Un preludio de Titirimundi

Todavía no se han apagado los ecos de esa fiesta multitudinaria, ya tradicional entre nosotros, llamada Titirimundi, que de nuevo ha inundado calles y locales con la singular magia que provocan los títeres, y tanto en la ciudad como en otras localidades de la provincia.

El origen de tan especial fiesta, que tan oportuna y certeramente recordó en su pregón el ex archivero municipal y director de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, Rafa Cantalejo, remontándose a sus orígenes con “Libélula” de Julio Michel, creador después de la gran fiesta de los títeres, me trajo a la memoria, repentinamente, un acontecimiento de muchos años atrás, que muy bien puede considerarse como un preludio de esta fiesta titiritera. Porque también estuvo lleno de magia callejera, hace 69 años, el II Congreso Nacional de Ilusionismo que se celebró en nuestra ciudad entre los días 7 y 11 de mayo de 1953, organizado por la Sociedad Española de Ilusionismo y el Círculo Mágico Español. Congreso en el que, además de los magos españoles, participaron otros destacados procedentes de diversos países, que protagonizaron por nuestras calles variada serie de efectos y actuaciones mágicas, compartidas por los segovianos que asistían asombrados ante los juegos de manos de los magos del ilusionismo, maestros en este arte entonces, cuando aún no se habían incorporado los sofisticados medios que hoy utilizan los expertos en esta modalidad artística.

La sede del congreso estuvo en el Gran Hotel Las Sirenas, que había sido inaugurado precisamente un año antes, y que acogió también numerosas actuaciones en su flamante sala de fiestas y en la primitiva sala de cine.

También la sala de la entonces Universidad Popular sirvió como escenario para conferencias de personajes como el periodista y escritor Alfredo Marqueríe y el presidente de la Sociedad Española de Ilusionismo, Javier de Areny. La comisión organizadora estuvo integrada por los magos segovianos Alfonso Monge, Pedro Hernández, Horacio Arias y Pablo Velasco, con quienes colaboraron activamente los entonces jóvenes magos locales hermanos Ángel y Jesús Serrano, Rafael Pagola y Alejandro Hidalgo.

Tuve la fortuna de estar plenamente inmerso en el Congreso por orden de mi director, Luis Cano, por lo que puedo testificar directamente de lo que resultó aquel gran acontecimiento en la ciudad, que fui reflejando diariamente en el periódico con crónicas y entrevistas a los magos.

Entre los numerosos participantes hubo concursos de magia de muchos aspectos, contenidos y habilidades, y junto a actos sociales, destacó la participación de un ilusionista que condujo un automóvil por la ciudad con los ojos tapados. Acompañándole, pasé mis correspondientes sustos, incluso al cruzar bajo el Acueducto. Pero todo resultó brillante y sin novedades negativas.

En el impreso programa oficial figuraron numerosas aportaciones publicitarias de empresas segovianas y foráneas, como asimismo colaboraciones literarias del Marqués de Lozoya, de Mariano Grau, Luis Martín García Marcos, Francisco Martín y Gómez, el citado Marqueríe, tan vinculado a Segovia, y de los periodistas madrileños Enrique Llovet y Fernando Castán Palomar. El entonces muy conocido pianista Luis Arteaga compuso la música del himno del congreso, con letra de Arturo Pacheco, que comenzaba con las palabras “Hoy Segovia de los magos es la novia, de los brujos el cuartel, como ayer el Acueducto fue fantástico reducto de Luzbel…”.

He aquí, pues, creo que efectivamente puede decirse que fue este congreso, ya muy lejano, sí, un preludio del Titirimundi de hoy, porque la ilusión y la magia de aquellos magos llenaron, como hoy los títeres, las calles de la ciudad con sus sorprendentes juegos de mano e ilusión.