El cedro de la plaza de La Merced. Luis Horcajada.
El cedro de la plaza de La Merced. Luis Horcajada.

El pasado sábado 25 de marzo se celebró la Jornada sobre arbolado. El papel de las ciudades en la lucha contra el cambio climático, organizada por el Foro Geobiosfera de Segovia, que reunió a una considerable cantidad de público en el Aula-Capilla del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente.

La primera conferencia de la jornada fue impartida por Cristina García Díaz, consejera técnica en la Oficina Española del Cambio Climático del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que versó sobre el papel de la vegetación en las ciudades.

Según el Colegio de Arquitectos, que intentó infructuosamente contribuir al desatasco, el tiempo medio que necesita el Consistorio para responder no baja de doce meses, lo que ha llevado a que algunos constructores desistieran de sus proyectos en la ciudad
Según el Colegio de Arquitectos, que intentó infructuosamente contribuir al desatasco, el tiempo medio que necesita el Consistorio para responder no baja de doce meses, lo que ha llevado a que algunos constructores desistieran de sus proyectos en la ciudad

En segundo lugar intervino David Mingot Martín, ingeniero de montes, especializado en gestión y conservación del arbolado singular y conservación de especies protegidas, quien habló sobre la gestión del arbolado viejo y singular, aportando numerosos ejemplos de intervenciones.

David Mingot “El arbolado singular es un monumento natural y hay que protegerlo”. Luis Horcajada.
David Mingot “El arbolado singular es un monumento natural y hay que protegerlo”. Luis Horcajada.

La primera ponente destacó la importancia del arbolado y las zonas verdes en las ciudades, lo que hace de su gestión un elemento estratégico para la mejora del medio ambiente y la salud de los habitantes.

Hay que tener en cuenta que las ciudades constituyen lo que se conoce como “islas de calor” en las que la temperatura es superior a la de su entorno rural entre 2 y 6 grados centígrados, debido a la alta densidad de construcciones y materiales acumuladores de calor, como el hormigón, el ladrillo, el asfalto, etc. así como la concentración de actividades generadoras de temperatura, como el tráfico, la climatización y la propia topografía urbana, que obstaculiza los vientos y el intercambio térmico con el exterior. Por tanto, la ubicación estratégica de los árboles en las ciudades, aportando sombra y frescor (las copas de los árboles interceptan la radiación solar evitando el calentamiento de edificaciones, asfaltos y pavimentos) puede contribuir a enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados. Lo cual -a su vez- hace menos necesario el uso de aires acondicionados que calientan el ambiente del exterior. “Los árboles grandes se comportan como enormes refrigeradores evaporativos” subrayó García Díaz.

Si no existiera, habría que inventarlo
Otro apartado importante lo constituyen los beneficios sobre la salud humana del arbolado urbano: además de contribuir a amortiguar las olas de calor, lo que ya de por sí es un factor muy positivo para la salud, el arbolado urbano es esencial para la calidad del aire, lo que se traduce en efectos beneficiosos para la salud cardiovascular y respiratoria de las personas, además de contribuir a mejorar la salud mental, mediante la disminución del estrés.

Además de todo esto, si los árboles tienen grandes sus copas reducen la velocidad del viento y favorecen el aislamiento acústico hasta 5 decibelios, todo lo cual contribuye también a mejorar la salud de los habitantes de las ciudades. Sin contar con el beneficio económico que aporta el arbolado mediante la revalorización -hasta un 20%- de las propiedades urbanas, un aspecto poco conocido pero que -según la ponente- es fácil de demostrar estadísticamente.

El tejo de Rascafría, con 1200-1500 años es el ser vivo más viejo de toda la Comunidad de Madrid. David Mingot.
El tejo de Rascafría, con 1200-1500 años es el ser vivo más viejo de toda la Comunidad de Madrid. David Mingot.

En conclusión, García Díaz señaló que la vegetación urbana es fundamental para tener cuidades sostenibles, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, contribuir a la lucha contra el cambio climático y potenciar la biodiversidad urbana.

