Socialcomunismo

Durante décadas, Europa se ha jactado de haber vencido a dos lacras de la democracia y de la libertad humana: el nazismo y el comunismo. No solo cercenaron ambos movimientos la integridad del ser humano, sino que introdujeron en los estratos sociales el germen de la desconfianza, de la delación, del dogma identitario, de la venganza, del empobrecimiento moral, del desprecio a la razón. Por supuesto hablo del campo de la fenomenología, no de sus fundamentos teóricos. Es cierto que el análisis efectuado por Marx y Engels revolucionó buena parte del pensamiento moderno, excesivamente escorado hacia las tesis de Smith y Ricardo. Pero Lenin prostituyó de tal manera los presupuestos marxistas que los condujo hacia una tiranía de la que no se ha salvado ningún país comunista en la historia.

Dice el vicepresidente segundo del Gobierno que estamos administrados por un Ejecutivo sociocomunista. Quiere ello decir que se evidencian los peores augurios: todos los acuerdos y pactos que hemos vivido en las últimas semanas no se encaminaban solo a la aprobación de unos Presupuestos Generales, sino que se trataba del enésimo eslabón de una cadena cuyo objetivo es subvertir los cimientos del orden constitucional. Conste que en una democracia madura —y España lo es— todos los objetivos son plausibles y respetables si en su consecución se utilizan las reglas generales de un Estado de Derecho. Eso es lo que diferencia a cualquier propuesta ideológica de la sedición ejecutada por los separatistas catalanes. En España, el pensamiento no delinque, la acción sí. Por cierto, que me apena que el entonces candidato Pedro Sánchez declarara en su día que el golpe de los separatistas había sido una rebelión y que había que endurecer la sanción de este tipo penal y hoy su Gobierno abogue por precisar los elementos que componen el tipo de la sedición y su pena.

Estamos en el camino de superación de los principios que informan el orden jurídico que se plasmó en la Constitución de 1978. La opción es tan legítima como la contraria, ya lo hemos dicho. Lo preocupante es que el proceso lo piloten socialcomunistas, y sus compañeros de ruta sean quienes han intentado subvertir por la fuerza de los hechos el orden constitucional y los filoetarras que todavía no han pedido perdón por las más de 800 muertes que ocasionaron, aunque siempre sea una buena noticia — a pesar de que no les cupiera otra— su incorporación a la dialéctica verbal y no a la de las pistolas, tan ordinaria en ellos.

Salvador de Madariaga: “Soy liberal porque creo que lo primero es la libertad. Soy socialista porque creo que hay que velar siempre porque las libertades individuales no se ejerzan contra el bien común. Soy conservador porque estimo que sin un mínimo de orden no puede haber ni libertad ni justicia”

El acorralamiento del Monarca, la sucesiva postergación del castellano como lengua educacional en Cataluña, el intento de realizar una reforma ‘ad hominem’ del Código Penal, la reivindicación por parte de uno de los socios del Gobierno de una amnistía, cuando está prohibida por la Constitución, el intento de alterar el procedimiento de nombramientos del Consejo General del Poder Judicial o el proyecto contra la ‘desinformación’ son hitos preocupantes en un camino que se adivina tortuoso. Pero que avanza rápido, en un proceso en el que los tiempos se alteran a gusto del consumidor: es al menos sorprendente la rápida tramitación de la Ley Celáa frente al largo velatorio que padece la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Enfrente, que Vox considere en sede parlamentaria como uno de los suyos al militar que se permite afirmar como chanza el fusilamiento de 26 millones de hijoputas, más allá de la lógica indignación, y de la faz que devuelve el espejo, podría parecer una más de las muchas charlotadas si no fuera por el clima tan sumamente enrarecido en el que la moderación, las dosis de racionalidad y los argumentos son considerados como herramientas débiles frente a la conversión del pensamiento en sentimiento, a los dogmas, la demagogia, la exaltación pasional o la mentira útil. No es de extrañar que las obras completas de Manuel Chaves Nogales sean un éxito editorial en estos momentos. La Tercera España toma oxígeno.

Y puestos a recordar, traigo aquí el pensamiento de un gran hombre y gran patriota —en el buen sentido del concepto ambos términos—: Salvador de Madariaga: “soy liberal porque creo que lo primero es la libertad. Soy socialista porque creo que hay que velar siempre porque las libertades individuales no se ejerzan contra el bien común. Soy conservador porque estimo que sin un mínimo de orden no puede haber ni libertad ni justicia”.