En el bar Faustino se vive el fútbol con pasión, sobre todo cuando juega el Rayo Vallecano. Cada vez que el equipo madrileño tiene partido, los aficionados del pueblo se congregan nerviosos allí, frente al televisor, a animar a su paisano, Jorge de Frutos, el hijo pequeño de Faustino y María Jesús. Camisetas y fotos del joven futbolista decoran las paredes del bar de su padre, convertido en una especie de minúsculo estadio. Este entusiasmo por el jugador no se ciñe exclusivamente al lugar de su cuna. En una provincia casi huérfana de ídolos del balompié, la llegada de De Frutos a la élite ha supuesto la culminación de una ilusión. Por fin Segovia tiene un futbolista entre los mejores. A consecuencia de la feliz noticia, hay quien ha rebautizado a Navares de Enmedio como “el pueblo del futbolista”. Él sonríe cuando se le indica tal ocurrencia, aunque sin querer dar más importancia a la frase.

Los hechos parecen demostrar que, cuando nació, De Frutos llevaba el fútbol en la sangre. Sus primeros malabares con el balón tuvieron como escenario el frontón del pueblo, mientras se entretenía a diario con su hermano mayor, Roberto, y tres hermanos (Mario, Fran y Sergio). Él disfrutaba especialmente los fines de semana, cuando se organizaban partidos “con los que venían de Madrid”. “Yo el fútbol lo tenía como diversión”, recalca. Como en la comarca no existían clubes con categorías inferiores, tuvo que esperar a cumplir la edad requerida para entrar en el equipo cadete del CD Sepúlveda. Allí empezó a dar muestras de su verdadero potencial como delantero. Militó luego el CD Cantalejo, que también se le quedó pronto pequeño. Su enorme calidad le invitaba a nuevos retos, fuera de la provincia. Y marchó a Madrid.

El equipo juvenil del Rayo Majadahonda le abrió las puertas, y en esa casa siguió sorprendiendo a todos, pues tras subir a la primera plantilla del club, contribuyó de forma decisiva a su ascenso de categoría. Los ojeadores del filial del Real Madrid, siempre atentos a los nuevos valores, ya se habían fijado en él y lograron su fichaje. Tras un periplo por el Rayo Vallecano y el Real Valladolid. En julio de 2020 fichó por el Levante U. D. por cinco temporadas. Estuvo tres de ellas en las que anotó trece goles en en los 112 partidos que disputó. Se marchó en agosto de 2023 para regresar al Rayo Vallecano.

La fama no le ha hecho cambiar. Con total naturalidad, explica la ajetreada vida de su familia, sirviendo en el bar pero dedicando también tiempo a labrar algunas tierras y cuidar cerdos. Y no tiene inconveniente en reconocer que el trabajo en la barra del bar no era para él. “Yo prefería estar en la cocina, con mi madre, preparando pinchos, a tener que salir a poner botellines”, afirma. Eso sí, su sencillez torna en orgullo cuando se le pregunta por las fiestas de Navares de Enmedio. “Son las mejores; no las cambiaría por nada”, recalca.

Iglesia de Santiago Apóstol.
Iglesia de Santiago Apóstol.

A descifrar el templo
Adivinar los orígenes de la iglesia de Santiago Apóstol resulta un asunto peliagudo. En esa tarea, ofrece algunas pistas la fachada principal, donde se aprecian sillares de estilo románico. Tal certeza lleva a pensar que el templo actual, diseñado en el siglo XVI, se reedificó sobre otro anterior, derruido, o reutilizó piedra procedente de otros edificios del entorno. Posiblemente sea lo primero. Una más detallada mirada al antedicho muro revela, por una piedra tallada, una de las aficiones de los hombres de la Edad Media, el juego del alquerque, considerado un precedente del de las damas. Un entretenimiento de aquella época, vaya. Ya en el interior de la iglesia, lucen un Cristo crucificado, del siglo XIII; el retablo mayor, rematado por un ático de forma semicircular donde se colocó un cuadro representando a Santiago Apóstol luchando contra los moros; y una bellísima cruz parroquial.

El futuro de los pueblos
Jorge de Frutos, el futbolista, es perfectamente consciente del grave problema de despoblación existente en toda la comarca. “La gente joven –señala-, cuando acaba el bachillerato, tiene que marchar fuera si quiere seguir estudiando, y luego resulta complicado volver”. Los múltiples atractivos de la ciudad y la escasa oferta de trabajo en el campo pesan, y mucho, a la hora de plantearse el regreso a casa. “Yo veo algunos chavales que están intentando quedarse en el campo y que los pueblos resurjan, pero no les está resultando fácil”, agrega De Frutos. “Esperemos –concluye- que se revierta la situación actual y los pueblos vuelvan a ocuparse”.

