
El agua es el principio generador de vida. Y pocos lugares hay en la provincia donde se pueda decir que el agua ha labrado el alma y la vida de sus habitantes como lo es Caballar.
La presencia física del líquido elemento es determinante para la identidad de este municipio, y esto le sitúa como referencia en cuanto a Patrimonio Natural, Cultural, Histórico y Agroalimentario provincial se refiere. A vuelapluma podemos destacar la Fuente Redonda y su basamento romano, el eremitorio visigótico que se conserva cerca de dicho manantial, el rito de las Mojadas… y el objeto de este artículo: el complejo de huertas del municipio.
Características geográficas
Durante la época del Cretácico se generaron dos cañones paralelos que desembocan en una llanura en depresión con orientación Este-Oeste. Todo ello finalizó con la sedimentación de elementos fértiles que se fueron decantando y depositando en esta zona. Esta situación en hondonada provocó un microclima que, combinado con el afloramiento de agua, se caracteriza por la protección ante temperaturas extremas (sobre todo en verano).
Ese gran potencial natural se vio complementado por la acción del ser humano a lo largo de los siglos con vistas a gestionar el territorio, creando el actual ‘Paisaje Cultural‘. Elementos propios de la ingeniería o la arquitectura históricas como las fuentes que abastecen de agua al pueblo (principalmente, la Redonda y la Fresnera), la estructura espacial de la red de riego (caceras, regueros, dientes…), las antiguas pozas, la distribución de las parcelas en paralelogramos, el sistema de caminos, la ubicación del núcleo de Caballar y su expansión en el anejo de Pavía… terminaron de dar forma a aquel magnífico y soberbio fondo escénico que la interacción entre la Naturaleza y la acción antrópica nos ha brindado. Es ese diálogo entre humanos y medio ambiente el que propició el ecosistema que hoy conocemos como ‘Huertas de Caballar‘.
Documentación
La primera mención sobre este territorio agrario histórico singular de gran valor natural y ecológico se encuentra en el Archivo Catedralicio de Segovia. Allí se custodia un documento fechado en 1123, en el que consta la donación que la reina Doña Urraca hizo a Pedro de Aagen, obispo de Segovia, de las villas de ‘Torodano et Cova Cavallar’ (los actuales Turégano y Caballar). En dicha escritura se mencionan distintos datos que informan del aprovechamiento del suelo. Se mencionan explícitamente prados, árboles frutales y estériles, fuentes… y la explotación de molinos harineros.
Esta descripción nos permite interpretar que la infraestructura actual conservada en Caballar pudiera ser anterior a la conquista cristiana de Al-Ándalus. Si hubiera opción de constatar esta hipótesis, el método de repoblación medieval de la ‘Presura’ se habría adaptado convenientemente a una estructura previamente diseñada en este territorio en tiempos del pasado musulmán; y por tanto el origen de las huertas de Caballar se encontraría en ese momento histórico. En zonas de regadío de Aragón y Levante sí se ha podido corroborar este hecho.
Volviendo a las fuentes documentales como protocolos notariales, prensa histórica, libros de cofradía, etc. sabemos que hay cultivos antiquísimos herbáceos (cebollas, coles, lombardas, repollos, lino) y arbóreos (guindos, nogales, cerezos, perales…), destacando las variantes endógenas que se han conservado hasta el momento presente gracias al valor que los vecinos les conceden. También se constata la práctica del cultivo rotatorio ‘cadañero’, siendo alternada año a año la siembra de hortalizas y cebada. Así se garantizaba el correcto estado del suelo y el control de plagas de insectos y parásitos. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX se documenta la incorporación dentro de la oferta de productos tales como cebollinos, cardos, patatas, coliflores…
Y por supuesto, la regulación histórica del aprovechamiento del agua queda ratificado en distintas ordenanzas que marcarían en el pasado el gobierno de la comunidad de regantes entre Caballar y Turégano, con sus estatutos y normas, que fueron estudiadas por el abogado y etnógrafo Gabriel Vergara; y en la actualidad por los biólogos Mar Pinillos y David Martín.
Mentalidad expendedora y práctica
Hay que tener en cuenta la ubicación geoestratégica de este territorio dentro del mapa provincial: en el centro de la provincia y cercano a grandes núcleos poblacionales como Segovia, Pedraza, Sepúlveda o Turégano; o centros de consumo estacionales como el que surgía con la presencia de la Corte en el Palacio de La Granja.
