No hay mal que 100 años…

En las últimas fechas hemos conocido que se baten récords diarios en la administración de vacunas. La última cifra conocida es de más de 300,000 dosis en un solo día. El objetivo que se adivina, porcentajes aparte, es poder salvar las vacaciones de verano. Que los paisanos de acá puedan moverse — idealmente por España— y que los de allá vengan para acá, que se muevan y gasten dinero. Y que comience una recuperación de todas las industrias.

Me provocaba una media sonrisa el comentario escuchado en alguna tele, en la que el periodista contaba, con asombro, que muchas comunidades autónomas habían estado poniendo vacunas durante los días festivos de la Semana Santa; la verdad es que no se me ocurre mejor cosa que se pueda hacer en España desde hace muchos meses que poner vacunas, todas las que se pueda y cuanto antes mejor. El virus ha demostrado incultura y falta de sensibilidad manifiesta ya que no respeta ni festivos ni elecciones ni manifestaciones.

Afortunadamente ya hay muchos mayores vacunados. Se les empieza a ver al sol y con los nietos, seguramente sus dos deportes favoritos. Para muchos, como el que escribe, la actitud de los mayores ha sido otra de las pocas cosas bellas y rescatables de esta peste. Son los que más duro han recibido el golpe, los que más miedo han pasado en casa y en las residencias, los más respetuosos con los confinamientos y los que menos se han quejado… Reflexioné que quizá porque han vivido tiempos malos y peores —en donde no han faltado otras pestes y guerras— han desarrollado la suficiente sabiduría como para entender que este tiempo de muerte es también parte de la vida y lo asumen con la reciedumbre del que ha visto muchas cosas pasar.

La buena noticia, en cualquier caso, es que en los países donde llega la vacuna con el ritmo adecuado se empieza a ver el posible comienzo del final. Eso sí, no olvidemos que son muchos más los países que no se pueden garantizar o pagar las vacunas y ahí siguen mirando de frente a los ojos de la bestia. España, tierra de refranes, aplicará los más apropiados a este momento: No hay mal que 100 años…, al final de la tempestad… y otros de ese jaez.

Y son los economistas de prestigio e independientes los que dibujan dos posibles salidas de la crisis económica que se habrá de reconocer, ya que hasta ahora se vive en una especie de limbo de subsidio mundial. Una es la salida átona orientada a lo autárquico, a lo proteccionista, reduciendo exportación, como forma de no perder lo poco que se pueda retener de la economía local de los territorios. Un modelo que se podría asemejar remotamente al extinto telón de acero.

La otra versión parece tener que ver con un modelo de alta inflación; mucho dinero corriendo por los mercados, elevando las deudas públicas hasta límites no conocidos buscando una recuperación más rápida posponiendo el “arreglo” de las cuentas de los estados para años o décadas después. Algo así como “que ya se pagará la cuenta”.

No está del todo clara ni la bondad de una solución ni la maldad de otra. Parece ser de todos modos que hasta que no se ponga de verdad el contador de la recuperación a cero no se sabrá el mejor modelo a aplicar. Pero da la impresión de que será Estados Unidos quien muestre el camino a seguir. Históricamente se ha visto que intervienen con “los dineros” con autoridad y consiguen cambiar el curso de la historia, para bien o para mal. Véase lo que supuso para Europa el Plan Marshall o los embargos y bloqueos a ciertos países a los que dejan sin resuello.

La pandemia ha dejado a la omnipotente Unión Europea en una crisis de identidad y exceso de funcionarios que nos tendría que explicar

Lo que no se espera es que nuestra dubitativa Europa sea agresiva en la toma de medidas económicas, del mismo modo que no lo ha sido en la negociación y defensa de los contratos de vacunas o en el reparto de fondos. También se ha visto superada por una realidad como es la armonización de contener la pandemia y el movimiento de ciudadanos por Europa. La pandemia ha dejado a la omnipotente Unión Europea en una crisis de identidad y exceso de funcionarios que nos tendría que explicar. Los ciudadanos hemos estado muy perplejos viendo cómo países de referencia de fuera de la UE se han tomado la pandemia como un estado casi de guerra y han sido enérgicos ordenando a los ciudadanos lo que había que hacer en cada momento y —se ha visto— claramente que han negociado con el cuchillo entre los dientes con los laboratorios en defensa y confort de sus nacionales.

Los demás hemos ido por detrás.