Sepúlveda, Segovia, Turégano y otros apellidos toponímicos

En nota reciente, “El Adelantado” se hacía eco de la base de datos del INE sobre frecuencias de apellidos en España. Una herramienta maravillosa, con precedente para aquellos interesados por estas cuestiones en las guías telefónicas. Algunos interrogantes se planteaban en el artículo referido; y trataré de realizar aporte en temática que constituye obsesión particular.

Los apellidos toponímicos mayores –es decir, nombres de localidades- son fundamentales en los territorios del antiguo Reino de Castilla; y su profusión está vinculada a la repoblación medieval dentro del gradiente Norte-Sur. De manera especial, aparecen en La Mancha y Andalucía, donde la llegada de colonos fue más tardía que en el centro-norte; y la práctica de fijar apellido para nombrar a los vecinos ya estaba más asentada. En realidad, dicho nomenclátor podía ser muy flexible todavía en el siglo XVII. Los hijos de un Mateo Velasco – antepasado mío- adoptaron como identificativo el nombre propio; y devinieron en Mateo.

La lectura de frecuencias de apellidos debe realizarse por “provincias de nacimiento” en la base de datos. Un filtro necesario, pues el criterio de residencia contamina los datos requeridos. Por ejemplo, los nativos enraizados en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) son minoría exigua. Y, debido a la mezcolanza de orígenes, prefiero prescindir de la CAM para este análisis, dada la imposibilidad de desagregar datos de población autóctona en las antiguas áreas rurales de Madrid, muy influidas por sus vecinos norteños más inmediatos.

El indicador adecuado para medir la densidad es la tasa de portadores de un apellido por cada mil habitantes. Valga el ejemplo de Sanz, cual apellido más segoviano: el cociente referido resulta imbatible -33 por mil-, a pesar de haber muchos más nacidos en Madrid. Desde este criterio, Toledo es la provincia con mayor intensidad de toponímicos segovianos. Una jurisdicción situada al sur en línea recta; y gran receptora de dos tipos de repobladores medievales: aquellos originarios de nuestra provincia; y madrileños de la transierra con las mismas raíces. Por ello, Toledo gana premio a la regularidad, relativo al “ranking” provincial de la ratio que mide la frecuencia relativa de numerosos apellidos: Pedraza (1ª posición), Segoviano (1ª), Sepúlveda (2ª), Cantalejo (3ª), Cuéllar (4ª) y Segovia (5ª).

En ciertos pueblos de Toledo y Ciudad Real, se han preservado numerosos apellidos compuestos de extracción popular, híbridos que combinan patronímico con topónimo de origen; y nos informan sobre la procedencia de colonos desplazados desde la vertiente septentrional del Sistema Central. Algunas muestras: Romero de Ávila –es decir, los Romero emigrados a La Mancha desde Ávila-, López-Sepúlveda, Martín-Buitrago, etc. Este fenómeno, apenas conocido, enorgullece a los vecinos de localidades como Herencia.

Segovia, Ávila o Burgos son apellidos frecuentes, frente al carácter minoritario de Segoviano o Burgalés. La marca de estas ciudades notables se impone. Por su parte, la identidad étnica individual prevalece en los Vizcaíno, Montañés, Gallego o Navarro, oriundos del Norte.

Las capitales de las comunidades de Villa y Tierra castellanas más señeras eran auténticas plataformas logísticas para el avance repoblador. Los emigrantes de los pueblos inclusos también llevarían el toponímico de la matriz comarcal. Y, desde las lanzaderas manchegas, los apellidos se extenderían de forma exponencial por Andalucía e Indias. Otras vías paralelas de transmisión repobladora, en dirección sureste y suroeste, aparecen en Badajoz –donde abundan los Cuéllar- y Cuenca, muy segoviana, con presencia densa de toponímicos como el que nombra a la ciudad del acueducto. Suma y sigue hacía el sur por este vial: la mayor frecuencia relativa del apellido Riaza nos conduce a Albacete –junto a Ciudad Real-. Todos los caminos confluían en la región más meridional. Si se encuentra con alguien nacido en España y apellidado Pedraza, lo más probable es que sea andaluz -un 41.5 por ciento-. Además, cuántos tocayos de Barcelona o Madrid compartirán dichos ancestros sureños.