Los vecinos de Caballar eran vendedores por naturaleza, permitiéndose en ocasiones únicamente ofrecer el excedente de su producto, sin buscar mayor producción debido a los rendimientos que obtenían de por sí. De hecho, el economista Eugenio Larruga en 1791 indica que las gentes de esta localidad debían dar una visión más empresarial e industrial a su trabajo debido a la altísima aceptación que en los mercados tenían los géneros obtenidos de su huerta. Tal era la importancia de la vega caballerense que gente pudiente de ciudades o instituciones religiosas tuvieron propiedades en Caballar, arrendando a ‘colonos’ distintas particiones.
Y más allá de la propiedad privada y los intereses particulares, las gentes de Caballar sabían de la importancia de mantener las infraestructuras de uso común —las fuentes y el sistema de caces de irrigación— en perfecto estado y operativas. En ese modus vivendi, fundamental en el medio rural y que combinaba lo personal y lo común, tenían (y tienen) especial repercusión las hacenderas.
Los vecinos de Caballar también sabían ser prácticos. Cuando llegaban las particiones fruto de las herencias, los vecinos buscaban a través del ‘troticambio’ (en derecho consuetudinario, trueque y cambio) de terrenos entre distintas partes interesadas para obtener superficies de mayor tamaño. Podemos decir que, de un tiempo a esta parte, esa práctica se abandonó totalmente y comenzó una atomización de parcelas que invalida un porcentaje del territorio debido a la existencia de parcelas de ínfimo tamaño, problemas de acceso…
Cultura popular
En este paisaje agrario intervienen otros componentes culturales, tanto desde la perspectiva material como inmaterial. En Caballar se mantienen prácticas de injerto o de sembrado. También se conservan ejemplos notables de cestería con los que recogían o transportaban los productos… Igualmente, para la distribución del terreno se utilizó la técnica de ‘pared seca’, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, que no solo delimita la propiedad sino que sujeta el suelo y protege a la sembradura controlando los flujos de viento.
El vocabulario también presenta bellas muestras de carácter popular como el ‘baranguel’ para sacudir los nogales, la ‘galera’ para recoger peras o manzanas, el ‘brocal’ que permite el acceso al agua a la finca… o ‘el hecho’, denominación de la práctica de riego correlativa.
Por último, hay que hacer mención a la rica y amplia toponimia de las huertas de Caballar. Ahí tenemos términos de clara reminiscencia árabe como ‘Huerta Alcantarillos’; otros señalan al usufructo de la propiedad como la ‘huerta del Cura’ y la ‘huerta de Los Maestros’. Y otros topónimos encierran arcaísmos de nuestra lengua castellana, como son ‘Regajal’, ‘La Roza’ o ‘El Rozón’.
Hacia el siglo XXI: una prestancia por recuperar
El éxodo rural en el siglo XX marcó un antes y un después en la ‘España Vaciada’. Su repercusión en las huertas de Caballar especialmente se notó en la siembra de chopos maderables, suponiendo una alteración del uso histórico del terreno y del patrón estético y visual de la localidad. La corta de estos árboles en tiempo reciente está suponiendo una recuperación parcial de terrenos para el cultivo de hortalizas, leguminosas o especies arbóreas acordes con la idiosincrasia paisajística.
Los vecinos que no emigraron y se quedaron optaron por una reconversión de sus huertas y las comenzaron a cultivar de remolacha azucarera y judión, productos que generaban mayor rentabilidad. Todo ello complementado con la tradición de ir a vender a los pueblos otros productos alimentarios, sobre todo frutas.
En la actualidad es la producción de judión (parte de ella con semilla seleccionada por vecinos de la localidad y otra parte al abrigo de la IGP ‘Judión de La Granja’ destacando iniciativas como ‘De la Huerta al Plato’), junto con una asociación socio-comunitaria y el cultivo de autoconsumo, lo que da un hálito de esperanza a la plena activación de este hábitat tan rico y tan importante para Segovia, declarado Lugar de Interés Comunitario ZEPA e incluido en la Red NATURA. Es fundamental un ejercicio estratégico transversal observando como premisas: la necesaria relación humanos-Naturaleza (sin gente que cultive las huertas, todo vendrá a ruina medioambiental), la custodia y cuidado del territorio, la creación de círculos de economía de proximidad y la soberanía alimentaria con alto valor añadido sostenible… siendo otro recurso en la lucha contra la despoblación.