Uno de los municipios más pequeños de la provincia es uno de los que soporta más tráfico rodado junto a su casco urbano. A pesar de ese flujo de comunicación no ha sido aprovechado para el incremento del municipio, salvo para facilitar las segundas residencias de gente vinculada al pueblo. La antiguamente denominada carretera Riaza-Toro (C-112), de titularidad regional, pasó a clasificarse como SG-205, y se mantiene como la principal oportunidad de futuro para este encantador núcleo, situado muy cerca del Parque de las Hoces del Duratón, de las Sierras de Ayllón y de Guadarrama, y muy bien comunicado con poblaciones de fuerte atracción turística, y sobre todo con Madrid, el principal abastecedor demográfico del pueblo para las segundas residencias que han brotado en los últimos años. A pesar de todo ello, apenas tiene alojamientos de turismo rural, oportunidad que ha brotado en casi toda la provincia de forma notable. No se puede olvidar que durante siglos, el principal camino de comunicación en la zona fue el que atraviesa perpendicularmente a la actual carretera, y era el que conducía a Pedraza y a Sepúlveda. Los tiempos cambian y las comunicaciones también.

Esta localidad tuvo anexionada administrativamente a la vecina Consuegra de Murera hasta junio de 1973, en que se agregó a Sepúlveda, quedando así con un solo núcleo de población. La justificación que argumentó entonces el Ministerio de la Gobernación era la petición mayoritaria de los vecinos de Consuegra y la “intensa vida de relación” que mantenía con la villa sepulvedana y, por tanto con “mejores perspectivas para el vecindario”. En la zona existieron otros pequeños poblados como La Aldehuela y San Martín de la Varga, que debieron despoblarse tras la peste de 1599 que asoló gran parte de España. A mediados del siglo XIX este municipio contaba con 96 almas. Su mayor esplendor demográfico lo tuvo en los años 50 del siglo pasado, con unos 250 habitantes. Hoy rondan la docena en pleno invierno. Entre ellos existe una fuerte vinculación que permiten conservar muchas de sus tradiciones festivas y folclóricas, así como recuperar otras que habían caído en el olvido.

Geográficamente el casco urbano de Aldealcorvo está situado en una ladera por la que discurren dos arroyos, uno de ellos paralelo a la travesía; y el otro, procedente de la zona Sur y denominado Los Regueros, vierte en el primero. Se suma a estos cauces temporales de agua el procedente del término de San Pedro de Gaíllos. Todos ellos confluyen en el río San Juan, que durante siglos ha surtido a los vecinos de peces y otros recursos naturales. Este río, además de configurar el paisaje, ha contribuido a moldear seguramente la personalidad de quienes han habitado en este atractivo municipio.

Iglesia de San Martín de Tours.
Iglesia de San Martín de Tours.

Una iglesia reforzada
El edificio más relevante de Aldealcorvo es su iglesia parroquial, consagrada a San Martín de Tours. Se trata de un edificio construido entre los siglos XVI y XVII, pero que fue intensamente reformado en el XVIII. En el muro de su espadaña hay una inscripción que informa de que su adscripción actual no es la original. Dice así: «Trasladose el Santísimo Sacramento de la iglesia de San Martín de la Varga a esta de San Juan Bautista en 7 del mes de septiembre del año de 1632, siendo cura propio el licenciado Benito Fernández». Así que en el siglo XVII, la parroquia de Aldealcorvo cambió la advocación de su iglesia dedicada a San Juan por la de San Martín, quizá como consecuencia de que la localidad de San Martín de la Varga quedó despoblada.

Del interior de esta iglesia, austero, destacan algunos retablos, y entre ellos el mayor, de estilo barroco, dorado y policromado, fechado en el año 1712 restaurado recientemente. En las peanas laterales se encuentran las imágenes de los Sagrados Corazones, y sobre la cornisa, las de San Martín de la Varga y San Juan. En la calle central se disponen las imágenes del titular de la parroquia y una Virgen venerada como la del Carmen, de estilo gótico. También existían las imágenes de Juan y San Antón. Los mayores señalan que también hubo en el templo una antigua efigie de San Martín montado a caballo, procedente de la vieja iglesia del mismo nombre, pero que desapareció. Hay quien dice que fue vendida.

El templo se conserva firme gracias a una aportación que realizó un empresario madrileño, Gregorio Gilarranz, con ayuda de otros vecinos, y se pudo consolidar la torre, con su espadaña protegida hoy con un añadido posterior.

Hermandades solidarias
Como en otros pueblos, existieron hermandades que servían para ayudarse entre vecinos. Una de ellas se llamaba del Santísimo Sacramento, destinada a ayudar de forma colectiva a aquellos hermanos que sufrían alguna desgracia o hecho luctuoso, como un incendio, fallecimiento, etc. Hubo otra que agrupaba a los ganaderos del pueblo. Cuando a uno de los hermanos se le moría una caballería, entre todos se abonaba lo que valía el animal. Eran los antecedentes de las actuales empresas aseguradoras.

