El resultado de la votación de la reforma de la ley de Poder Judicial esta semana fue espejo de cómo están las cosas en el mundo político. Solo votaron a favor PSOE y PP, en contra Junts y Vox, se abstuvieron Sumar, PNV y UPN; y no votaron Bildu, ERC y BNG.
Por si no acaban de situarse: el PSOE es el partido que gobierna y el PP el que ganó las elecciones. pero ha quedado como principal partido de la oposición. Las relaciones entre Sánchez y Feijóo son inexistentes, hace siete meses que no se hablan, lo que nunca había ocurrido en la historia de la democracia española. Sin embargo protagonizan los miércoles muy duros combates dialécticos en la sesión de control. Nadie del PP ni del PSOE desaprovecha la ocasión, cualquiera, para lanzar dardos al adversario que rozan la difamación, cuando no caen abiertamente en ese delito.
Junts gobierna con el PSOE bajo el mando de Pedro Sánchez; el PNV suele votar con el Gobierno, ahora del PSOE aunque en el pasado lo hizo con gobiernos del PP. Junta y ERC son socios incuestionables de Pedro Sánchez, los más seguros, los que le votan porque saben muy bien que a cambio cuentan con importantes beneficios para Cataluña y también para los condenados por el procés, porque Sánchez no duda en entrar de lleno en el terreno de la Justicia, y mueve hilos para conseguir que se les perdonen o sean puestos en libertad quienes cumplen penas de prisión.
Vox, adversario del PP, sin embargo, está más cerca de lo que defiende el PP que de lo que defiende el PSOE, aunque el argumentario que Moncloa a los ministros está plagado de frases que igualan al PP con Voz, y los ministros lo repiten con la disciplina propia de un soldado que no discute a su coronel.
UPN no es socio pero apoya siempre al PP; como hacen Bildu y el BNG con el PSOE, aparte de los ya mencionados Junts y ERC. Y Podemos, enfrentado absolutamente a Sumar, suele dar su apoyo al PSOE aunque gobierna con su enemiga mortal, Yolanda Díaz. A la que no tardaron en abandonar y crear un grupo propio fuera de Sumar.
ALGO sE MUEVE EN EL PSOE
Esta votación sobre la Justicia describe muy bien cómo está la política española. Nada se puede dar por seguro, se han roto relaciones y alianzas que parecían indestructibles y no se han creado otras nuevas -en lo que ha tenido mucho que ver las relaciones personales, además de los intereses políticos-. En este clima, la noticia que se estaba esperando hacía años, y que parecía imposible de conseguir, se ha logrado: el acuerdo entre PSOE y PP, o más bien habría que decir entre Gobierno y PP, para proceder a la renovación del Consejo General del Poder Judicial.
Los protagonistas han sido el ministro Félix Bolaños y el vicesecretario institucional del PP, González Pons, con la Unión Europea avalando el acuerdo que, sin ninguna duda, es un acuerdo de Estado. Sin embargo, los partidos con representación parlamentaria han decidido su voto sin tener en consideración la relevancia y las consecuencias de ese acuerdo que tanto ha costado firmar.
En el PSOE, aunque los sanchistas se encuentra unidos con absoluta lealtad al líder, se agrandan las diferencias entre ese grupo de incondicionales al presidente de Gobierno y secretario general del partido con quienes piensan que Sánchez y los suyos han llevado al PSOE por derroteros impropios de lo que siempre fue el PSOE, un partido socialdemócrata con líneas muy definidas sobre qué era aceptable y qué no lo era
Esa posición no es solo generacional, aunque destacados miembros del llamado felipismo hace ya tiempo que se han dejado de hipocresías y confiesan abiertamente su desacuerdo con Pedro Sánchez, sus alianzas con socios que consideran política e históricamente indeseables y las cesiones que hace el presidente de Gobierno. Otros sin embargo, con cargos importantes en el felipismo -Maravall, Solchaga, Escuredo, Solana y bastantes otros- apoyan al secretario general del partido. Entre los más críticos con el sanchismo se encuentran Alfonso Guerra, el primero en expresar sus discrepancias con la acidez que le caracteriza, y después el propio Felipe González, aunque este último confiesa sin embargo que a pesar de las discrepancias con la actual dirección del PSOE no se siente capaz de no votar PSOE en las elecciones. Aparte de ellos se menciona permanentemente a García Page y a Javier Lambán, pero son muchos más los que van incrementando el grupo de críticos.