Ayuntamiento.
Ayuntamiento.

El campo y sus peligros
Perpetuamente, labrar la tierra y cuidar al ganado han exigido a sus protagonistas sudor y lágrimas. Y no pocas veces, también sangre. Sin embargo, tanto sacrificio derramado ha acabado siendo borrado por el inexorable paso del tiempo. En rara ocasión queda memoria del lugar donde un hombre entregó su vida mientras faenaba. Por estos pagos existe uno. Se llama la Cruz de Ramón, y quienes por allí pasan reconstruyen mentalmente el trágico final de un pastor así llamado, caído por la furia de un rayo mientras apacentaba sus ovejas.

El vuelo más elegante
Posiblemente, el vuelo del aguilucho cenizo (Circus pygargus) sea de los más gratos de contemplar. Es elegante, con aleteos relajados. A veces, da la impresión de que el animal baila. Una imagen preciosa, en definitiva, pero tras la cual se esconde el grave problema de la especie, el de su bajo éxito reproductor, debido sobre todo a la mecanización de las tareas agrícolas, pues el aguilucho cenizo anida en el suelo, entre cultivos de cereal, y en no pocas ocasiones las máquinas cosechadoras devoran los nidos cuando los pollos todavía no vuelan. Por fortuna, la situación parece haber mejorado en los últimos años, y en Navares de Enmedio no resulta raro ver algún ejemplar revoloteando con suavidad sobre los trigales.

Casa del Jardín.
Casa del Jardín.

Pleitos vecinales
Escribe Camilo José Cela, en su delicioso libro de viajes Judíos, moros y cristianos, que cada 12 de mayo se reunían en la ermita de San Gregorio, perteneciente a Castroserracín, los mozos de esa localidad y los de Navares de Enmedio, a merendar y a bailar. Pero “casi todos los años suenan algunas tortas”. Vamos, que la función acababa como el rosario de la aurora. Rivalidades de pueblos vecinos, vaya.

De la pretérita industria
En tiempos, Navares de Enmedio fue plaza industrial. Según cuenta Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX llegó a contar con cuatro molinos harineros y un batán de sayales, “que por falta de agua solo puede trabajar en invierno”. De aquellas viejas factorías, hundidas por el inexorable paso del tiempo, todavía quedan algunos muros. Uno de los molinos estuvo a punto de ser restaurado para casa rural, pero, ¡ay!, el proyecto no llegó a cogüelmo. Eso sí, en el pueblo se conserva el molino eléctrico promovido por Paco Cid. Y aunque hoy ya no recibe corriente, se encuentra en perfecto estado, dispuesto para ser arrancado de nuevo.

Molino de Santa Ana.
Molino de Santa Ana.

El quehacer diario de un panadero rural
Pedro San Frutos mamó el oficio de panadero. Su padre, Bruno, tenía una tahona, y él empezó a echar una mano siendo niño, con siete años, repartiendo a lomos de una burra. Hace casi 40 años cogió el testigo de su progenitor, y todavía hoy él y su mujer, Rosa María Cid, siguen madrugando para elaborar el pan que luego llevarán en una pequeña furgoneta a 16 pueblos de la comarca. “Ahora mismo, este negocio no es rentable”, asegura. En un pueblo vende siete barras de pan, en otro diez… “Si te pones a pensarlo, en los meses de invierno no sacamos ni para el gasoil y las ruedas que gastamos”, agrega. Y así, avisa que “va a ser complicado que la panadería tenga continuidad”.

Los dinteles hablan
Para saber cuáles fueron los momentos de mayor esplendor de Navares de Enmedio no es necesario acudir a libros de historia, solo hace falta deambular por sus calles y observar las fachadas, pues era costumbre inscribir en los dinteles de las casas la fecha de su construcción. Se conservan dinteles grabados antiquísimos, como el de la Plaza de la Fuente, de 1736, donde se lee “Esta casa la hicieron” y algunos de factura reciente; los hay de gran belleza, como el del edificio de 1912 de Baltasar Yglesia, que incluye un magnífico busto, y otros más sencillos… Pero lo que resulta evidente es que tras la Guerra Civil el número de dinteles con inscripción baja, reflejando así la decadencia del pueblo en la segunda mitad del siglo XX.


* Extraido del libro: Por el Ochavo de las Pedrizas y Valdenavares (2021).

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Por el Ochavo de las Pedrizas y Valdenavares


Editado por Enrique del Barrio.