Vivir en un estado utópico

¿Cuántas veces han repetido –y no sólo en el mismo día-, la frase ‘eso es una utopía’? Y más ahora, con tanto diapasón sonando para ver si encuentran la nota. Creo que están intentando darle una vuelta, o las que falta hiciere, pues se trata de coger el ritmo a aquella canción cubana, de estilo ‘Guaracha’, que llegó a nuestras vidas hace ya ‘la tira’ ¿recuerdan?

María Cristina me quiere gobernar
y yo le sigo, le sigo, la corriente
porque no quiero que diga la gente
que… María Cristina me quiere gobernar…
Que tírate en la arena, y me tiro
Que súbete en el puente, y me subo
que tírate en el agua, ¿En el agua?
¡No, no, no, no, María Cristina, que no… (1)

Se ruega a quien leyere que no trate de situar, sobre todo la letra, en otro ambiente que no sea el estrictamente musical. Dado que si por casualidad, u otro razonamiento, ‘cae’, o se canta, en otros espacios podría herir la sensibilidad de cualquiera de sus protagonistas, y cuando vea la foto a él lo han dejado fuera ¡Y eso duele!

¡Anda que no!

Por cierto, metidos ya en el berenjenal, pero a punto de salir, considero que si bien la palabra ‘utopía’ se ‘lleva’ mucho, puede que no sepan que la susodicha apareció en los tiempos de Alejandro Magno, y que el católico Tomás Moro, definió como ‘sistema político, social y legal perfecto’, para describir con él una sociedad ideal, y por tanto inexistente.

Fue la primera novela sobre el estado utópico con ideas socialistas primitivas, incluso comunistas trescientos años antes de que llegara Karl Marx. Al hilo de la novela, y sin entrar en ‘profundidades’, dejo aquí dos preguntas de las muchas que en su libro, publicado en 1516, se hacía Moro:

¿Puede una sociedad generar suficientes bienes si nadie ambiciona tener ganancias?

¿Hay un jefe de estado bueno y justo que no urda guerras por intereses personales?

Luego, mucho más después, la RAE aplicó ‘utopía’ a:

‘Plan, proyecto, doctrina o sistemas ideales que parecen de muy difícil realización’.

En su segunda acepción plasmó:

‘Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano’.

Y me digo yo. Ya que lo utópico es irrealizable, por más que se quiera aplicar con calzador ¿por qué no ‘aparcamos’ la utopía y nos vamos directamente a envolvernos en su antónimo, y lo aplicamos a ‘realizable, viable, posible, factible o practicable…? ¿Quieres que te conteste? Porque eso no vende. Mejor conjugamos el verbo ‘encabronar’, lo aplicamos sobre el camino que estamos recorriendo y ¡salga el sol por… salva sea la parte!

Corolario: Ya que en este mundo estamos de paso ¿por qué no tratamos de dejar huellas bonitas?

¿Será también utópico?

No sé si lo he dejado escrito ya, pero me salí del camino sin pensarlo y ahora regreso a la normalidad de esta página que, por razones que no sabe contestar la sinrazón –o séase, el que escribe-, se marchó hace un par de párrafos -o más-, por los cerros de la Mujer Muerta ¿O no?

A lo que te voy.

Entre aquello noticiable que encontré para ampliar conocimientos de quienes quisieren ampliarlos, informo: cuando al Eresma se salió de su lecho en la riada de 1543, entre los muchos daños y destrozos se llevó por delante el Puente Castellano de San Marcos. Rehacer lo deshecho le costó al municipio la ‘tontería’ de 300.000 maravedís. Con ser mucho, más lo fue el total de los destrozos habidos en su recorrido por la ciudad, calculados en ¡200.000 ducados!

Eran tiempos muy pasados. Entonces habitaban en la ciudad, judíos y moros, que según el historiador Rui de Castro, en la traducción realizada por el Doctor en Historia, José Antonio Ruiz Hernando, se juntaban en la Plaza de San Miguel. En la iglesia del mismo nombre ‘se hacía sermón para todos. No había otro sermón en toda la ciudad’.

Para que luego digan los que dicen que no se puede, pero… ¿se quiere?

Al hilo de lo anterior, vengo a contarles que en el año 1482, el organista Theodorico, afincado en Segovia, construyó para la antigua iglesia de San Miguel un órgano. El precio se ajustó en 35.000 maravedís. Dado que pagar todo ‘a tocateja’ era un imposible para la iglesia, ambas partes acordaron pagar a plazos 2.000 maravedís cada año, hasta cubrir el total. Por cierto, la caja donde se ubicó el órgano tuvo un coste de 30 reales.

Sepan. Hasta el año 1833 la iglesia de Codorníz, dedicada a Santo Domingo de Guzmán y construida en el siglo XV, pertenecía al Arcedianato de Arévalo desde el año 1250. Desde 1833 pertenece al de Segovia. Ampliando. El órgano para su iglesia lo construyó el vecino de Segovia, Jaime Sala. Era el año 1671. Entre las condiciones, y no deja de ser interesante, el referido órgano habría de ser igual al existente en la iglesia de San Andrés, en la ciudad. El trabajo se concertó en 4.100 reales de vellón.

En el BOE de 26 de febrero de 1968 se publicó la Orden de la Dirección General de Promoción del Turismo, por la que se concedía el título de Interés Turístico a la ‘Guía de Segovia’ escrita por Mariano Grau Sanz. Era entonces director general el señor García y Rodríguez-Acosta. La obra, de notable éxito, fue publicada por la editorial Everest.

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(1) La creó el guitarrista y compositor cubano ‘Niño Saquito’ (Benito Antonio Fernández Ortiz). Jugador, y destacado, de beisbol. La compuso para dedicársela a su tía, con la que vivía. Mujer, lo cuenta en su historia, ‘de armas tomar’. Canción, pegadiza, que han cantado, profesionalmente, muchísimos grupos e intérpretes. También el ‘populacho’.