
La historia más habitual y repetida a lo largo de los años respecto a los oficios lleva consigo la típica frase de “lo aprendí de mi padre”, entre otras que vinculan dicho oficio a un relevo. Parece que es parte de la tradición que los oficios que hoy en día se van reduciendo hayan pasado de generación en generación, pero no siempre es así, y Juan Antonio es el claro ejemplo. Actualmente regenta una zapatería y cerrajería; comparte local con su mujer, Sonia, que tiene una tienda de moda y también zapatería en pleno centro de Cuéllar. Pero Juan Antonio no viene de familia de zapateros, ni de cerrajeros: simplemente ha sido su inquietud y pasión la que le ha llevado a ser parte de un bonito oficio que, dicen, está en desuso, aunque no es así.
— Sin ningún antecedente familiar, ¿de dónde nace dedicarte, primero, a la profesión de zapatero?
—Yo desde siempre me he dedicado al sector de los muebles, pero desde la crisis de 2008, me dio el vuelco a la cabeza y tiré por ahí. Siempre me ha gustado trabajar con las manos; hacía muebles especiales, y todo el tema de herramientas y trabajo con las manos siempre me ha gustado. Como vi que aquí se trabajaba bien con las manos, me lancé. Además fue en tiempos de crisis, en los que yo pensé que mejor una tienda de reparación antes que de cosas nuevas. Por ahí me dio.
— Y, ¿dónde aprende alguien a ser zapatero?
—Me fui a hacer un curso intensivo a Madrid. Estuve dos meses con un profesor, aprendiendo mucho. Te enseñan sobre todo a arrancar, luego nunca terminas de aprender. Después tienes que seguir aprendiendo tú; hoy en día hay grupos de zapateros y si tienes algún problema, los mismos proveedores son los que te echan una mano. Lo demás, autodidacta. Muchas veces innovas tú, haces algo, pruebas y dices me ha salido de carambola, pero lo has hecho y está bien. Pero sí, es algo que nunca terminas de aprender.
— Me dices que nace en el peor momento, aunque también en el que se crean muchas oportunidades: la crisis. Pensaste que mejor reparar que vender nuevo, ¿sigue siendo así?
—Eso pensaba yo, pero no te creas, es muy duro, y este sector de la reparación de calzado está muy duro. El concepto ha cambiado mucho con el tiempo. Ahora se compra un calzado que no es tan caro como era antes, ni tan bueno, y a veces no merece la pena ni arreglarle. Por eso ampliamos mercado y vendemos cuchillos, llaves, y también me he metido en cerrajería. Hay que abarcar varias cosas para tirar para adelante.
— Vivimos en la cultura de usar y tirar, ¿tienes por ello más clientes jóvenes que mayores o no afecta en el tipo de público que se acerca a tu establecimiento?
—No te creas; mucha gente joven repara, no toda es mayor.
— ¿Crees que volveremos a otro tipo de consumo que no sea usar y tirar?
—Es muy complicado. Como te digo, antes los zapatos costaban mucho dinero, eran mejores y merecía la pena ese arreglo. Ahora mismo a veces no merece la pena: tanta mano de obra supone que por el mismo precio te compras unos nuevos. Aunque se sigue arreglando, y vienen jóvenes y mayores.
— Has ido diversificando tu negocio hasta meterte también en cerrajería.
—Sí, hacíamos llaves, afilado de cuchillos y dije: un puntito más. Me gusta, está vinculado a las llaves y es manual, evidentemente. Me fui a hacer un curso de formación a Zaragoza y allí me enseñaron también a arrancar. Tienes que aprender después a base de experiencia y práctica. Allí me dieron el título de cerrajero, que exige que no tengas antecedentes penales y ciertos requisitos un poco serios que te acreditan.
— Supongo que se enseña lo básico, pero ¿cómo es aprender a ser cerrajero?
—Pues te enseñan a abrir cerraduras pero hay muchos métodos. No solo cartulinas o ganzuas, también la técnica impresioning… Te enseñan cuatro o cinco métodos para que empieces a trabajar por ahí.
— ¿Cómo está el mercado?
—Pues sí que llaman, claro. Hay mercado, porque además es un servicio 24 horas. Es algo estresante porque te pueden llamar a cualquier hora y estás pendiente, pero como me gusta, pues adelante con ello. Estamos para ello.
— Y estando en un municipio como Cuéllar, que cuenta con las mismas dificultades que muchos otros para mover el comercio, ¿cómo ves tú la situación?
—El caso es que los negocios que son de mantenimiento y este tipo no lo veo tan complicado. Lo que sí hay que hacer es trabajar muchísimo, muchas horas; la vida del autónomo ya se sabe, es así: sábados, domingos… y gracias a Dios lo vamos sacando. No ocurre lo mismo con los comercios, que con las capitales o internet hay que luchar mucho más. Sin embargo, el sector servicios está aquí,en el pueblo; no vas a llamar a Amazon que te arregle una llave.
— Como todos los negocios hoy en día, ¿te ayudas de las redes sociales para llegar a más público?
—Sí, en Facebook e Instagram, muestras cosas que haces y te conoce más gente. Todo lo que sea darse a conocer es bueno, en cuantos más sitios se te vea, es mejor. Seguiremos con página web para información y demás, aprovechando las actuales ayudas, para estar presentes todo lo posible.
— ¿Cómo ves el futuro?
—Con optimismo, con muchas ganas de trabajar y siempre optimista. A mirar para adelante,. Cuando hice el curso de zapatería el profesor me dijo: “tú nunca pares, no te acoples, piensa siempre en algo, innovar, evolucionar”. Y así lo he hecho. He procurado no estancarme porque es peligroso. Así que miro adelante y con ganas.