La conquista y colonización de la América Hispana mantuvieron rasgos medievales, como prolongación de la llamada Reconquista dentro de una especie de carrera de relevos. Así, Arévalo, Cuéllar, Segovia, Pedraza o Sepúlveda son, ante todo, apellidos criollos, arribados en los siglos XVI y XVII. Recordemos al peruano Javier Pérez de Cuéllar –compuesto de patronímico con toponímico-, quien fuera Secretario General de Naciones Unidas. Sepúlveda, uno de los apellidos más comunes en Chile, donde lo llevan más de 123.000 ciudadanos -véase la espléndida base de datos “Forebears”-, entre ellos el escritor Luis Sepúlveda, fallecido por Covid-19 en Asturias. En paralelo, casi un treinta por ciento de los Cuéllar empadronados en España ha nacido en el extranjero –inmigrantes latinos en su mayoría-

La expansión transatlántica explica que las cifras de toponímicos segovianos apabullen: Sepúlveda -278.000 individuos-; Cuéllar -232.000-; Segovia -204.000-; y Pedraza -148.000-. ¿Qué destinatarios encabezan el listado, más allá del caso chileno referido? México –apellidos Cuéllar y Pedraza-; y Argentina, con Segovia. Este último es el único significativo en Filipinas –casi once mil personas-, donde muchos apellidos fueron asignados vía sorteo en el siglo XIX.

En estas localidades castellanas con carácter señorial, existe un perfil de visitante, aspirante a pisar, al menos una vez en la vida, su supuesto lugar de origen. La directora de la Oficina de Turismo de Arévalo me refería, hace más de quince años, su feliz idea de organizar una gran concentración de personas con este apellido en fecha señalada.

La multiplicación de efectivos demográficos no solo tenía causa biológica, sino también respondía a una dependencia personal de vasallaje, frente al señor feudal del Medievo y sus herederos allende el Atlántico. El apellido podía transmitirse vía padrinazgo de bautismo. Esta práctica fue iniciada en La Mancha y Andalucía, para convertirse en habitual dentro de la América Hispana. Los esclavos afrodescendientes heredaban el nombre del hacendado; y la misma relación se establecía entre encomenderos e indígenas a su cargo. Los nombres de algunos virreyes y altos cargos de la administración colonial eran susceptibles de adjudicarse a terceros; mientras, muchos mestizos libres habrán adoptado los apellidos de sus patrones. En realidad, estos últimos solían ser los padres oficiosos de muchos niños ilegítimos: qué bien se refleja en “La oveja negra” (1949), clásico del cine mexicano. En viaje al pueblo pintoresco de Otavalo, una chica bilingüe, perteneciente a una comunidad indígena enmontañada, iba sentada a mi lado en el autobús; y tenía ojos verdes. “Mi abuelo era como usted” –blanco- me dijo. El taxista que nos condujo a una hacienda cercana, antaño perteneciente a un antiguo presidente de Ecuador, ironizó sobre la fama del mandatario, a quién se atribuían más de doscientos hijos engendrados en aquellos parajes andinos.

Algunos apellidos también se extendieron como mancha de aceite en radio corto desde Segovia, sobre todo cuando se trataba de localidades con dinamismo económico. Si Sepúlveda era villa señorial y rentista, ninguna persona nacida en nuestra provincia porta hoy en día dicho toponímico. Por el contrario, Cantalejo –nombre asociado a localidad con gente emprendedora de mucho trajín- destaca como apellido autóctono, unido a cierto recorrido meridional. Y respecto al nombre Segovia, sus mayores frecuencias relativas se encuentran tanto en Ávila como en la provincia natal. ¿Villacastín? Apellido abulense, portado por una periodista muy conocida, natural de la ciudad amurallada. Los Cuéllar abundan en Segovia y Valladolid; mientras, Soria ostenta la mayor ratio de Ayllones por mil habitantes, también repobladores de Guadalajara vía Transierra desde Grado del Pico, Cantalojas y Villacadima.

Como corolario, me atrevo a aventurar cierta hipótesis sobre Turégano: toponímico minoritario con raigambre en la comarca de Cañete, situada junto a las serranías de Cuenca. Yo lo llevo en mi fronda genealógica, heredado de mujer arandina oriunda de la localidad donde viera las primeras luces Don Álvaro de Luna (1390-1453), cuyo padre detentara el señorío de la villa. El valido del rey realizó un viaje con gran fasto y simbolismo desde Ayllón hasta Turégano para reconciliarse con Juan II de Castilla. ¿Fueron reclutados algunos vecinos para establecerse en sus dominios de Cuenca? Este pudo ser también el caso de una rama de los Ayllón, frecuentes en dicha provincia, pues el Condestable de Castilla pasó el destierro en la villa –hoy segoviana- incorporada al condado de San Estebán de Gormaz, otro título de los Luna, apellido que todavía aparecía –como compuesto no nobiliario- en la Riaza del siglo XVII.