LAS ALIANZAS
Militantes y votantes del PSOE que no ocultan su animadversión al sanchismo, siempre piden que alguien dé el primer paso, el escopetazo de salida para intentar desbancar a Sánchez, lo que solo puede ser a través de un congreso pues ya se ocupó él de reformar los estatutos para que no se le pueda cesar con otras fórmulas, a través del comité federal. En el último año se han celebrado cuatro elecciones y nadie se ha movido ni un milímetro, pero Sánchez sabe perfectamente, como lo saben personas ajenas al partido, que ahora sí que se empiezan a advertir movimientos que tratan de que el PSOE pase página a lo consideran la etapa más negra de su historia democrática.
En el PP no se cuestiona el liderazgo del Feijóo, pero sí hay algunas voces críticas que se expresan abiertamente contra algunas decisiones del presidente de su partido que no les convencen. Por ejemplo, el acuerdo sobre el Consejo General del Poder Judicial. Lo sabe Feijóo y lo saben miembros de su directiva; suelen ser militantes que no ponen malos ojos a un posible acuerdo con Vox para llegar a Moncloa, pero no lo comparte la dirección de Génova, que solo acepta ese tipo pactos para gobiernos regionales o municipales, con un acuerdo previo en el que se descarten puntos claramente xenófobos o poco respetuosos con las libertades individuales, que defienden algunos miembros de Vox.
Vox además profundiza en cuestiones sociales muy polémicas a raíz de la aparición en escena del partido Se Acabó la Fiesta, que ha logrado tres escaños en el Parlamento Europeo. Conocen muy bien a su líder, Alvise, producto de redes sociales que utiliza para difundir auténticas noticias falsas y bulos, hasta el punto de que se las ha tenido que ver con denuncias y comparecencias judiciales.
LA SITUACIÓN DE SUMAR
Lo que podría inquietar más a Pedro Sánchez es la situación que se vive en Sumar, donde se han cumplido los pronósticos de los que le alertaban sobre Yolanda Díaz. No habían pasado más que unas semanas desde que se creó Sumar con gran alarde publicitario, cuando se inciaron las deserciones. Tantas, que hoy sumar prácticamente se ha reducido a Yolanda Díaz y sus colaboradores.
Podemos fue el primero en abandonar, Compromis no lo ha hecho pero se comporta como si ya no formara parte del conglomerado; lo mismo puede decirse de Los Comunes. Y de Más País. Con Errejón y Mónica Garcia como principales figuras, marcan distancias abiertamente con Sumar y su lideresa. Siempre le quedaría a Sánchez la posibilidad de renegociar con Podemos si le hiciera falta.
Pero después de mirar hacia otro lado cuando Yolanda Díaz empezó con el desmantelamiento de Podemos y se negó a incluir a Irene Montero en las listas al Congreso y al Parlamento Europeo, donde Montero logró escaño con sus propias siglas, es difícil que el Podemos de Montero, Belarra y Pablo Iglesias esté dispuesto a volver a un Gobierno con Pedro Sánchez al frente y apoyar sus iniciativas sin poner un precio muy alto a lo que sería un retorno al pasado.
La situación de los partidos españoles no está como para tirar cohetes. Para nada.
Y cuando los dos principales, PSOE y PP, logran un acuerdo de Estado, en lugar de recibir la noticia con satisfacción, saltan chispas.
Se visualizó el pasado jueves en la votación del Congreso de los Diputados: las alianzas gozan de muy mala salud. Muy mala. Pésima.