La localidad de Marazoleja está situada a 26 kilómetros de Segovia, en la zona central de su provincia y, a una altitud de 900 metros sobre el nivel del mar, por lo que durante el invierno su temperatura es especialmente baja. Durante el periodo comprendido entre 1970 y 1982 perteneció al municipio de Sangarcía .
El nombre de Marazoleja es un diminutivo de Marazuela, otra villa que se encuentra en el límite de su término municipal pero, en la actualidad, el primero de los municipios tiene una población más numerosa que su hermano mayor.
En este mismo término municipal se encuentra el despoblado de Redonda, que se ubicaba en el lugar donde hoy se alza el Caserío de Redonda el Viejo, el pueblo pertenece a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia y al Sexmo de Trinidad y, se supone que fue repoblada por los francos.
La Villa Medieval de Marzoleja se fundó en el siglo XIII y, a partir de esta fecha, aparece en los textos encontrados con este nombre que ha mantenido hasta ahora, aunque está demostrado que esta zona estaba habitada desde mucho antes por los romanos.
La agricultura y la ganadería han sido desde siempre la base de su economía aunque hoy, las pensiones de su población, pues casi todos los vecinos son jubilados, son una dura competencia.
También hay que destacar que hasta hace unos años, Marazoleja tenía fama por la destilación del orujo que provenía del vino que, para consumo propio, se elaboraba en el pueblo. De hecho, aunque ya hay menos viñas, aún hay tres o cuatro vecinos (entre ellos el alcalde) que continúan con esta tradición.
Sobre el «destilador» que iba de casa en casa, recogiendo los vinos o restos de vino que quedaban para destilarlo allí mismo, aún los vecinos lo recuerdan. Su nombre era Liborio Bernardo (El Relojero).
Liborio Bernardo
Los vecinos presumían y, aún lo hacen, de que su orujo era suave pero lo cierto es que hacía saltar las lágrimas… Era principalmente una bebida de hombres y para ellos era habitual tomar una copa en la taberna antes de comenzar la tarea en el campo. Hoy, esta localidad, sigue manteniendo su tradición.
Liborio Bernardos, el último «destilador» oficial, falleció hace unos 15 años pero mientras vivió transmitió sus conocimientos en este arte de destilar aguardiente, de casa en casa, con su alambique. Los propios vecinos cuentan que Liborio aprendió de su padre y este, a su vez, del suyo.
Marazoleja ha sido siempre tierra de vides y vinos como tradición, para disfrutarlo en casa y con amigos. En otoño, tras la vendimia, la uva pasaba al lagar — aún hoy queda alguno— y se preparaba el vino. Cuando el vino pasaba a las cubas, con los restos de hollejos que quedaban se obtenía el orujo que se conservaba hasta que llegaba Liborio durante el invierno y, con su alambique, hacia el aguardiente.
No era esta la única localidad que Liborio recorría con su alambique para elaborar aguardiente pues Juarros de Río Moros o Paradinas se encontraban en su campo de acción y, aún hoy, cuando ha pasado el tiempo, los vecinos recuerdan cuando les preguntas que el aguardiente. ¡Estaba muy bueno!.
El Alambique
Es un aparato utilizado para la destilación de líquidos mediante un proceso de evaporación por calentamiento y posterior condensación por enfriamiento. Este aparato fue inventado en el siglo X por el sabio persa Al-Razi para producir perfumes, medicinas y alcohol procedente de las frutas fermentadas. Normalmente se fabricaba en cobre pero, hoy se utilizan distintas aleaciones o acero inoxidable.
Patrimonio
Marazoleja puede presumir de contar con la iglesia parroquial de San Juan Evangelista que está ubicada en uno de los extremos del casco urbano. El edificio es compacto, de planta rectangular y fue construido en el siglo XVI con rasgos de estilo gótico. En su interior destaca un impresionante artesonado mudéjar con limas ochavadas en la nave central y su torre de dos cuerpos rematada con un chapitel de pizarra desde el que se divisa una vista increíble de la Sierra de Guadarrama. En el interior del templo destacan, también, varios retablos entre ellos el del altar mayor, con columnas salomónicas y pinturas de los segovianos Francisco Herranz y Luis Gomes, del siglo XVII. En la entrada del pueblo, dentro del cementerio, se encuentra la ermita de Santa Catalina.
Si la arquitectura religiosa es destacable, la civil no lo es menos pues, existen varios edificios con fachadas con dinteles centenarios, dignas de verse. En lo relativo a las costumbres, Marazuela cuenta con un Potro de Herrar que tiene su propia leyenda… Este instrumento, utilizado hasta hace unos años para herrar al ganado, en esta localidad está pintado de colores y dicen que inspiró parte de la obra del pintor vanguardista holandés Piet Mondrian (Países Bajos 1872- Nueva York 1944)…
Pero, en Marazoleja, también destacan los parajes naturales que rodean al pueblo: el valle del Río Zorita, pinares, y la confluencia del río Zorita con el río Moros (paraje denominado «El Chorrillo), son algunos ejemplos. En estos lugares es habitual ver una diversa fauna compuesta por zorros, águilas reales, milanos, buitres, liebres… y otras especies cinegéticas. Existe también el conocido como Paraje de la Dehesa y el Prado, que son explotados para la agricultura y la ganadería porque, desde siempre, esa ha sido la base de su economía.
