
Corral de Ayllón es un municipio del Nordeste de la provincia de Segovia que dista 9 kilómetros de Ayllón y 20 de Riaza. Ha formando parte históricamente de la Comunidad de Villa y Tierra de Ayllón y en la actualidad de la Asociación Sierra de Ayllón, constituida hace cinco años, e integrada también por otros diez municipios que ocupan el territorio del piedemonte de la vertiente segoviana de esta sierra situada en el sector oriental del Sistema Central, entre el puerto de Somosierra, al oeste, y la sierra de Pela, al este.
La localidad se denominaba antiguamente simplemente como el Corral, ya que su origen se encuentra en la tradición ganadera de la zona, pues durante décadas su término se utilizaba para encerrar al ganado de los pueblos vecinos. POr sus inmediaciones discurre la Cañada Real Soriana Occidental, una de las vías pecuarias más importantes de España, que durante siglos fue un factor de desarrollo clave para municipios como este.
No fue hasta el siglo XIX cuando se añade el ‘apellido’ “de Ayllón” al nombre del municipio.
Su población empadronada es de 79 personas, según la última revisión del Instituto Nacional de Estadística (INE), a 1 de enero de 2022. Sin embargo, es una localidad que en fines de semana y en verano revive con la llegada de naturales del pueblo y otros visitantes.
En Corral de Ayllón, la Asociación La Unidad ha dinamizado la vida social y cultural en las últimas décadas y por iniciativa de quien fue su presidente entre 1998 y 2002, Norberto Arribas Sanz, se rehabilitó la antigua fragua del pueblo como museo.

¿Qué es una fragua?
Dice la Real Academia de la Lengua que una fragua es el fogón en el que se caldean los metales para forjarlos, avivando el fuego mediante una corriente horizontal de aire producida por un fuelle o por otro aparato análogo; y añade que, por extensión, también se conoce como fragua al taller donde está instalada.
Recoge también la expresión “hacer sangrar la fragua”, utilizada por herreros y cerrajeros cuando hacen conducir por un agujero la escoria que resulta del carbón y el hierro.
Los nombres de las técnicas y, sobre todo, de las herramientas utilizadas por los herreros en la fragua son abundantes: pinzas, martillos, masas, tijeras, punzones, tenazas, cepillos y zarpas, entre otras, se sumaban a las más específicas, desde el fuelle o el yunque a la pileta, la bigornia (yunque con dos puntas opuestas), la rueda de afilar, la butrola, la clavera, el destajador, la grifa, los camones o cartelas…
Los trabajos más comunes que se hacían en la fragua tradicional eran dirigir o allanar piezas deformadas, estirar piezas, remachar, agujerear, doblar, curvar y soldar.
Prácticamente en todos los pueblos había por lo menos una fragua porque su función, por el trabajo de los herreros, era fundamental para la actividad agraria y ganadera de la que vivían la mayor parte de sus habitantes.
Era obligado proceder al herraje de los animales y arreglar los desperfectos en los aperos de labranza, por ejemplo.
El herrero solía cobrar tanto en dinero como en especie (trigo, centeno, animales, etc.) Una de sus tareas más reconocidas era la de elaborar herraduras para el casco de de caballos, mulos o asnos, así como para las pezuñas de bueyes de carga. Luego eran calzadas en el potro de herrar, otro de los elementos etnológicos que todavía se conservan en algunos pueblos de la provincia.
La fragua, en definitiva, es, o era, el taller del herrero, el lugar donde se calentaba y trabajaba el metal empleando el arte de la forja, para moldearlo, en caliente o frío, mediante la utilización de una herramienta de impacto como es el martillo, martinete o martillo-pilón, y de un apoyo (principalmente el yunque).
En toda buena fragua había un hogar de fuego utilizado para tratar el metal (generalmente hierro o acero) a una temperatura que lo hacía maleable, cuando se torna de color rojo brillante, o bien a una temperatura donde cesa de endurecerse. El fuelle, accionado manualmente en las más tradicionales y antiguas, insuflaba aire.
La mayoría de las fraguas de la provincia cerraron en los años sesenta del siglo pasado, porque los talleres de los herreros se quedaron obsoletos ante la tecnología y la fabricación en serie y, sobre todo, por el abandono de las caballerías y animales de cargo por vehículos de trabajo y de transporte a motor.
Cuenta Norberto Arranz, su principal cuidador, que cuando en 1998 deciden recuperar la fragua de Corral de Ayllón como museo, por el valor del lugar pero también como espacio dedicado a la cultura popular, la Asociación La Unidad acordó con el Ayuntamiento, propietario del inmueble, convertirlo en lo que hoy es. Para ello hubo que realizar algunas mejoras en el tejado y otras zonas del edificio pero sin desvirtuar su aspecto y la función que había cumplido en la localidad “hasta que el herrero se marchó”.

En cuanto a los fondos del museo, explica que el 99% son donaciones o cesiones de vecinos del pueblo, de manera que los objetos o utensilios cedidos pueden recuperarse por las familias propietarias cuando quieran. No se ha realizado ninguna compra. De la fragua se conserva el fuelle, el horno, que se restauró, y algunas herramientas, además de un afilador antiguo y el pozo, que funcionaba cuando el agua de la reguera escaseaba en verano.
Reconoce que es un museo poco visitado pero la asociación está abierta incluso a visitas de grupos.Para visitarlo, eso sí, es recomendable concertar una cita a través del teléfono 659 49 57 85 (Yolanda Castro).
Según señalan desde la Asociación Sierra de Ayllón, la fragua de Corral de Ayllón “es un gran ejemplo del cariño de un pueblo por sus raíces” y añaden que “está exquisitamente restaurada” y, además del fuelle, yunques y pozo, desde la asociación local han ido recuperando y etiquetando aperos y herramientas tradicionales en al comarca.
De esta manera, de una manera altruista y decidida, La Unión ha conseguido que Corral de Ayllón cuente con este museo dedicado a mostrar objetos tradicionales de la vida cotidiana hasta la primera mitad del siglo XX en el medio rural.
La mayor parte de ellos, tras siglos de uso, han caído en el olvido, hasta tal punto que sería más fácil que una persona que hubiera vivido hace 200 años los reconociera que alguien nacido hace 40.

Monumento
Un cartel en su interior destaca que este espacio singular es un monumento al trabajo de los antepasados que emplearon todos los útiles que pueden contemplarse.
La fragua propiamente dicha es el lugar donde se quemaba el carbón y se depositaban las piezas de hierro para que alcanzaran la temperatura suficiente para trabajarlas. Encima de ella había una campana, al final del tiro, para facilitar la salida del humo. Para avivar el fuego se usaban grandes fuelles de madera y cuero que expulsaban el aire hacia la fragua a través de la tobera situada en esta última.
El fuelle se accionaba generalmente con una cadena que permitía al herrero conservar libre una de las manos. En el yunque se forjaban las piezas a golpe de martillo, y había una mesa con sus mordazas y un pilón con agua, imprescindible para templar el metal una vez elaboradas las piezas o herramientas.
Entre las herramientas del taller destacan las que sirven para golpear (marro, macho y martillos), para sujetar (tenazas), para perforar (berbiquí y taladro) y otras como el cortafríos, el cincel, el compás, el metro de fleje o el calibrador.
En total este espacio cuenta con cerca de 200 piezas relacionadas con la herrería, la agricultura, la ganadería y otras actividades artesanales.
Picadora, sobre una de las mesas de trabajo de la fragua.
