El fuego es mágico, las formas abstractas, y a veces de una realidad aplastante, que emiten las llamas nos transportan en no pocas ocasiones a estadios oníricos donde nos dejamos llevar para que nuestra vista decida por nosotros. Bueno, nuestra vista y nuestro olfato, o eso, al menos, es lo que pretendían desde The Olphactory y los Otoños Enológicos, que organizaron unos curiosos e interesantes talleres donde los participantes podían fabricar sus propias velas aromáticas, maridándolas, a duras penas, con tres fantásticos espumosos procedentes del Penedés y de Jumilla, concretamente con Bodegas Pinord, Raventós y Alceño, esta última murciana.

Lo cierto es que no puede participar activamente en este curioso taller, coordinado por el perfumista (y cerero) Jimmy García, desarrollado en el Museo Esteban Vicente, pero sí estuve en condición de observador y captador de aromas que se desprendían de las esencias utilizadas para fabricar las velas. Y claro, era fácil deducir que ante los potentes aromas de esos concentrados era muy difícil apreciar la sutilezas aromáticas de un espumoso tan delicado como, por ejemplo, Raventós, ya que el ambiente estaba impregnado por la atmósfera que desprendían los ambientadores utilizados en la antigua capilla del museo.

Sea como sea, no deja de ser una experiencia única, atractiva y aromática para los sentidos el poder fabricar tu propia vela mientras saboreas un vino espumoso, garantizando, eso sí, el glamour que aporta siempre la burbuja, cada días más de moda, más demandada por el consumidor, gracias, en parte, al buen hacer de los los jóvenes viñerones, empeñados en convertir este vino en un acompañante gastronómico y no sólo en una bebida utilizada para el brindis final de una comida. Craso error, las burbujas pueden ser el gran enemigo de la digestión, pueden complicar, y bastante, la ingesta de alimentos. Sin embargo, si esa bebida burbujeante la tomamos desde el principio, y la acompañamos durante toda la comida, entonces, experimentaremos uno de los mayores placeres del maridaje. En este sentido, os invito a que desde el mismo momento que se sirve un cochinillo lo armonicéis con un vino espumoso (a mayor calidad, mayor placer). Vais a comprobar como las burbujas funden la grasa del cerdo y la comida se hace más divertida, ligera y gastronómica. ¡Buen provecho!