Fiestas
Las fiestas principales de Marazoleja son: las que se celebran en honor a Santa Catalina de Siena, el 30 de abril y 1 de mayo y, las de San Juan Evangelista, el 27 de diciembre. Durante el verano, cuando la población de Marazoleja se multiplica por tres o cuatro, se celebra una semana cultural (3ª semana de agosto) en la que colabora todo el pueblo y, de forma muy especial, las dos asociaciones que en él desarrollan su labor: la asociación San Juan Evangelista, en la que participan los jóvenes y, la asociación Fuente del Parral, de la que son miembros los jubilados del municipio.
Marazoleja hoy
Miguel García Santos (PP), es el alcalde de este pequeño municipio segoviano desde el año 2007. El alcalde se lamenta de que residiendo en el pueblo, Marazoleja cuenta con unos 125 habitantes censados pero, solo unos 70 u 80 residen de forma permanente en él y, casi todos muy mayores, hay poca juventud.
Entre los proyectos que este pequeño ayuntamiento tiene para poner en marcha lo antes posible se encuentra el cambio de redes de agua potable que, como en muchos puntos de la provincia, tiene conducciones de fibrocemento que, por ser perjudiciales para la salud, deben ser retiradas y sustituidas por otras fabricadas con materiales más actuales y saludables.
García Santos también comenta que les falta la realización del asfaltado de «un par de calles» y quieren arreglar el depósito del agua y sus tuberías. Así mismo, recuerda que en los últimos años han arreglado dos Parques que existen en la localidad, el de «La Fuente del Pueblo» de toda la vida, donde antiguamente se iba a por el agua con los cántaros y, el de «Los Lavaderos». Antes, desde la fuente el agua corría hasta el otro parque en el que se encontraban las dos pilas en las que los vecinos lavaban la ropa, una era para lavar y otra para aclarar. En estos parques, el ayuntamiento instaló aparatos para hacer ejercicio, destinados a los más mayores y, columpios y toboganes para los niños.
Miguel García, alcalde de Marazoleja, también ha comentado que en los últimos tiempos se ha sustituido parte del alumbrado público del pueblo, en el que han cambiado la mitad de las bombillas de sodio a leds aprovechando una subvención de la Diputación Provincial. De momento les falta el otro 50% que llevarán a cabo cuando reciban la subvención correspondiente.
Y, para terminar, el alcalde expresa un deseo para poner en marcha en el futuro, cuando se pueda, poder cubrir el Frontón del pueblo.
Dónde comer y dormir
En esta pequeña localidad, que solo en verano supera con holgura los 100 habitantes, existió alguna casa rural que hoy ya no funciona como tal y, a la hora de comer, hay un bar, junto a la piscina que gestiona la asociación San Juan Bautista en la que se preparan algunas tapas pero… Pero eso no es un problema porque es una zona donde encontramos estupendos establecimientos en los pueblos cercanos e incluso en Segovia capital.
RECETAS: PATATAS A LA IMPORTANCIA & ROSQUILLAS
La gastronomía de esta localidad es similar a la que encontramos en el resto de la provincia: carnes, guisos, matanza y dulces caseros son una parte importante de su día a día.
En Marazoleja vive Pilar Lorente, ella ha sido quien se ha encargado de acercarnos a su vida ante los fogones con uno de los platos que habitualmente consumen en esta localidad.
* Patatas a la Importancia
Ingredientes: patatas, harina, huevo, aceite, ajo, cebolla, pimiento verde, laurel, azafrán, gambas peladas, almejas, pastilla de avecrem.
Modo de Preparación: se pelan las patatas y se cortan en rodajas de medio centímetro de grosor, se rebozan en harina y huevo batido y se fríen en abundante aceite. Reservarlas.
Con un poco de aceite, en una cacerola amplia, se sofríen ajos, cebolla, pimiento verde y una hoja de laurel con un poco de harina para que espese. Se añaden las hebras de azafrán y un poquito de vino blanco. Se deja que cueza y se pone agua hasta cubrir las patatas. Cuando estén a medio cocer se añaden unas gambas peladas y/o unas almejas. Se ajusta la sal o se pone una pastilla de avecrem y, ya está.
De esta receta, que pertenece a un plato tan tradicional, Pilar Llorente ha pasado a un postre que se encuentra en la misma situación:
* Las rosquillas
Ingredientes: 6 huevos, una taza de tamaño normal de aceite de girasol, 3 cucharadas pequeñas de bicarbonato, ½ taza de anís de botella (licor), ½ Kg de azúcar, 2 limones
Modo de hacerlo: se baten bien los huevos y se van poniendo los ingredientes, el aceite se pone en último lugar, poco a poco. Con los limones, se hace el zumo de 1 limón y se pone la ralladura del otro y, para terminar, la harina que haga falta hasta que quede una masa con la que se pueda trabajar.
Después de freírlas en abundante aceite y ponerlas sobre un papel de cocina para que adsorba el exceso de aceite, se puede poner azúcar, normal o glas.
Dos buenas recetas de platos que dan calorías para pasar el frio invierno y disfrutar de los guisos con los que han crecido nuestros abuelos.