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Tabla de gimnasia en las Jesuitinas/ Foto Río

Tener acceso al legado del fotógrafo y fotoperiodista Manuel Riosalido ‘Foto Río’ (29/11/1912 Madrid – 4/10/1964 Madrid) es un lujo al alcance de todo aquel que acuda al Museo Rodera Robles. Para los segovianos será una experiencia vivencial, cargada de recuerdos, de emociones, de caras y escenarios que algunos aún recuerdan y de las que otros han oído hablar, un juego de identificación de un pasado no tan lejano; para visitantes llegados de otras tierras, será un recorrido documental por la Segovia en blanco y negro de mediados del siglo XX; y para todos, un disfrute de la técnica, la profesionalidad y la sensibilidad de un maestro de la cámara.

Quienes ya han aprovechado esta oportunidad artística, documental y emocional, la recomiendan y recuerdan que el Museo Rodera-Robles muestra hasta el mes de diciembre en sus salas de la Casa del Hidalgo la exposición temporal ‘Manuel Riosalido (Foto Río). El valor de la mirada (III)’.

La muestra presenta una colección de fotos de la Segovia de mediados del siglo XX, fruto del trabajo de Manuel Riosalido desde su llegada a la ciudad, en 1944, hasta su fallecimiento, en 1964. Es la tercera entrega de las exposiciones del mismo artista celebradas en el Museo Rodera-Robles desde que en julio de 2021 puedo reanudar la actividad tras el parón por la pandemia del coronavirus. Por eso esta tercera propuesta cuenta con público fiel, conquistado en las dos anteriores que han sido un éxito, y sigue receptiva a nuevos exploradores del sello Foto Río.

El archivo fotográfico de Manuel Riosalido contiene la práctica totalidad del trabajo de este profesional durante su vida en Segovia que, como se ha podido comprobar en las anteriores muestras, abarca las décadas centrales del siglo XX y permite a quienes tienen la suerte de conocer estos documentos, hacer un análisis todo lo completo que se quiera, del palpitar cotidiano de esta ciudad que, aunque de pequeño tamaño, siempre mantuvo una actividad incesante en todos los ámbitos de la vida social de sus habitantes.

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Plaza del Carmen, 1946. / Foto Río

“Ante nuestros ojos encontraremos las más variadas imágenes de los segovianos, entiéndase en su extensión genérica, en sus quehaceres diarios y, por supuesto, en las situaciones especiales que la vida ofrece a todos en forma de bautizos, bodas, deportes o actos institucionales”, según explica el director del Museo, Rafael Cantalejo.

En esta ocasión se ha tenido especial atención en juntar algunos retratos de personas cuyos nombres y apellidos no han permanecido más allá de su círculo familiar y de amigos, y otras que han dejado su identidad para el futuro en las denominaciones del callejero de Segovia. En este caleidoscopio de personas se puede ver a un fraile arando, a unas gitanillas, a una mujer cogiendo agua con el botijo, al músico Agapito Marazuela o al marqués de Lozoya.

El abultado fondo fotográfico de Manuel Riosalido propicia el conocimiento de la vida ciudadana, el retrato de una sociedad que vivía en aquellos años del replanteamiento económico del Gobierno español que intentaba salir de una autarquía asfixiante para iniciar un Plan Nacional de Estabilización que permitiera la modernización de todos los sectores productivos basados en los avances industriales y en nuevos medios auxiliares en el sector primario.

Para Segovia, serían los años del cambio del arado por el tractor y la llegada paulatina de las cosechadoras que aliviarían el duro trabajo del campo.

De nuevo las paredes de las exposiciones temporales del Museo Rodera Robles se convierten en las páginas de un libro de historias cotidianas de una pequeña ciudad española en las décadas centrales del siglo XX. Precisando más, habría que decir que se convierte en el álbum de familia de los segovianos que entonces llenaban de vida las calles. El álbum de esos vecinos que se conocían unos a otros por el nombre, la profesión o el barrio de su residencia. Fueron momentos de una ciudad que va despertando de los tristes años de la guerra y la posguerra; una Segovia que se moderniza paulatinamente.

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El guardia del Azoguejo,1953.

Una Segovia que cuenta con equipos femeninos de algunos deportes, incluyendo uno tan exótico entonces como era el jockey sobre ¿hierba?, ¿barro? Era el momento de ver cómo en Segovia eran capaces de viajar tres caballeros en un diminuto Biscúter Zapatilla. El momento en que el paisaje general de la sociedad estaba muy marcado por el clero y el ejército, circunstancia esta muy visible es las imágenes de Foto Río.

Además se puede apreciar un pasado de Segovia del que apenas queda rastro. Para ello está la imagen de un ‘Caserío desaparecido entre la calle de Gascos y San Juan en 1961’. Desde 1961 hasta 1967 ambas calles sufrieron el derrumbe y la expropiación de varias casas para ampliar la plaza Oriental.

El Patronato de la Fundación Rodera Robles remarca la implicación personal José Manuel Riosalido, hijo de Foto Río, que ha sido clave para mostrar el importante patrimonio etnográfico que conserva procedente de la cámara y la valiosa mirada de su padre. Poder disfrutar de su gran álbum de imágenes en las que cuenta, no sólo la técnica sino la mirada sensible y certera del fotógrafo, es un auténtico e impagable lujo. La exposición ha sido realizada por José Manuel Riosalido Gual (Coordinación), Juan José Bueno Maroto (Montaje fotográfico) y Juan Ignacio Davía San José, Juan Pedro Velasco Sayago y Tomás Ortiz Puentes (Montaje).

Manuel Riosalido ‘Foto Río’ estuvo dedicado de forma profesional a la fotografía desde principio de los años 40. Tras unos años de posguerra en los que vivió en Valencia primero y en Vigo después, Manuel Riosalido llegó a Segovia en 1944 donde se estableció con el propósito de asentarse y ejercer su oficio. Nacido en Madrid, donde transcurrieron sus años de formación dentro del sector de las Artes Gráficas, vio su empeño profesional interrumpido por la guerra civil y al finalizar esta, orientó su carrera hacia la fotografía, además de por su profunda afición por encontrar una forma de asegurarse el futuro.

Su relación con Segovia fue puramente circunstancial y en esta pequeña ciudad próxima a Madrid se estableció junto a su familia. Su primer domicilio estuvo en la calle de la Judería Nueva, en el barrio de San Andrés. Pero muy pronto se vio obligado a trasladarse a un piso más amplio, donde montar el laboratorio y un estudio encontrando éste en la calle Real.

Hasta su fallecimiento en octubre de 1964, ejerció su oficio en todos los ámbitos de la vida segoviana. Fue fotógrafo oficial del Ayuntamiento, de la Diputación Provincial y de la Academia de Artillería. También fue corresponsal de la Agencia Efe para Segovia y su provincia, de la Agencia Torremocha y colaborador gráfico del Anuario Español del Gran Mundo.

Su legado está formado por un archivo de aproximadamente 210.000 negativos en blanco y negro, la mayoría en 35 mm. En la actualidad están digitalizados 168.000 y en vías de concluir el resto próximamente.23