Cuando uno toma en Alquité el desvío hacia Martín Muñoz de Ayllón imagina que por esa estrecha carretera acabará llegando a un recóndito lugar prácticamente abandonado, con la mayoría de sus viejas casas caídas y reducido número de vecinos. Pero esa idea es fugaz; comienza a derrumbarse antes de llegar al pueblo, nada más ver una señal de tráfico dirigiendo a los coches a un parking disuasorio cuya finalidad no es otra que la de evitar su acceso al casco histórico. Tal detalle hace comprender al forastero, de inmediato, que Martín Muñoz de Ayllón no es el típico caserío desasistido y yermo. Allí flota una sensibilidad especial, la de alguien empeñado en lograr que los vehículos no atropellen la arquitectura tradicional y sus moradores. Como es de ley, el pueblo se debe descubrir a pie.
Un apacible paseo por las rústicas calles permite constatar la verdad de una sentencia pronunciada por Jeromín, de Alquité, quien advirtió al visitante que, “de todos los pueblos de esta zona, el que más ha cambiado en los últimos años es Martín Muñoz de Ayllón, donde la mayoría de las viviendas son nuevas”. Lo llamativo del caso es que las casas tradicionales conviven en buena armonía con las contemporáneas, y ello sin perder el ambiente rural castellano. Se aprecian además multitud de detalles que invitan a pensar en que uno o varios artistas han intervenido allí, en el diseño actual del pueblo.
En este punto, resulta obligado citar nombres propios. Los dos primeros son los de los arquitectos Enrique Herrada y Marta Maíz, llegados al pueblo hace cerca de un cuarto de siglo. La pareja levantó de inicio una casa, para su familia, resistiéndose durante un tiempo a rehabilitar o construir más edificios, a pesar de las peticiones recibidas. “No queríamos ser los responsables de las goteras de las viviendas de nuestros vecinos”, bromea ahora Herrada. Pero finalmente acabaron cediendo. Y hoy, ocho casas de Martín Muñoz de Ayllón llevan su firma, un trabajo con el que se ha ido conformando el pueblo a su entender.
En cualquier caso, Herrada quiere huir del protagonismo y cuando se le pregunta quién es el ideólogo de las obras de arte expuestas en las calles apunta directamente a Joseba Sánchez Zabaleta, vecino que fue de Martín Muñoz de Ayllón. “Él es un artista pleno; daba gracia y naturalidad a todo lo que tocaba”, asegura el arquitecto. Durante un tiempo, ambos desarrollaron un ‘taller de paisaje’, que les llevó a realizar “pequeñas intervenciones en la naturaleza”, todavía hoy visibles. “Hicimos infinidad de cositas y nos divertimos muchísimo”, recuerda Herrada.
Pateado ya todo el pueblo, resulta obligado tomar una vereda para dirigirse a la iglesia parroquial, dedicada a San Martín de Tours. Allí se mira a la montaña, a la Sierra de Ayllón, que se manifiesta en toda su magnificencia.
En recuerdo de Robert van Dionant
A finales de los 70, el belga Robert van Dionant hizo una excursión desde La Granja, donde veraneaba, a la Sierra de Ayllón. Quedó encandilado. “Le enamoró esta arquitectura, este paisaje”, refiere su hija Piluca. En Martín Muñoz de Ayllón compró un arruinado molino harinero, sin luz eléctrica, al que se llegaba por un estrecho sendero. Reconstruyó el edificio, conservando su alma, y allí pasó algunos de sus mejores momentos. También se implicó en mejorar el pueblo, sobre todo a raíz del desplome de una buena parte de la iglesia parroquial. “Fue él quien promovió su rehabilitación”, agrega Piluca, quien insiste en que “todo el pueblo colaboró” en la obra. Hoy, en una gran piedra situada a la entrada del templo hay una placa con la siguiente leyenda: “A la memoria de don Robert van Dionant, por la dedicación a nuestro pueblo. Tus amigos y vecinos de Martín Muñoz no te olvidan. 15 de marzo de 2014”.
Pueblo amarillo
El término ‘pueblos rojos y negros’, acuñado a inicios de los años 80, se amplió más tarde, cuando comenzó a promocionarse ‘la ruta del color’, que daba cabida también al amarillo. Se entendía como ‘pueblos amarillos’ a Alquité y Martín Muñoz de Ayllón, argumentando a favor de esa denominación que en ambos no sobresalía el rojo o el negro, sino una llamativa combinación cromática dominada por el amarillento de las cuarcitas, que dejaba en un segundo papel a las negras pizarras y al rojizo de tejas y revocos. Con el tiempo, la expresión ‘pueblos amarillos’ también triunfó, y con esa marca se promocionan hoy Alquité y Martín Muñoz de Ayllón.
“Como un flechazo”
A mediados de los años 90, Enrique Herrada buscaba un pueblo donde comprar una casa. Quería descansar los fines de semana y, al tiempo, conseguir que sus hijos pequeños conociesen el modo de vida en el campo. Cuando llegó a Martín Muñoz de Ayllón sintió “como un flechazo”. Era el lugar idóneo. Recuerda todavía su primera conversación con un vecino, Vicente, que apareció de improviso con una yegua. El arquitecto le preguntó si había alguna casa en venta, y el lugareño, tras ofrecer detalladas explicaciones al respecto, se interesó por dos cuestiones. “Él quería saber si nosotros pretendíamos construir un edificio y si sabíamos jugar a las cartas”, relata Herrada. Con el paso del tiempo cuajó una sincera amistad entre Vicente y su esposa, Calixta, y el matrimonio de forasteros “Lo cierto es que compartimos con ellos experiencias preciosas”, asegura Herrada, quien destaca de esa convivencia “la confrontación de dos mundos diferentes”, la del urbanita cosmopolita y la del campesino que nunca ha salido de su pueblo. Todavía hoy el arquitecto rememora alguna de las lecciones recibidas de Vicente, del que Herrada evoca “su perfecto conocimiento del entorno”. “Todo lo que ocurría en la naturaleza tenía para él un significado, por eso era un hombre sabio”, concluye su amigo.
