Como no sé el nombre que la primera tiene hoy, y ni sé si tiene alguno, utilizo denominaciones antiguas, evocadoras del pasado. Está sobre un espacio triangular que ocupa parte de lo que se llamó Campillo de San Antonio el Real por su proximidad al hoy vacío monasterio de religiosas clarisas acogido a esa advocación y al que se llegaba por la calle Larga de San Antonio, hoy sólo calle Larga. Por allí cazaba el rey Enrique IV de Castilla en el siglo XV y en el siglo XIX por allí había pradera.
En 1828, olvidados los daños de la Guerra de la Independencia y recuperando la actividad repobladora de la Sociedad Económica de Amigos del País, el Ayuntamiento de Segovia volvió a plantar árboles. Y tras haber acordado “que los comisarios de Alamedas digan donde se ha de hacer el plantío y formen el presupuesto de gastos”, aprovechando que se tenían que hacer varias obras en torno al primer tramo del Acueducto, los citados comisarios eligieron las proximidades del monasterio de San Antonio el Real, presentando en sesión “el coste que podrán tener los desperfectos de las paredes que vayan desde la Retina -aliviadero de los depósitos del agua- hasta la proximidad de las tapias del convento de San Antonio el Real y la composición de dicho camino y de colocar dos líneas laterales de árboles de nueva plantación”.
Protestaron las religiosas que utilizaban los alrededores del monasterio como zona de pastos para su ganado y la abadesa presentó un recurso alegando que la puesta de la arboleda se hacía en la posesión y coto redondo de dicha comunidad, pero no se les hizo caso. Los Comisarios de Alamedas presentaron un informe “que a la letra es como sigue. Evacuando el que antecede decimos, sin que sea visto el derecho que la comunidad de religiosas franciscanas de S. Antonio tengan al Campillo y Dehesa, el camino que atraviesa es del público y más antiguo que dicho convento, necesitaba repararse, y como cosa del público corresponde y está a cargo de la Ciudad; está encargado repetidas veces se promuevan los plantíos y esto mismo se ha hecho, adornando este camino con dos filas de álamos negros, por consiguiente la queja de las religiosas en nuestro concepto no es fundada”.
Debió quedar una alameda apañadita, bien poblada de olmos, a los que los segovianos llamaban álamos negros y de ahí lo de alameda en vez de olmeda, que se mantuvo hasta que el crecimiento urbano, viviendas y vías de comunicación, la fueron reduciendo.
En la primera fotografía que ilustra este artículo se aprecia cómo era la mancha de la no muy extensa superficie forestal cuando llegó su primer achique, año 1897, por la alineación de la Calle Larga del Campillo.
La segunda merma tuvo lugar en 1950, cuando se realizó el ensanche de la carretera de San Ildefonso, obra que incluso hizo desaparecer un tramo de la cacera del Acueducto. Y la tercera, auténtico desastre, cuando la grafiosis destruyó la totalidad de los olmos.
En los años 1991 y 1992 se procedió a mejorar lo que quedaba, rediseñando el espacio, volviendo a plantar árboles y trazando un pequeño parque urbano que habría de evocar, al menos en detalles, antiguas formas de vida ligadas a la agricultura y al pastoreo.
En el lado norte del triángulo se dejó una larga banda de césped, recuerdo del pasto verde que antaño hubo y que las ovejas aprovechaban.
En el lado sur, se puso un seto de arbustos de especies diferentes, introducidas y autóctonas, como durillos, majuelos, celindas, membrilleros de Japón…, recuerdo asimismo de los que con endrinos y zarzas dificultaban que se pudieran saltar las lindes de los prados ajenos.
Hacia el vértice se colocó una fuente abrevadero, con agua que se deshilacha en canalillos que juegan a regar.
Luego, entre la pradera y el seto, se distribuyeron los árboles, ligeros, de poco follaje y de especies variadas: arces, fresnos, plátanos, almeces australes y occidentales, no alineados sino como si hubieran crecido por allí de forma espontánea.
En la base del triángulo había una vieja casona como las que todavía pueden verse en pueblos ganaderos de Segovia, con tejados a dos aguas pero de distinta longitud cada una de las vertientes. En 1996 se decidió su derribo y construir en el solar liberado una cancha para juegos autóctonos que apenas se usó unos días en los primeros tiempos y a la que hoy nadie llega.
A la sombre de los árboles, algunos bancos esperan a los paseantes y un equipamiento de juegos infantiles, a los niños que casi nunca acuden.
Más allá de donde estuvieron el campo de deportes y el gimnasio de las instalaciones militares, aparece lo que queda de la Alameda de la Fuente de la Dehesa, minúsculo espacio resto de lo que quizá fuera la mayor zona verde de Segovia, al sureste de San Antonio el Real y en la que se realizaron varias plantaciones de renovación los años 1828 y 1835, acompañadas de apertura de vías: “Prolongación del paseo de la carretera de la Maestranza hasta la Plazuela del Cañamón”, pero que luego sufrió continuas mermas, dada su proximidad a instalaciones del ejército. En 1914, se hizo necesario ampliar el Parque de Artillería: “Se da lectura a un oficio del Excmo. Gobernador Militar de la Región compresiva de Real Orden del Ministerio de la Guerra en la que, entre otros particulares, se dispone que se gestione de ese Ayuntamiento se cumplimente el acuerdo del mismo sobre cesión de terrenos para la ampliación del Parque”. Mariano Sáez y Romero mostraba así su disconformidad con esa medida: “Es un hermoso sitio, muy poblado de árboles, y es muy sensible que en estos últimos años, por mejora y ampliación del Parque y construcción de pabellones y talleres, muy de agradecer en cuanto benefician a la población, se hayan cortado antiguos y corpulentos árboles, cuando han podido hacerse las edificaciones y no muy distanciadas, en sitios desprovistos de vegetación”.
La tala debió ser enorme y el paraje, que cambió incluso de nombre al aprobarse que “la carretera citada, esto es la que parte del Puente del Cañamón a la nueva cárcel, se denomine en lo sucesivo Avenida del General Santiago”, quedó abandonado y en los libros de acuerdos municipales sólo aparecen notas como éstas: “Venta de un álamo blanco tumbado en el río de la Fuente de la Dehesa…, compra de 25 árboles derribados en el expresado paraje…, corte, tasación y conteo de varios árboles secos y destrozados en la alameda de la Fuente de la Dehesa…”
Los últimos golpes los recibió cuando el Consejo Provincial del Movimiento pidió terrenos para construir una Escuela Maternal; cuando el Ayuntamiento edificó viviendas para sus funcionarios; cuando “por razones de urgencia y motivos de salubridad y policía urbana se acuerda autorizar al ramo del ejército para cerrar provisionalmente el tramo de la calle del General Santiago o antiguo camino de la Maestranza”.
¿Qué queda de aquella grandiosa formación de ribera? Casi nada. En un triángulo cerrado con hierros, un gran sauce llorón, un fresno, varios almeces y dos secuoyas, Sequoiadendron giganteum, procedentes de una urbanización que las quitó al verse abrumada por un crecimiento que no esperaba.
¡Ah! El cierre de aquella calle fue provisional pero 58 años después continúa.
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* Supernumerario de San Quirce
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