1 narradores WEB
Raquel Queizás durante su narración en La Estación de El Espinar. /E.A.

El pasado lunes comenzó el XXII Festival de Narradores Orales en La Estación de El Espinar con una maravillosa sorpresa: se han sustituido las criminales sillas metálicas por otras nuevas mucho más cómodas. Vaya por delante el agradecimiento al Ayuntamiento de El Espinar por tan agradable sorpresa. Aunque esta no fue la única, ya que este año el Festival ha recuperado su naturaleza nómada, y las sesiones de narración vuelven a repartirse entre los distintos núcleos del municipio.

Esta primera noche comenzó cálida para luego dejar paso a una brisilla que acompañaba bien las historias de aldea gallega. Porque Raquel Queizás se presentó como niña criada en aldea por los abuelos mientras sus padres trabajaban en Suiza, lo que le permitía conocer muchas historias a través de esa abuela curandera y pulpera.

Así, por la contada de la gallega Queizás desfilaron mouras (diosas de la tierra que guardan tesoros), la Santa Compaña, xacias (sirenas del Miño), mujeres lobas; pero también un cuñado que se funde con un paraguas o un niño que se suicida porque nació siendo viejo y con el tiempo descumplía años.

Rememorando su infancia casi salvaje, la orensana fue engarzando estas historias “oídas” a unas y otros para mostrar esa Galicia mágica de la tradición oral, pero también de grandes autores del “realismo mágico” gallego como Cunqueiro y Dieste –y habría estado bien que los hubiese citado porque tras oír sus cuentos, apetece saber y leer más de ellos–.

Raquel Queizás contó a veces sentada y a veces de pie, incluso durante el mismo cuento. La narración pura le pedía la silla, pero su concepción teatral de los cuentos le hacía levantarse una y otra vez para mostrar posturas, movimientos o voces de los distintos personajes.

No hacía falta tanto movimiento, tanto cambio de voz o tanta postura –al igual que no hace falta tanta pregunta a un público que ya está metido en la historia–. Ella misma lo demostró, pues cuando se llegó a la hora y preguntó si seguía contando el público contestó que sí (¿tendría algo que ver la comodidad de las sillas?), entonces empezó lo verdaderamente bueno: cada vez se movió menos de la silla, contó en intimidad, desarrolló aún más la complicidad que había conseguido a lo largo de la contada, disfrutó contando, lejos ya de las ataduras de la idea de espectáculo, e hizo estremecer a los que escuchaban creando un clima de miedo o de emoción, según lo que contase.

Esta noche el Festival de Narradores acaba (¡sí, tan pronto!) con más tradición, con un viaje a lo más profundo de África y a lo más profundo del ser humano. Hoy, en el Patio de la Bola del antiguo colegio de El Arenal, en El Espinar, se escuchará al camerunés Boni Ofogo a las 20.00 horas con público familiar y a las 22.00 con público adulto. Poniendo el punto y final a la edición de 2022, muy esperada por el exigente y aficionado público espinariego.