Una arquitectura singular
Insiste Enrique Herrada en afirmar que la arquitectura popular de Martín Muñoz de Ayllón era “muy humilde”, si bien los lugareños vivían “con perfecta dignidad” en aquellas casas de pétreos muros y cocina de lumbre baja, donde los vanos al exterior se cerraban con madera, nunca con vidrio. Martín Muñoz se ha modernizado en los últimos años, y aunque el arquitecto reconoce que el pueblo “es hoy un poco Disneylandia”, defiende a renglón seguido sus proyectos, que él pretendía “que fueran la expresión de su tiempo, aunque integrados en el entorno”. El observador juzgará si la arquitectura vernácula y la actual conviven sin chirriar.
Síndrome de Stendhal en la Sierra de Ayllón
Un aviso. En Martín Muñoz de Ayllón se puede padecer el síndrome de Stendhal. Quien quiera saber si sufre esa enfermedad psicosomática, causada por la exposición a la belleza, solo tiene que mirar a la montaña desde las inmediaciones de la iglesia. Cada persona reaccionará de una forma, pero lo que es seguro es que todos quedarán extasiados. “El pueblo se encuentra situado a la distancia perfecta de la Sierra para que, a los ojos del observador, la montaña se haga impresionante”, resume Enrique Herrada. Toca, pues, relajarse y disfrutar del paisaje, posiblemente uno de los más espectaculares de la provincia de Segovia, con la Buitrera presidiendo la escena.
Un robledal de tipo ayllonense
En Martín Muñoz de Ayllón, el árbol predominante es el roble. Sus ejemplares conforman un robledal algo diferente a otros de la provincia de Segovia. Es ‘de tipo ayllonense’, según la expresión utilizada por los expertos en la materia. Tal variedad de robledal destaca por su elevada humedad, acogiendo abundante brezo, arbusto de gran interés para los apicultores por su tardía floración, a finales de verano. Además de robles, Martín Muñoz de Ayllón cuenta con una curiosidad botánica, un espectacular jerbo, cuyos frutos, las jerbas –unas peras de pequeñas dimensiones- con saboreadas cada año por los vecinos del lugar.
Petroglifos en Sanchipuza
Mientras el ganado pacía en las verdes praderas de Sanchipuza, los pastores de Martín Muñoz de Ayllón se entretenían grabando en las cercanas rocas sus nombres o sencillas figuras naturalistas, como los aviones que surcaban el cielo. El paso del tiempo ha erosionado las inscripciones y los líquenes han cubierto parcialmente su superficie, pero todavía se pueden leer algunas (“Epifanio Encinas Ybañez”, “Justo Arranz de Martín Muñoz de Ayllón Segovia”, “Tomás”, “Ángel 18-11-52”, “Aurelio Arranz”). La mayoría de los grabados fueron hechos utilizando la técnica de la incisión, con una afilada navaja, aunque también hay alguno piqueteado. Se podría intuir que casi todos fueron elaborados a mediados del siglo XX, quien sabe si siguiendo una antigua costumbre pastoril del pueblo.
Célebres guindas
Hasta no hace muchos años eran célebres las guindas de Martín Muñoz de Ayllón. Ya no se cultivan guindos, aunque cerca del pueblo queda un topónimo, La Guindalera, revelador de tal dedicación de la tierra. En la Sierra de Ayllón, la producción de guindas no se ceñía exclusivamente a este pueblo. Estebanvela también se enorgullecía de sus guindas, y de sus ciruelas.
La Chorrera
Uno de los tesoros escondidos en la falda de la Sierra de Ayllón es la Chorrera de Martín Muñoz, que bien merece un paseo, de algo menos de tres kilómetros. La dificultad de la empresa es baja, pero conviene llevar un mapa para no perderse en la montaña. De acuerdo a las explicaciones ofrecidas en la guía ‘Caminos naturales por Riaza y alrededores’, la ruta comienza en el aparcamiento de Martín Muñoz de Ayllón, desde donde el caminante debe dirigirse a la iglesia. De allí parte un camino, descendente, que llega al arroyo del Espinar. Tras cruzarlo por un rústico puente de madera se sube por un cortafuegos, tomando el primer camino a la izquierda. Se pasa después por la pradera del Maillar, entrando luego en un robledal donde se aprecian las ruinas de una caseta de pastores. Ya en la última parte del recorrido, toca bajar por un monte bajo. Aparece un pequeño arroyo, que hay que cruzar, y luego el arroyo de la Chorrera, por cuya ribera se asciende, aguas arribas, hasta toparse con la maravilla natural.
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*Extraido del libro Del Color de la Tierra (2019). Un recorrido por los pueblos rojos, negros y amarillos de la Sierra de Ayllón segoviana.
Coeditado: Librería Cervantes y Enrique del Barrio
https://libreria-cervantes.com/libro/del-color-de-la-tierra_27206
https://enriquedelbarrio.es/tienda/libros/del-color-de-la-tierra-un-recorrido-por-los-pueblos-de-la-sierra-de-ayllon/