Lesiones

Mi hijo Saúl se ha lesionado. No es importante, tan solo una pequeña fractura en un dedo del pie que le va a apartar del baloncesto, y correr a todas horas, durante espero sean tan solo unos días. Me permito el lujo de tratar aquí un tema personal, que seguro les interesa poco a casi todos los que puedan pasar por este foro, porque una vez más me doy cuenta del gran ejemplo que son los hijos para nosotros, sus padres. Saúl es emocional y puede ser muy visceral, pero en este caso ha aguantado con estoicismo, resignación y responsabilidad el dictamen del traumatólogo.

-Papá, mi primera lesión – me dijo con tono apagado, pero sereno, cuando salimos del hospital. Y lo cierto es que el niño – nueve años – lo lleva con mucha más dignidad que si me hubiera pasado a mí. El pie le duele, pero no tanto como el hecho de no poder entrenar y jugar con sus amigos. Lleva un zapato especial de los que tienen la suela rígida para que el dedo se mueva lo menos posible, y no se lo quita nunca, no protesta. Porque lo importante, lo esencial más bien, es que así volverá a entrenar pronto.

Estos días, en un rincón de su habitación que es una leonera, descansan colocados el balón y las zapatillas que le regalaron sus amigos en junio pasado, y que solo usa para entrenar y jugar. Jamás han dado una patada a un balón esas zapatillas. Si pudiera meterlas en una urna para preservarlas lo haría, quizá porque para él son como las joyas de la corona.

Si todos, y me pongo yo por delante, tuviéramos la sensatez y la cordura que tienen los niños para aguantar los avatares de la vida nos iría mucho mejor, seguro.