Algunos ejemplos de medidas que deben tomar las administraciones para potenciar los efectos beneficiosos del arbolado y las zonas verdes en las ciudades: exigir un mínimo de zonas verdes y coberturas arbóreas en las ordenanzas de urbanización y edificación, de modo que los nuevos desarrollos urbanos no empeoren la situación actual; la promoción de planes y programas de extensión del arbolado, con un mantenimiento del arbolado existente en buenas condiciones; y el fomento de los espacios verdes en cubiertas y azoteas, así como la creación de jardines verticales.

Por su parte, David Mingot comenzó su disertación señalando que el árbol “absorbe el dióxido de carbono, filtra contaminantes urbanos y partículas finas, produce oxígeno, previene la erosión del suelo, retiene agua, alberga aves e insectos, proporciona sombra y funciona con energía solar. Si no existiera, habría que inventarlo”.

El tamaño sí importa, y mucho
Un dato curioso: en España cada persona emite cerca de 7 toneladas de CO2 al año (con variaciones en función del estilo de vida, alimentación y transporte de cada uno). Un árbol medio almacena unos 167 kilos de CO2 al año, o una tonelada de CO2 al año para 6 árboles maduros. Habría que plantar más de 67 árboles al año para compensar las emisiones de CO2 de un solo español. Trasladado a Segovia, dijo Mingot, harían falta cerca de 3,5 millones de árboles en la ciudad. Sin olvidar que los árboles más grandes y con mayor área foliar aportan mayores servicios eco-sistémicos, es decir, más beneficios para el medio ambiente y las personas que lo habitan. Un árbol de 75 centímetros de diámetro en su tronco, frente a otro de 15 centímetros, intercepta diez veces más contaminación atmosférica, almacena más de 90 veces la cantidad de carbono y contribuye con más de 100 veces al tamaño del área foliar de la cobertura arbórea, según datos del Valuing London Urban Forest de 2015.

Expuso a continuación datos de estudios realizados en las ciudades de Madrid, Berna y Londres, donde se cuantifica económicamente con el método americano i-tree todos esos valores eco-sistémicos que aportan los árboles que, para el caso de Madrid, dijo, alcanzan cerca de 31 millones de euros al año.

Este programa informático i-tree ECO está diseñado para cuantificar los beneficios del arbolado urbano y sus efectos ambientales utilizando datos de inventarios de árboles, del clima y de la contaminación del aire. Se implementó inicialmente en EEUU, pero pronto se adaptó para Canadá, México, Australia, Reino Unido… y recientemente se ha adoptado en la Unión Europea.
En resumen, a lo largo de su vida los árboles pueden dar beneficios entre 2 y 3 veces superiores al coste de la inversión realizada para plantarlos y cuidarlos. ¡Son una inversión muy rentable! subrayó Mingot con una gran sonrisa.

Tener un buen plan es el mejor plan
En una segunda parte de su intervención, Mingot justificó la necesidad de gestionar el arbolado en general y el de los árboles viejos o singulares en particular, explicando en qué consiste un plan de gestión, sus objetivos, beneficios, fases y contenido. Y teniendo en cuenta que el arbolado urbano está sujeto a un estrés y un sufrimiento que nada tiene que ver con las condiciones en las que se desarrolla el árbol en el medio natural.

Un plan de gestión y conservación del arbolado urbano debe diferenciar las actuaciones en parques, en calles (o arbolado de alineación) y en ejemplares aislados. Debe contener al menos cuatro aspectos o programas para cada uno: programa de actuaciones urgentes, en el que debemos distinguir los árboles que requieren una atención inmediata de los que -por encontrarse bien- podemos relegar a fases posteriores; programa de mantenimiento, en el que hagamos además seguimiento de cada individuo y su evolución; programa de sensibilización y gestión ambiental, porque es muy importante explicar a la ciudadanía el por qué se hacen las cosas; y política de sustitución del arbolado, cuando la tala no se ha podido evitar de ninguna forma, eligiendo las especies adecuadas.
Tener un buen plan posibilita ordenar la gestión rutinaria del arbolado pero te permite además gestionar adecuadamente el riesgo, orientando las decisiones a futuro, al dejar establecido cómo y cuándo se deberá intervenir en cada individuo; regulariza las tareas técnico administrativas con un control más eficiente de la gestión; posibilita una mejora real del arbolado tanto en sus aspectos estéticos como funcionales; ordena la atención del arbolado urbano al jerarquizar intervenciones; optimiza el uso de los recursos, con el consiguiente ahorro; y permite llegar a prevenir momentos críticos evitando que los problemas generen situaciones de riesgo.

