
Había expectación, pero la realidad fue otra. Los ‘patasblancas’ de Barcial, que llamaron la atención por uso característico pelaje y por sumar el aliciente de llevar sin lidiar una corrida completa en España 14 años -según el registro de Mundotoro la última fue en 2008 en Trillo (Guadalajara)-, resultaron un antónimo a la bravura. Los seis toros que echaron en el coso riazano evidenciaron que la ganadería salmantina se encuentra en el sótano de la casta. De embestidas rectilíneas, sueltos, sin emoción y sin fuerza en los picadores dejaron un pobre espectáculo, en el que los toreros no tuvieron opciones. El que más seguro se mostró fue Damián Castaño, que paseó una oreja y dio una vuelta al ruedo. Alberto Lamelas y Gómez del Pilar cumplieron el trance sin pena ni gloria.
Mucho respeto se vivió en la apertura de feria. Lo mejor fue el aspecto en los tendidos: alrededor de tres cuartos a ojos de un vistazo general. No fue casualidad. Los vecinos de Riaza, con el Ayuntamiento como encargado de comandar la autogestión, volvieron a volcarse en la organización de sus festejos taurinos, que llevan hasta varios años confeccionando esta feria -tras el parón acusado por la pandemia-, para poner de manifiesto su ya marcada identidad ‘torista’. Todo para el toro; todo para el pueblo.

Abrió plaza un toro de manos bajas, aquerenciado por el encierro, que salió suelto del capote de Lamelas. Manso, sin enterarse de lidia. Entró al caballo sin ningún brío y quedó agarrado en el centro. Se quedó corto en la muleta del jienense, que estuvo aseado pero sin brillo. Desrazado y sin casta evidenció que los bueyes del encierro matinal tenían más emoción. Terminó por rajarse y Lamelas hasta aprovechó para ponerse de rodillas. No era para ello. La falta de transmisión fue tal que ni el karma quiso jugársela a espadas: buena estocada y pitos al astado.
El segundo de su lote se estaba rifando para la de rejones del lunes por presunto tocamiento de pitones. Dentro de la característica morfología del linaje, tampoco ofreció juego. Las peñas lo pedían para ordeñar -por su parecido pelaje al de las vacas lecheras-. mientras Lamelas se gustaba y estuvo cómodo, sin oponente. Cobró un buen espadazo sin rédito final.

Hondo, con papada y una cara como la de una suegra fue el segundo de Barcial, al que Castaño rápido lo enderezó. La seguridad con la que anda el salmantino es todo un pulso para los toreros que se anuncian con las duras. En esta ocasión hasta funcionó con los aceros ante un antagonista que, sin tener emoción, se dejó. Buena actuación que fue premiada con una oreja.
Castaño volvió a estar dispuesto con el segundo de su lote, un astado que aún tuvo movilidad pero tuvo una embestida rectilínea sin raza. Tardó en caer tras el uso de los acero y dio una vuelta al ruedo. El ejemplar de Barcial fue pitado.

Con otro son salió el tercero, más en Vega-Villar y también más basto. Sin ser malo, aunque sin fondo ni repetición, se dejó, pero pronto se apagó. Tampoco lo apretó Del Pilar, que puso en liza la segunda rama de su toreo: la de estar sin transmitir. He ahí un serio problema para este torero, que a día de hoy tiene el crédito en el aire.
Manso y rajado fue el que cerró plaza, que no dio ninguna opción a Del Pilar. Abrevió el diestro ante el cabreo de las peñas para poner el broche a un soberano aburrimiento.
Ficha
Plaza de toros de Riaza (Segovia). Primera de la feria de la Virgen del Manto y Hontanares. Alrededor de tres cuartos de entrada. Toros de Barcial, descastados y faltos de raza.
Alberto Lamelas, silencio y saludos.
Damián Castaño, oreja y vuelta al ruedo.
Gómez del Pilar, silencio y pitos.
Saludó en banderillas Ángel Otero, tras parear el sexto.