
El ritmo de vida actual es frenético pero hubo un tiempo en que no lo fue. Ahora ya solo resisten las historias sobre oficios que requerían paciencia y dedicación, como el de pastor. Cruz Nieto (66 años) nos recibe en su pequeño museo del pastor, un lugar lleno de utensilios y aperos del que ha sido su oficio durante 40 años: pastor y ganadero. Allí lo acompaña Felicito Alonso (81 años), compañero de profesión, que además heredó el ganado de su padre. Ambos comparten buenos ratos en ese singular rincón de Gomezserracín, su pueblo, mientras analizan cómo han evolucionado los tiempos, a cuántas dificultades se han sobrepuesto y cómo han cambiado las formas de vida hasta hacer que oficios como este estén desapareciendo. Jubilados pero con mucho que enseñar a los más jóvenes, Cruz y Felicito comparten unas reflexiones que son necesarias en una sociedad como la actual.
— ¿Cómo empezáis en la gandería ovina?
Cruz — Nada más casarme, compré ovejas al padre de Felicito, 125 ovejas, y a Justo de Pinarejos, otras 150.
Felicito — Antes por aquí había ovejas por todas las casas del pueblo. Antes se podían tener ovejas, había pastos. Yo heredé de mi padre.
Cruz — A mí me gustaba de siempre. Yo andaba de peón de albañil y eso no me gustaba, tiraba más a la ganadería. Saqué un crédito de 500.000 pesetas, ¡al 14% de interés! Y cada tres meses pagaba capital más interés; con las ovejas lo tuve que amortizar y sacar la familia adelante, fíjate.
Ahora solo tengo 10 o 12 ovejas, porque me he jubilado, y es por hobby, por entretenerme, pero las tuve durante 40 años.
— ¿Cómo ha sido vuestra vida en un oficio tan duro?
Cruz — Pues así, la vida ha sido muy dura para nosotros. Nos han perseguido: acoso y derribo para los ganaderos de extensivo. Los guardas forestales, la administración pública… nos han castigado cien por cien, ha sido una exageración lo que han hecho con nosotros. Los forestales no podían ver al ganado, porque decían que se comía el tallo de los pinos. Y ahora quieren que haya ganado, cuando ya no hay. Hace más de 25 años no podíamos pisar monte público con las ovejas. Pero esto ha sido en extensiva, que no hay que confundir y la gente confunde con intensiva. No es igual. Nosotros pasábamos por el pueblo y que si el polvo, heces… nos ponían mala cara y nos hicieron sacar al ganado del pueblo, así que otro crédito para hacer la nave… ¿Y ahora quieren que se recupere la ganadería? ¿Dónde vamos a por ganadería?
Lo mismo pasó cuando nos dejaron sin abrevaderos: cuando la concentración parcelaria dejaron espacio de un metro; ¿por dónde entro con 500 ovejas? Nos quedamos sin abrevaderos. Igual con las rastrojeras: ahora que no hay ganado dejan las rastrojeras sin arar hasta septiembre, y antes en julio ya estaban aradas.
Ha sido todo en contra. Luego repartían las subvenciones a gente que no había visto una oveja en su vida, y a mí, que la pedía para sacar mi ganado y mi familia adelante, me la denegaban.Felicito — Desde que llegó la PAC y todas las ayudas, ha sido la estocada para el ganado. Antes había tierra perdida y ahora está todo arado. Han terminado con el ganado extensivo. Y de lo que cuenta Cruz de los abrevaderos, yo en los 33 años que tuve las que me dejó mi padre, tuve que comprar bañeras para que bebieran y llenarlas de agua del pozo.
— ¿Cómo funcionaba lo de pastar?