Estudio y seguimiento de los ejemplares: el tomógrafo nos permite conocer el estado del tronco de un árbol vivo.
Estudio y seguimiento de los ejemplares: el tomógrafo nos permite conocer el estado del tronco de un árbol vivo.

Puso Mingot como ejemplo la situación que se vivió en Madrid, como interesado en el tema – a raíz de los accidentes lamentables que ocasionó en 2015 la caída de varios árboles del Retiro, provocando la muerte de varias personas, que marcó un antes y un después en el abordaje de la gestión del arbolado urbano. “El País llegó a dar la noticia de que uno de cada cinco árboles de Madrid iba a ser talado para evitar accidentes”. Sin embargo, “pasados los primeros momentos de zozobra, los distintos gestores de arbolado se dieron cuenta que diezmar la población de arbolado no era la solución para evitar problemas con ellos sino realizar inventarios de arbolado especializados en riesgo y actuar solo en aquellos estrictamente necesarios”.

Déjale tranquilo
Hay que diferenciar entre la edad cronológica (número de años transcurridos desde su germinación) y la ontológica (etapa de desarrollo fisiológico en que se encuentra el individuo, que puede ser joven, maduro o anciano). Un chopo con más de 150 años tiene una edad avanzada, entrando ya en su fase de decrepitud, mientras que un roble, un tejo, una secuoya o una encina con más de 300 años se puede encontrar en un estado fisiológico óptimo. En la gestión del árbol singular lo que nos interesa es la edad ontológica. En el inventario del arbolado debe quedar reflejado este aspecto fundamental para su cuidado.

En mi experiencia -señala el ponente- en la mayoría de las ocasiones el árbol sólo necesita que le dejes tranquilo para autorregularse. El árbol te habla, hay que saber escuchar y entender lo que dice, leer las señales, diferentes para cada uno. No sabemos tratar nuestros árboles, y las podas son un buen ejemplo de ello. Con frecuencia la poda se convierte en el origen del deterioro del árbol, acelera el proceso de decaimiento, incrementa el riesgo de diana (es decir, el riego sobre bienes y personas) y nos fuerza a otras actuaciones posteriores más drásticas y costosas. Seguimos pensando que hay que podar el árbol urbano como se hace con los frutales de los huertos, y la realidad es muy distinta para los árboles de ciudad.
Otro error muy frecuente es creer que el árbol, por ser viejo, se convierte en un peligro. O por estar hueco. O por estar inclinado. O que siempre hay que quitar las ramas secas. Las cosas no son tan simples y falta gente cualificada.

Árboles singulares, monumentos naturales
Los seres humanos hemos querido distinguir a algunos ejemplares debido a sus características extraordinarias, como rareza, excelencia de porte, edad, tamaño, significación histórica, valor cultural o interés científico. Tener un árbol singular en un municipio es tener un monumento único, moldeado durante cientos de años por la mano del tiempo y de su medio ambiente. Un ser vivo único e irrepetible (Susana Domínguez). La Ley 42/2007 de biodiversidad categoriza en su artículo 29 a los árboles singulares como “monumentos naturales” y les da consideración de espacios naturales protegidos que deben dotarse de un plan de conservación dotado de los medios suficientes.

En Castilla y León tenemos la Orden 1.156/2006 de árboles singulares, que recoge para toda la provincia de Segovia tan sólo 17 ejemplares(la Comunidad de Madrid tiene 283 la mayoría se localizan en Madrid capital y Aranjuez por sus palacios reales) Uno de ellos es el cedro de la plaza de la Merced, pero no están los del Alcázar o la plazuela de San Roque, que son igual de espectaculares.