Muerto el perro

Dice el refrán popular que “muerto el perro se acabó la rabia”, aludiendo a que los problemas hay que atajarlos con decisión, pero la razón nos lleva a pensar que, además de contundentemente, hay que obrar con prudencia, pues la rabia, que, por supuesto, se elimina sacrificando al animalito, más razonablemente puede evitarse con sus cuidados sanitarios y la conseja del veterinario.
Por ejemplo, la pobreza y la limosna callejera se erradicarían eliminando a los sin techo, pero razonablemente hemos de evitar la miseria facilitando desde las administraciones lo necesario para estos vecinos de menos disponibilidades, procurando que los pudientes también cedan parte de sus bienes para vivienda, vestido y comida de los menos favorecidos, que esto, además de caridad, y sobre todo, es justicia.

Que los problemas de la circulación de bicicletas, el más sano, cómodo y económico transporte, se evitarían prohibiendo el uso de estos vehículos, pero lo razonable, justo y necesario es dotarles de carriles bici, seguros para ellos y para la circulación vial toda. Y desde luego no se fomenta el uso y afición a la bicicleta, ni se soluciona su problemática suprimiendo en las cercanas fiestas patronales la más tradicional, popular y populosa “vuelta ciclista a Segovia”.

La problemática de ruidos, limpieza, servicios o accesibilidad a los barrios, que tanto quebradero de cabeza dan a gobernantes, no se soluciona cerrando esos barrios, ni desoyendo la frecuente queja de los ciudadanos, sino poniendo los medios que garanticen el sosiego y bienestar de sus vecinos.

De un tiempo acá se vienen quejando vecinos y comerciantes de la Calle San Francisco de nuestra ciudad de que en los bancos metálicos fijos que forman simpático mobiliario urbano se reúnen grupúsculos de gamberros o cafres que se dedican a hacer todo tipo de gamberradas e indecencias, orinando y defecando en los portales y rincones de esta calle y de los callejones que a ella afluyen, por lo que en varias ocasiones han elevado quejas al consistorio. Como respuesta a este problema de la acción de gamberros, en vez de mantener mayor vigilancia y dureza en las sanciones, el concejo parece que piensa retirar esos bancos que además de ornato vial son oferta de descanso a viandantes. Parecen pensar que muerto el perro se acabó la rabia. Es como quedarse mirando al dedo que señala el problema.

¿No sería lo justo y necesario intensificar la vigilancia y la presencia de agentes de la autoridad y el orden que cogieran “in fraganti” a los cafres y los dieran el correspondiente y ejemplar correctivo?

Recuerdo que, hace años, dos sábados seguidos, llamé a la policía local avisando de que un incontinente jovencito se aliviaba de la excesiva ingesta de alcohol, la primera vez en medio de la Plaza oriental, y el segundo sábado en un mismísimo pilar central del Acueducto; en ambas ocasiones debo decir que los agentes acudieron con loable celeridad, pero…la sanción no debió de ser lo suficiente contundente, pues le pidieron el documento de identidad, tomaron nota y le despidieron. Y digo que no debió de ser muy dura la sanción, cuando el joven meón repitió hazaña.

Pero pienso yo ahora, si como remedio al gamberrismo el concejo determina retirar el mobiliario agredido, en el caso del meón reincidente pensarían como mejor solución derribar el Acueducto, por lo del susodicho refrán de “muerto el perro, se acabó la rabia”. Nos quedaríamos sin fuentes, estatuas, farolas o bancos que ornan y facilitan la vida ciudadana, tantas veces objeto de pintadas, traslados o roturas.

Desde luego alguna medida drástica, que sin tener que derribar los pocos elementos que lustran nuestras calles y plazas y espectaculares rincones que forman el llamado ”susto de Segovia”, habrá que tomar, pues es lamentable que calles tan céntricas y cercanas al emblemático Acueducto, punto cero del día a día ciudadano, San Francisco, Blanca de Silos, Independencia, Gobernador Fernández Jiménez, o las mismísimas Calle Real, o la Avenida del Acueducto y las que a éstas afluyen, y otras más retiradas, también turísticas, y las de los demás barrios cuyos vecinos pagan iguales impuestos, den este lamentable espectáculo, sumado al estado de suciedad y abandono en que se encuentran, sumado al estado de deterioro en que se halla el Centro de Recepción de Visitantes, sumado a la frecuencia de los carteles de establecimientos cerrados, con carteles de “se vende”, “se alquila”, “se traspasa”, cartel que a veces pienso habría de ser colocado en los accesos a Segovia, porque esta ciudad turística y Patrimonio de la Humanidad, se va minorando, deteriorando, aviejando, aunque nos permitamos gastar 25 millones en litigios judiciales y 30 en un fantasmagórico CAT sin oficio ni beneficio.

Tal vez todo sea cuestión de buenas prácticas economicistas y de tratar con cariño y mimo a la ciudad y de acostumbrar a nuestra juventud a que la respete y cuide, que no sólo consiste en poner carteles que digan “Segovia limpia y guapa”.