su repercusión artística fue tal en los teatros y salas de la capital de este país que el propio presidente Porfirio Díaz le invitó a tocar en su residencia, ante una delegación de visitantes llegados de los Estados Unidos. De vuelta en España, Amalio se unió a la compañía de los bailaores El Faíco y Lola la Flamenca y con ellos viajó por Alemania y Francia durante varios meses. En el otoño de 1908, cuando se encontraban en París, los bailaores y Amalio Cuenca fueron reclutados por la famosa actriz y cantante Anne Held para colaborar en su próximo espectáculo en Broadway, titulado Miss Innocence. De este modo, Amalio pasó medio año actuando en Nueva York y aprovechó su estancia para realizar varias grabaciones en solitario, formando un trío instrumental y como acompañante de las canciones de Lola la Flamenca. Al regresar a París, entabló amistad con los artistas del barrio de Montmartre, en especial con el pintor Ignacio Zuloaga, y por medio de este conoció al famoso escultor francés Auguste Rodin, que le regaló un dibujo, después de escucharle tocar en su estudio. En mayo de 1912, Amalio se convirtió en empresario y abrió un restaurante en pleno Montmartre en el que los clientes podían disfrutar de platos españoles y buen vino de la Rioja mientras contemplaban espectáculos flamencos montados en un pequeño escenario abovedado del local. El restaurante se llamó La Feria y desde su apertura se llenó de cantantes, escritores, pintores y bailarinas y de toda la aristocracia que residía en París. Por desgracia, el estallido de la Primera Guerra Mundial obligó a Amalio a cerrar su local en 1914 y marchar a España.
En 1919, Amalio Cuenca regresó a París, pero dejó el negocio hostelero y se dedicó a tocar en fiestas y conmemoraciones de todo tipo. No obstante, en 1922 formó parte del jurado del histórico Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en el mes de junio, tras ser invitado por el principal organizador del certamen, el músico Manuel de Falla. Allí, Amalio conoció a otros grandes artistas de la ciudad, como Federico García Lorca o Andrés Segovia, y se reencontró con viejos amigos, como el guitarrista Ramón Montoya y el cantaor Antonio Chacón, a los que había conocido en sus primeros años de carrera.
En los años veinte y treinta, Amalio actuó en obras de teatro y acompañó a las mejores artistas del canto y el baile español que pasaban por París, como Laura de Santelmo, María d´Albaicín, Teresina Boronat y Conchita Supervía. Con esta última, realizó una gira por todo el Reino Unido y participó en la película Evensong (1934). Además, grabó una nueva soleá con Ramón Montoya para la colección de discos que publicó este último en París en 1936. Poco después, acompañó a otra de las grandes estrellas del arte español, la bailaora La Argentinita, en sus actuaciones en Suiza. La guerra civil impidió a Amalio Cuenca realizar su anual visita a España y a su pueblo natal, Riaza, y con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de París quedó atrapado en esta ciudad hasta sus últimos días. Hasta hace bien poco se desconocía el lugar y fecha de su fallecimiento, que ocurrió el 28 de abril de 1943 en el hospital Saint Joseph de París, según hallazgo del investigador Alberto Rodríguez Peñafuerte en los censos de la capital francesa. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Bagneux, al sur de París, pero al no dejar descendencia y residir gran parte de su vida en Francia, su legado y su nombre fueron pasando al olvido en España. Hoy, por fin, Amalio Cuenca vuelve a ser recordado por sus paisanos y admirado por el mundo artístico flamenco.