Quintos de Turégano, con sus carteles. / Guillermo Herrero
Quintos de Turégano, con sus carteles. / Guillermo Herrero

Quien ayer pasara por la villa de Turégano poco después de mediodía y viera a los quintos de 2018 colocando a la entrada de la iglesia parroquial unos carteles con frases reivindicativas pudo pensar que aquello era una manifestación o un acto de protesta. Nada más lejos de la realidad. Se trataba de dar continuidad a una vieja tradición tureganense.

La mañana de Domingo de Resurrección, los quintos ponen, en lugar visible, rótulos o pancartas sobre sucesos del último año en la villa episcopal. Eso sí, siempre con un tono crítico no exento de humor. Y sin faltar el respeto a nadie. En esta ocasión, el principal reproche era relacionado con las multas de tráfico en Turégano. “Se están poniendo demasiadas por aparcar, la gente está bastante enfadada aquí, y nosotros hemos querido reflejar ese malestar”, explicaba Jairo Puig, uno de los once quintos de 2018.

El grupo no se limita a poner carteles. También cuelga naranjas de la imagen de Santiago Apóstol situada en la frontón de la iglesia. Antaño se ponía igualmente junto a esa figura en piedra un gallo o gallina, pero la sensibilidad actual en relación a los animales ha hecho decaer ese uso. Ayer los quintos sí llevaron un gallo a la entrada del templo, aunque no fue subido con Santiago Apóstol.

Si alguien piensa que estos rituales muestran la falta de implicación de los quintos de Turégano con su Semana Santa, yerra. “Nosotros llevamos a hombros la imagen de Cristo en la procesión de Viernes Santo —quiere aclarar Puig—; y también nos encargamos de las velas”.

Hoy, Lunes de Pascua, los quintos seguirán activos. “Iremos con un burro y un carro por todo el pueblo, pidiendo dinero, y también pararemos a los coches que pasen por aquí”, avisa el propio Puig. El objetivo último es recaudar el máximo dinero posible para las fiestas de este año.

¿Y qué significado tiene toda esta liturgia de los quintos de Turégano? Posiblemente sean ritos de paso, con un sentido iniciático. Los quintos quieren ser ya considerados adultos, y desean ejercer un protagonismo justo en un día importante del año, Domingo de Resurrección, cuando se festeja la victoria de Jesucristo sobre la muerte y, al tiempo, se anuncia la llegada de la primavera.

El caso de Turégano se puede extrapolar a numerosos pueblos de la provincia de Segovia. Así, está documentado que en otra fecha relevante, la de Año Nuevo, los quintos de Aldea Real se hacían notar “colgando la tableta” en el Ayuntamiento. En ella firmaban, con sus iniciales, todos los componentes del grupo. Algo parecido pasaba en Mozoncillo, donde en un poste del pueblo se ponía “la tabla”, especie de cartel de madera, de gran tamaño, donde escribían versos satíricos, comentarios a la vida municipal del año anterior, caricaturas…Y usos no muy distantes se han mantenido, también el primer día del año, en pueblos como Bernardos o Lastras de Cuéllar.

Ajenos a estas últimas consideraciones, los quintos de Turégano se dedicaban ayer a divertirse, todos ataviados con idéntico traje, demostrando así su pertenencia al colectivo.

Su actuación bien merece una reflexión. Los quintos se resisten a desaparecer, a pesar de que el servicio militar obligatorio —la primera razón de su existencia— forma ya parte del pasado. Lejos de estar en peligro de extinción, los quintos han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, integrando con total normalidad a las mujeres, con el impulso que ello ha supuesto.

Y hoy, perviven algunos ritos de paso ‘tradicionales’, como éste de poner carteles en Turégano el Domingo de Resurrección. Pero lo más normal es que tales ritos estén siendo sustituidos por otros, con idéntico fin pero muy diferentes formas. En la provincia hay, pues, quintos para rato…