
La AEMET ya lo apuntaba en sus previsiones. Poco más de las 19.00 horas y comenzó a jarrear. Los paraguas y los chubasqueros fueron la mejor compra en ‘el chino’, mejor que las botellitas de gin. Las entradas más apreciadas de una tarde de ‘no hay billetes’ terminaron siendo las de la andanada. La llegada de Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y Ginés Marín acabó el papel, pero la lluvia y el desembarco de los toros de tres hierros, Victoriano del Río, Cortés -ambos de la misma casa- y Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación, no terminaron de romper. Festejo de máxima expectación que terminó disecado en una aguada y aciaga tarde.

La presentación del primero no ayudó. Justo de trapío, de la ganadería de Núñez del Cuvillo, fue un toro grande y largo, que no se empleó en varas. Firme Perera, desde el recibo capotero, inició la faena de muleta a pies juntos. Dejó buenos pases en redondo: faceta dominadora, donde hubo dos tandas en las que el toro apuntó buenas condiciones. Sin embargo, cayó un aguacero que enfrió la actuación y la muleta del extremeño era un yunque. Perera, descalzo. El piso de plaza, un lodazal. Estos factores congelaron la tarde y desaguaron en un silencio. Las Ventas como una piscina: ‘swimming bull’.

Un señor toro fue el segundo de su lote, el primero de la marca de Del Río, que resultó manso desde su inicio. Otra vez se puso a llover: solo con Perera. Aciago. La buena lidia de Javier Ambel y los pares de mucho acople de Curro Javier y Vicente Herrera le quitaron hierro al asunto. El astado tuvo tanda y media, pero con qué humillación. En esos momentos metió la cara con mucha clase. Con un tranco de más, con esa chispa marca de la casa. Tuvo cualidades, pero la mansedumbre le pesó y salió suelto hacia la querencia. Perera lo toreó profundo y hondo. Ligando con inteligencia. Asentado y clavado en el barro. Al abrigo de tablas, cerró por bernadinas una meritoria actuación, que se prolongó demasiado con dos avisos.

Paró de llover, e incluso asomaron rayos de sol. Talavante se animó con el otro cinqueño de Núñez del Cuvillo, un serio toro que tuvo repetición y celo. Talavante firmó un personal y variado inicio, con un pase cambiado muy suyo. En esa línea continuó el trasteo, pero la faena, con momentos interesantes, tuvo diferentes cotas de intensidad. Astado de buena condición, aunque se apagó.
Sin ser para triunfar, Talavante dejó sensaciones para coger confianza y seguridad. Siempre fue ‘mimado’ en Madrid. Antes le cantaban todo y ahora, que sigue con un trapo como muleta y codilleando, le esperan. De esa inclinación pudo mostrar su espontáneo concepto, que siempre busca sorprender al espectador. Con suaves ayudados por alto inició el trateo de muleta. El público, con él. Sin embargo, se encontró con un toro sin fondo, que permitió lo justo. Aun así estuvo dispuesto, pero pichó.

Suelto y distraído salío el colorado de la divisa de Cortés. El inicio de Marín fue prometedor, incluso el astado desgranó buenas intenciones, pero se diluyó. Sin fondo. El ejemplar del segundo hierro de Victoriano del Río pasaba andando, sin nada que decir. Las opciones, nulas.
El toro con el que se llegó al final del festejo fue abanto de salida. Resultó desrazado y tuvo que medir y cuidar las medidas Marín: ahí dejó muestras de la madurez y entendimiento. Ante el deslucimiento del animal, dejó serias cortas donde su mano izquierda, de uno en uno, cobró valor, pero el resultado fue un simil de su anterior actución. Así se colocó el broche a una aciaga tarde.

Ficha
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). 15º festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’. Toros de Núñez del Cuvillo (1º y 2º), Toros de Cortés (3º) y Victoriano del Río (4º, 5º y 6º), desiguales de juego y presentación.
Miguel Ángel Perera, silencio y silencio (dos avisos).
Alejandro Talavante, silencio y silencio.
Ginés Marín, silencio y silencio.
Recogió una ovación Curro Javier tras parear al cuarto.