Cruz — Se pagaba a la cámara local un dinero por cabeza de ganado que pastaba. Entre Felicito y yo nos quedamos con todo el término, y así pastábamos. Pero todas las fincas que estaban exentas de pasto no las podías pisar, y en el pinar municipal del pueblo, tampoco te dejaban. Así que hemos pasado de tener ganaderías en Chatún, en Campo de Cuéllar, en Mudrián, en San Martín, en Narros, en Pinarejos, y en Gomezserracín. La reducción ha sido enorme.
Felicito — El paso que lleva es la desaparición. Solo quedan alguna en Pinarejos y en Navalmanzano, pero se van jubilando.
— ¿Cuántas cabezas habéis llegado a tener?
Cruz — Yo hasta 650; había que ampliar porque con 100 ovejas no llegaba para vivir y mantener una familia. Yo estoy muy orgulloso, gracias a ello he levantado una familia. Parece mentira que ahora a los políticos se les llene la boca con las zonas rurales, que los bancos dejen tan bajos intereses, y nadie tira para adelante.
Eso sí, esto era sábados, domingos, San Antonio, La Magdalena, los toros de Cuéllar… no había fiestas.
— ¿Cómo era lo de salir con el rebaño a pastar?¿Cuántas horas pasabas?
Cruz — Es un ganado difícil. Son muy listas: cuanto más te acercas a casa, más hambre tienen. ¿Verdad Felicito?
Felicito — Es un ganado que “revienta”; te las llevas a un sitio nuevo y comen, y comen. ¡Nunca se ven saciadas!
— Cruz, cuentas que también tenías tierras de labranza.
Cruz — Sí; la agricultura y la ganadería tenían que ir compaginadas, porque en estos términos pequeños si no, no puedes mantener las cabezas. Tenías que sembrar centeno, alimento para ellas. Y también era duro, que hemos aguantado muchas sequías; dicen de este año, pero el 90, 92 y 95… fueron muy difíciles.
— No hay atisbo de que haya relevo generacional para la ganadería extensiva.
Cruz — No, y yo no quiero que lo haya en mi familia, no quiero que vivan la vida que yo he vivido. Yo me he defendido, pero no lo quiero para ellos. Ahí se queda mi nave, que ha estado en oferta, pero nadie se interesa.
Felicito — Yo digo que si no hay un chico de 25, 30 o 35 años que lo coja, que coja una piara y lo lleve… pero no.
— Entonces el futuro ganadero no solo de aquí, sino a nivel nacional, está muy comprometido.
Cruz — Mucho. En Extremadura y Aragón debe estar algo mejor, pero aquí en Castilla y León el ganado extensivo lleva un paso… los niños tendrán que ir al parque de atracciones para ver una oveja. Nos creemos que esto es dar un enchufe y tenemos el corderito en la mesa, y no. Hay que estar tres años hasta que pare una oveja, y que lo haga bien, estar detrás de ella.
Felicito — Para 500 cabezas madres tienes que dejar 100 para repoblación, todos los años sin decanso, y eso es un gasto muy grande.
— ¿Creéis que la ganadería intensiva prevalece por comodidad?
Cruz — Claro; lo intensivo lo tienes en tu nave, no andas pisando la tierra del lindero, no hay “picadillas”, como ha habido siempre.
Felicito — Es que antes las calles, al no estar arregladas, se llenaban de polvo al pasar con el rebaño… ¡y nosotros pasábamos con la cabeza agachada!
— ¿Habéis sufrido el tan temido ataque de lobo?
Cruz — No. Aquí es tan dañino el tema de los pesticidas y los herbicidas. Por el monte ataca más, pero aquí lo que ha hecho daño es eso.
Felicito — A mí un año me mató siete ovejas, pero era algo puntual.
— Para terminar estas reflexiones… ¿era mejor la vida antes?
Cruz — Se vivía más amablemente, no era tan egoísta la gente. Había más compañerismo, aunque se oyeran palabras fuertes y hubiera enfados, todo era más sano. Si necesitabas algo del compañero, siempre te echaba una mano. De todas maneras, ahora hay unas comodidades y es indiscutible que no queremos la vida de antes.