Más sobre el castellano

La verdad es que tenía en duda, si dedicar o no una segunda entrega a este tema ya que no fueron pocas las cosas que se me quedaron en el tintero. Pero ahora ya tengo claro que si debo hacerlo, aprovechando la oportunidad de tener que dar respuesta a don José María Martín Mesa, licenciado en Filología Hispánica, por la alusión que me hace el 16 de enero del corriente año de 2023, en este mismo diario.

Viene al pelo una anécdota que me contó hace muchos años, un compañero telegrafista, trasladado a Segovia desde Salamanca. Había sido éste vecino de don Miguel de Unamuno en la ciudad charra y coincidían, con frecuencia, en el camino que seguían, uno a la Universidad y otro a la central de Telégrafos.

Hablaban de todo un poco. Pero, con el tiempo, llegó a comprobar que don Miguel se complacía en llevar la contraria. Para ello recurría a ingeniosos argumentos irrefutables que indefectiblemente provocaban la perplejidad de su efímero compañero de viaje.

Siendo esto así ¿Dónde está la verdad? ¿Y no habrá, acaso dos, tres y más verdades? Está claro que, teniendo supuestamente toda la razón, te la pueden quitar con buenos argumentos e incluso, no tan buenos.
Respecto al tema que nos ocupa de español o castellano, con razón o sin razón, parece que la cuestión se ha encallado y cada cual lleva el ascua a su sardina. ¿No sería lógico, pues, que los castellanos adoptáramos una postura casera?

Propongo al respecto, medio en broma medio en serio, aceptar lo que la ley permite de no declarar en contra del acusado como testigos a los ascendientes, descendientes, pareja de hecho, hermanos y parientes colaterales hasta el segundo grado. Es decir: que como castellanos, se nos permita, repito, no tirar cantos contra nuestro propio tejado.

No voy a repetir lo que dije con anterioridad pero sí viene bien aportar más datos que pueden ser interesantes para enriquecer el debate. Desde un punto de vista tradicional no exento de romanticismo, lo dicho, dicho queda y no hay por qué “meneallo”. Pero en este segundo artículo, menos altruista y más pragmático, voy a tratar del PERTE, o dicho de otro modo, dinerito, mucho dinerito, contante y sonante.

¡Con la iglesia hemos topado, Sancho!. Es el PERTE la nueva economía de la lengua que cuenta con un presupuesto de 1.100 millones de euros de inversión pública y que pretende movilizar a 1.000 millones más de inversión privada. Por cierto, quedan aquí reconocidas las lenguas españolas cooficiales a las que el Sr. Martín Mesa niega su españolidad.

Pues bien hay argumentos para todo y se esgrimen con más o menos razón o sin razón. A veces, con voz clara y a veces, distorsionada por la amalgama de la gran ceremonia de la confusión a que ha llegado a convertirse la España de las autonosuyas.

Conviene recordar que, en su momento, se hicieron de prisa y corriendo unas agrupaciones provinciales llamadas autonomías. La mayoría se ajustan a las provincias de su región. Pero con Castilla no fue así.

Veamos: Por entonces se conocía como León: León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia. En el caso de Castilla la Vieja: Santander, Burgos, Logroño, Soria Segovia, Ávila y como Castilla la Nueva, Cuenca y Guadalajara.
Madrid quedaba diluido en su expansión como capital de España, aunque con gran arraigo castellano en su provincia, pues no se olvide que la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia rebasaba el Tajo y todavía hoy algunos municipios madrileños forman parte de la actual Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia.

Instalada la prudencia en la capital del acueducto, se impuso el criterio de dar tiempo al tiempo y estudiar bien el asunto antes de tomar decisiones. Pero estas fueron impuestas, no sin resistencia y con recursos legales hechos a medida de las urgencias y de otros intereses.

El resultado fue que Logroño, consciente de que se le pudiera venir encima un centralismo vallisoletano, consiguió una autonomía con el nombre de la Rioja, en detrimento de Los Cameros y abdicando de su consideración tradicional de castellano. En Santander pensaron lo mismo. Poco pudo el movimiento Santander en Castilla. Y se constituyó la comunidad de Cantabria, abdicando también de su condición de haber sido tradicionalmente la “Montaña de Burgos”.

¿Y qué pasó con el resto de Castilla? Pues que se fragmentó y una parte, Burgos, Segovia, Ávila y Soria las metieron a capón en León y el resto, Guadalajara y Cuenca, en Castilla-la Mancha. Ha transcurrido el tiempo y que cada cual saque sus consecuencias si esto ha sido para bien o para mal.

Ahora surge hablar del PERTE: LA NUEVA ECONOMÍA DE LA LENGUA como acabo de decir. Y se puede comprobar que la ciudad leonesa de Salamanca, reclama frente a otras ciudades con argumentos respetables, más recursos para proyectos del Centro internacional de la Lengua, que solo ha recibido 2,5 millones. Al mismo tiempo que se siente agraviada por el gobierno porque La Rioja, recibirá 45 millones para un centro de Inteligencia de este invento.

Y es que aquí vuelven a considerarse motivos políticos porque esta Comunidad está gobernada por el PSOE mientras que Castilla y León, lo es por el PP. Hay que observar que ahora si aducen sus raíces castellanas en la Rioja por la pura conveniencia económica. Porque ¿a quién no sorprende y maravilla que el castellano no naciera en Castilla?

El País Vasco, Valencia, Cataluña, Andalucía…también pugnan en esta competencia mercantil que afecta, incluso, a una cierta rivalidad entre las ciudades de Valladolid y Salamanca. Y ¿qué dicen Segovia, Ávila, Soria, Burgos, Guadalajara y Cuenca? Pues nada, o muy poco Y Burgos, la cabeza de Castilla, menos todavía, tan implicada como está en la abolición de las armas nucleares… Así que como para distraerse con estas zarandajas. Si acaso Madrid que también pretende pescar en este río revuelto porque, como alguien ha dicho, ”Hay peces para todos”.

En fin Sr. Don José María Martín Mesa, llame al castellano como usted quiera. Que en este barullo su voz y la mía quedan confundidas en el griterío del mercadillo. Poco importa que se llame español o castellano. Lo importante es cuánto me llevo.

Defienda el español si así lo entiende como filólogo que yo lo haré por el castellano en base a que Castilla cuenta en su haber con indiscutibles realizaciones históricas, pero acaso ninguna tan formidable como la creación de su propio idioma. Esta lengua, hoy vehículo de cultura, de más de quinientos millones de hablantes, (1) es la obra colectiva de un pueblo joven e innovador…. Y también porque se le respeta al inglés su nombre tradicional sin cambiársele por británico. Decir castellano es rendir un modesto homenaje a la región que tanto hizo por España y que hoy permanece fragmentada y muda.

Acabo recordando el artículo 3.-1 de la Constitución Española que dice: El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
Y según esto ¿es constitucional decir español?
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(1) De 1978, fecha en que se firmó el manifiesto de la lengua a 2023 han transcurrido 45 años. En este tiempo han aumentado doscientos millones los castellano-hablantes.
(*) Del Centro de Estudios Castellanos.