Cruz de mayo de 1954.
Cruz de mayo de 1954.

Una cruz para despedir a los difuntos
En el centro del pueblo existe un pequeño parque con una gran cruz de piedra rosa, con una inscripción que dice ‘Cruz de mayo 1954’. Cuando se produce un óbito, en la procesión del entierro correspondiente, la comitiva se para ante la cruz, donde se reza el último responso en memoria del difunto. La cruz se encuentra sobre una forma circular, elaborada en piedra, situada junto al parque.

Lugar de segundas residencias
Entre las calles de Aldealcorvo, la mayoría de trazado irregular, existen numerosos callejones que dan un ambiente rústico a la población. Abundan en el casco urbano las viviendas rehabilitadas como segundas residencias, algo que sí ha permitido la buena comunicación viaria que disfruta este pueblo. Para el mantenimiento de la vida social de vecinos y visitantes de fines de semana resulta crucial la existencia de locales colectivos, como es el salón municipal, antiguo Teleclub, o la biblioteca, que permite hacer reuniones sociales. Fue entonces la casa de la maestra.

Fragua.
Fragua.

De fragua a centro social
Otro centro de celebraciones sociales es la antigua fragua. Situada a la salida del pueblo en dirección a San Pedro de Gaíllos, y junto al arroyo que bordea el casco urbano, su actividad estuvo en funcionamiento al menos desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. Posteriormente, con el éxodo rural, dejó de tener utilidad y se abandonó. Más recientemente ha sido objeto de reformas en la década de los 90 como un lugar amplio y acogedor. Hoy los vecinos no podrían estar sin este local, que es el centro de las celebraciones colectivas.

Asociación cultural activa
Aldealcorvo tiene una numerosa y activa Asociación Cultural cuyo nombre es El Picozo. Con 400 socios, permite organizar múltiples y variadas actividades con comidas populares como la Matanza Popular, calderetas, y barbacoas en la fragua que han habilitado para ello próxima al salón social, a las afueras del pueblo. Pese a la escasa población existente, se han conservado muchas fiestas y tradiciones como las hacenderas de Carnaval. También se celebran Las Candelas, San Isidro, y a finales de agosto las fiestas de San Martín de la Varga, y las de San Martín de Tours en noviembre.

El Picozo.
El Picozo.

El Picozo, una piedra con leyenda
Entre las formaciones de las paredes calizas que se encuentran en la zona destaca El Picozo, una roca natural vertical que recuerda a un obelisco, y que da nombre a la Asociación de vecinos de Aldealcorvo. Sobre este peñasco existe una leyenda en el pueblo según la cual una joven se subió a lo alto, pero no se atrevía a descender por el vértigo. Se ofreció a ayudarla un pastorcillo con el que se comprometió a casarse, y así lo hicieron. Aún hay descendientes de aquel matrimonio de pastores.

Rico patrimonio natural
Resalta de Aldealcorvo, además de su nombre de procedencia zoonímica, su rico patrimonio natural, que tiene al río San Juan como eje central de un valle que se conserva verde todo el año. En las paredes de roca que se han formado a lo largo de siglos, pueden encontrarse algunas cuevas que sirvieron de guarida para pastores y hombres de monte. Uno de los lugares más próximos a los que se acercaban antiguamente los vecinos es el paraje de Carrasalcedo donde se unen fincas de labranza con los fuertes desniveles.

Cueva Calera.
Cueva Calera.

Cueva Calera, un espacio habitable
Entre las muchas oquedades que existen en la zona destacan algunas de gran profundidad. Una de ellas es la Cueva Calera, que dispone de hornacinas o nichos excavados en la piedra caliza, con canalillos que servían para recoger el agua de lluvia y almacenarla en pequeñas pilas. Hace pensar que estuvo habitada. Con el tiempo y algunos arrastres de piedra quedó oculta, pero ha sido limpiada y señalizada. Otra cavidad, también recuperada por José Manuel Martín, es la de Valdelimañas, a la que se accede por un cortado.

Uno de los miradores de Aldealcorvo.
Uno de los miradores de Aldealcorvo.

Vistas panorámicas
Un vecino de Aldealcorvo, José Manuel Martín, ha dedicado mucho de su tiempo a adecentar la zona conocida como Peñarrubia. Con su trabajo se ha puesto en valor un espacio de gran importancia y se puede disfrutar de excelentes vistas desde el ‘Mirador de Aldealcorvo’ o ‘Mirador de Peñarrubia’. Los enebros y pimpollos de la zona conforman un paisaje privilegiado. La zona forma además parte de una ruta circular que incluye accesos a las oquedades que han sido adecentadas por este ejemplar vecino.

Extraido del libro
El Ochavo de Cantalejo (2022).
Recorrido visual por un territorio histórico.
Editorial: Enrique del Barrio.

El Ochavo de Cantalejo. Recorrido visual por un territorio histórico