Una educación impropia de la democracia

En el libro de Fernando García de Cortázar, titulado “Breve historia de España”, puede verse la destrucción de la sociedad española: hoy, mientras cantan los políticos y la sociedad duerme, los ideólogos pescan en rio revuelto. El arma destructiva utilizada en esta seudo-democracia se llama “ley de educación”: un ejemplo, deja en la periferia a los profesores de religión.
Puede verse cómo el autor, recién fallecido, se lamenta del patriotismo, propiedad exclusiva de ‘los unos’ y cuando ‘los otros’ quisieron remediarlo nos dejaron a todos sin nación. Repasaba la crisis de la educación y seguía denunciando a quienes cuestionan la transición. Focalizaba la gravedad de la situación en las políticas de odio y sectarismo, señalando la escasa formación intelectual de políticos. A su juicio, esto ha llevado al desprestigio del sistema democrático, al autoritarismo y a la sobreactuación.
Habría que retrotraerse a la época de la república española de izquierdas y al final del XIX para observar el enfrentamiento de los políticos, su ignorancia y el despojo de la España de los ciudadanos. Mal-usando la educación han creado un estilo dicta-duro e impositivo a todos aquellos que no están de acuerdo con sus ordenanzas.
Y es que desde que la democracia comenzó se ha impuesto un estilo de educación basado en propuestas inspiradas en la Institución libre de enseñanza donde su libertad depende de los poderes liberales e iluministas que lo sustentan. El resultado es la exaltación de la enseñanza estatal, que ellos farisaicamente llaman pública, sobre la enseñanza privada y social.
Lean ustedes la ley de enseñanza y verán cómo todo está sometido al Estado y no existe intervención de la sociedad civil, asociaciones, profesorado, padres de alumnos.
Fernando Cortázar no dejaba de criticar al populismo por su retórica vana y vanidosa, por su ruido sin conciencia, por sus mensajes totalitarios, por las acusaciones de odio que realizan a quienes no piensan como ellos y por su verborrea agresiva. Les recordaba a Gramsci cuando dijo “el viejo mundo se mueve, el nuevo tarda en llegar y en este claroscuro surgen los monstruos”. Como aviso veraniego para navegantes educativos, con perspectiva histórica afirmaba que España ha destruido su sistema educativo al ridiculizar el esfuerzo, al someterse a métodos de ineficacia probada y al caer en la defensa de mezquinos intereses de profesores y de somatenes de los gobiernos.
Como diría Unamuno, le dolía – nos duele a los intelectuales- la situación de los pueblos de su querida España. Su capacidad de crítica nacía de una memoria democrática agradecida y esperanzada, ilusionada, no resentida, nunca cainita, y menos aún revisionista o vengativa como la que aparece en la ley que el gobierno acaba de elaborar. Aunque pareciera conservador en su interpretación de nuestra historia, Cortázar había extraído las mejores esencias del liberalismo político y nunca se dejó seducir por las sirenas del ‘liberalismo’ económico o del individualismo moral que lo alimenta.
Su catolicismo era tan singular que las propias autoridades de la iglesia española no siempre compartían sus escritos. El prólogo a su libro “Católicos en tiempos de confusión” proporciona referencias básicas para criticar el silencio de unos o el revisionismo cainita de nuestra historia por parte de otros, para superar una cultura basura sometida al mercado y para recuperar esperanzadamente el humanismo que vertebró la tradición católica. En la segunda edición añadió textos donde seguía criticando el nacionalismo.
Cuando, desde el cielo, Fernando Cortázar prepare la tercera edición, tendrá que incluir la crónica del homenaje a Miguel Ángel Blanco. Palabra, voz y memoria de un ‘espíritu de Ermua’, que aún sigue vivo en sus textos. Su crítica radical al terrorismo y a la educación dictatorial de las dicastolas se convierte en espejo del mal camino por el que circula la educación en este país hispano
Sin lugar a dudas, sin participación de los padres en la educación de sus hijos y su intervención en las instituciones educativas, esta democracia no es del pueblo sino impuesta por los burócratas, con puro y bolígrafo, que pasean por las cortes. Sin educación participativa y promovida al estilo de Freire o de Gandhi no habrá educación: habrá nacido una generación analfabeta a la que todo se lo dan pensado.
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(*) Profesor emérito