Miguel Ángel Herrero – El voto constitucional

Las próximas elecciones generales del 28 de abril son las más decisivas de los últimos cuarenta años. Ahora está en juego el modelo de Estado y la unidad de España. En las anteriores convocatorias no se discutía la integridad territorial ni la Constitución. Por eso, de hecho, éstas son elecciones constituyentes. Hay dos frentes encontrados. Por un lado, los partidos que defienden la unidad y el régimen monárquico, y de otro, los que buscan su destrucción. Ahora se decide el próximo futuro de una sociedad democrática bajo la amenaza del golpismo secesionista y la ultraizquierda podemita asociada con Sánchez. Se ventila la continuidad del sistema político nacido en 1978, ahora en peligro. Lo demuestran las recientes declaraciones de un tal Iceta. El mandarín del socialismo catalán ignora la Constitución al aceptar una futura independencia en Cataluña. Se dirá que es una argucia electoral de un político fracasado. Pero es el proceder habitual del socialismo catalán avalado por el actual presidente. Siguiendo los pasos del PNV, el PSC se mueve en una ambigüedad controlada. Uno y otro partido recogen las nueces del árbol que agitan los violentos golpistas.

Sánchez y sus confluencias saben perfectamente que si ganan las elecciones estarán más cerca de acabar con el actual régimen monárquico y con la unidad de España. Por eso, les falta tiempo para hacer campaña con los “viernes electorales” (antes rueda de prensa del Consejo de ministros). Han convertido una institución del Estado en una rifa, donde la imaginativa portavoz promete por miles, todo tipo de artículos: puestos de trabajo, subsidios y prebendas para todos. El programa electoral de Sánchez esconde lo importante. Lo presentó en un teatro de Madrid y se adornó con trece banderas españolas para fingir su españolidad. Se pretende lavar la cara de un PSOE, siempre obediente a los nacionalistas. El partido que manifiesta su intención de indultar a los cabecillas de la rebelión si son condenados por el Tribunal Supremo; o sea poner en la calle a quienes están arruinando Cataluña y pisotean derechos y propiedades (nuestros derechos, amable lector o lectora). Pero no convencen a nadie, que no quiera ser engañado. Basta escuchar el relato del abogado de Estado que dimitió antes que doblegarse al poder político coactivo. Se negó a omitir pruebas fehacientes sobre la violencia de los golpistas catalanes. Era un intento más de Sánchez para recibir a cambio los votos a sus fracasados presupuestos. Un nuevo intento de utilizar las más altas instituciones en beneficio propio: el de seguir ocupando la Moncloa a cualquier precio.

Las próximas elecciones generales brindan la oportunidad democrática de conseguir un Gobierno digno. Mucha gente se pregunta si los partidos de centroderecha conseguirán sumar escaños suficientes. ¿Se pondrán de acuerdo, Casado, Rivera y Abascal? Según sus repetidas declaraciones coinciden en la defensa de la Corona y de la unidad de España. ¿Pero, les importa más subrayar sus discrepancias? No será más inteligente impulsar un “voto constitucional” que sume para ganar. Sumar votos constitucionales en las provincias que tienen asignados menos de seis representantes (Soria, Segovia, Cuenca, etc.). Los expertos coinciden en que esos escaños son decisivos. Y las matemáticas, al contrario que las promesas electorales, no mienten. Es cuestión de calcular y pactar para repartir los escaños de 28 provincias que decidirán el signo de 108 escaños. Se trata de conseguir la máxima eficacia del “voto constitucional”. Cerca de doce millones de españoles no perdonarían a los líderes de centroderecha que no llegasen a un acuerdo inteligente. Todos ganarían, sobre todo la España constitucional.