
Pasan los años y Fernando Robleño sigue manteniendo crédito en la vertiente ‘torista’ mientras sumar contratos se hace más difícil. Es uno de los expertos en hierros duros y regresó a Cuéllar dos años después para ofrecer una dimensión de alto nivel. Toreo puro, templado y encajado con un valor seco, sin aspavientos, que es una armadura de kevlar. Cortó una oreja a su lote de la ganadería de Pablo Mayoral, cuyo envío conjunto estuvo muy bien presentado y resultó noble en líneas generales. El exigente criterio del presidente impidió que tuviera un rédito mayor, pese a la insistencia del público. Al final, el resultado fue el mismo para el soriano Rubén Sanz, que tuvo complicaciones durante la lidia pero su carisma le valió para pasar un trofeo.
Importante dimensión de Robleño
Alto, zancudo, serio de expresión, largo, con morrillo y las puntas hacia arriba fue el toro de Mayoral que abrió plaza. Un tío. Derrotó en tablas de inicio y pronto comenzó a desarrollar sentido. Robleño calmó su brusqueza de salida a base de un templado oficio, con el que firmó naturales de impronta. En ningún momento mostró síntomas de flaqueza el torero ante un imponente astado, que después pecó de falta de emoción. Importante faena del diestro madrileño que encontró reconocimiento en todos los tendidos con los pañuelos, salvo en la presidencia, y saludó una ovación.
Con buen son salió el astifino cuarto que cayó en suerte en las telas de Robleño. Otro toro bien presentado que tuvo clase gracias al buen hacer del madrileño. Muy puro y torero estuvo Robleño que dio una dimensión importante para entendidos. Sacó un pañuelo el presidente, pero negó con la cabeza la segunda oreja y pidió a los mulilleros que retiran el animal con rapidez bajo la insistencia del respetable.
Exigente prueba para El Capea
Prueba un tanto fuera de lugar para Pedro Gutiérrez ‘El Capea’, que ya le costó hacerse a un novillo de Valdespino en el festival de julio de Turégano. Fue faltó acople al salmantino, pero estuvo inteligente, a falta de capacidad, para tapar un petardo y seguir en el ‘tinglao’. Que pase otro.
Hondo, musculado y abierto de cuerna fue el primero del lote de El Capea. El salmantino se mostró un tanto incierto en el comienzo del trasteo de muleta, pero conforme fue viendo la nobleza del animal, pese a no perder de vista su estampa, fue dejando tandas notables. Lo mejor, cuando bajó la mano en un par de pases. No anduvo certero con los aceros y su labor fue silenciada. Con el segundo de su lote, otro ejemplar bien presentado, obtuvo mismo resultado, en una actuación que nunca cogió vuelo.
Oreja al carisma soriano
El soriano da una imagen entre la de un torero puro y una persona que ha pasado mil batallas en busca de un sueño que no cesa. Frágil a la par que enrazado. Su moreno albañil, flaca figura y su peinado desaliñado y entrecano componen los matices de un diestro distinto, pero que nunca ha terminado de entrar en el circuito ante la falta de oportunidad y, entre otras cosas, por no terminar de acoplarse en tardes como la de Cuéllar.
El tercero fue un tranvía en el peto del caballo donde recibió un fuerte puyazo fuera de sitio. Tenía buena condición para embestir con codicia en los engaños, pero el justo valor de Sanz dejó al ejemplar de Mayoral sin torear. Indecisión en los toques y muletazos cortos fueron la tónica dominante de una actuación parca en contenido. Lo más notorio, el brindis a Pedro Gutiérrez ‘El Niño de la Capea’.
También anduvo falto de confianza el soriano con el que cerró plaza, otro toro noble, pero la gracia y el carisma castellano con el que anda por el ruedo le valió para cortar una oreja tras un espadazo más certero que ortodoxo.
Ficha
Plaza de toros de Cuéllar (Segovia). Segunda de feria. Más de un tercio del aforo total. Toros de Pablo Mayoral, muy bien presentados y desiguales de juego. Nobles en líneas generales.
Fernando Robleño, ovación con petición de oreja y oreja con petición de la segunda.
Pedro Gutiérrez ‘El Capea’, silencio y silencio.
Rubén Sanz, silencio y oreja.