Lembrança

En todo idioma hay palabras que acarician el oído. Alguna, conocida la traducción, hasta suena mejor que la equivalente en nuestro idioma. No deja de ser un tema muy personal y cada uno tendrá su propia opinión pero al que escribe ciertas palabras del francés (bien pronunciadas) o del inglés, también algunas del italiano le resultan evocadoras, a veces musicales. A veces no al nacional que lo habla sino al extranjero que lo escucha.

Una de esas palabras es Lembrança (recuerdo en portugués) y que pronunciada en su idioma tiene carga emocional, la añoranza de lo perdido que no ha de volver.

Y de Portugal, siempre más lejos que cerca, con un pueblo disciplinado que no dispara las cifras Covid he hecho memoria estos días. Hace ya algunos años tuve responsabilidades en una empresa multinacional con sede en Lisboa. O mejor dicho, había que abrir sede allí y luego explotar el negocio. Lo primero que hice fue tomar clases del idioma durante varios meses (gran recomendación me hicieron) toda vez que el portugués agradece muchísimo el esfuerzo de un español que habla, o al menos chapurrea, su lengua. Bien es sabido que los españoles cruzamos la frontera y hablamos castellano con toda naturalidad allí sabiendo que nos entienden. El respeto al país y su idioma lo valoran y el interés, por la parte que me tocaba, en “que cayera bien” tanto la persona física como la jurídica haría que se aceleraran las burocracias del país.

Y respecto a esos recuerdos se puede decir que fueron años buenos aprendiendo, hablando, trabajando, viajando y disfrutando del país. Y también pagando billetes de avión carísimos (ya menos estos tiempos) porque el vuelo tenía carácter de internacional. La ironía del asunto es que volando desde Madrid a Lisboa el vuelo tomaba menos tiempo que ir, por ejemplo, de Madrid a Barcelona siendo en kms. aprox. la misma distancia, pero el menor tráfico aéreo en Lisboa y la cercanía al centro de la ciudad hacían del viaje algo realmente liviano. Y, como digo, el coste del billete era sustancialmente más caro, lo que algún freno ponía para el intercambio comercial.

Mucho se puede aprender de ese cercano, muy desconocido y fascinante país, y de sus gentes. Cómo incorporan su melancolía a un modo de vivir; siempre he pensado que los vientos atlánticos que barren su costa les van dejando su carga… También una capacidad de resiliencia para los tiempos difíciles que bien nos vendría aprender por aquí; es una sociedad por lo general educada, que respeta mucho al otro, se usa raramente la palabra soez, tienen buenas escuelas de formación a ciertos niveles, suelen hablar idiomas extranjeros con más facilidad que nosotros y han sabido establecer una relación respetuosa con las excolonias africanas de forma que Lisboa sigue teniendo carácter de metrópoli con intercambio cultural y de negocios con África. Ni que decir tiene que tienen una relación especial, a todos los niveles, con Brasil. La reflexión, en su día y hoy también, era como un país que siguen entendiendo la relación comercial con sus “ex” como parte de su actividad económica no ha sabido (no hemos sabido) con la otra parte de Iberia entenderse más intensamente para beneficio de ambos.

El portugués medio, de mediana formación, fuera de rivalidades de vecinos, siempre ha entendido que una mayor y amplia relación con España sería algo de mutuo beneficio, algo que por aquí todavía no se ha visto con gran claridad, de hecho no se ha llegado a plantear con verdadera seriedad. De particular importancia sería para CastillaLeón en su parte Oeste con muchos Kms de frontera (más imaginaria que real) cubriendo las provincias León, Zamora y Salamanca el tener una mayor relación con los vecinos. Y es que hay una evidencia. Hay varias capitales castellano – leonesas que tienen más cercanía con Oporto y Lisboa que con Madrid con la ventaja añadida que esas ciudades son puerto de mar (eso sí, olvidando la calidad de las vías para comunicar las ciudades).

Un acercamiento en lo económico y más intenso en lo político y cultural entre los dos países daría un tamaño humano de territorio de aproximadamente 58 millones de habitantes lo que nos acercaría, en términos de población, a los países de nuestro entorno (curiosa palabra porque parece que el norte de África no estuviera en nuestro entorno) tales como Francia con 67 millones, Italia con 60 millones y Alemania que tras la reunificación es una potente máquina de 83 millones de personas. El Reino Unido por ahí anda con 67 millones de personas pero el futuro parece que más les aleja que les acerca a nosotros en todos los frentes.

El carácter muy desagregado, a veces desarraigado que han ido cogiendo las comunidades autónomas en España no haría extraño para nadie que para ciertos temas de interés, sobre todo de índole económico, contáramos con Portugal en lugar de ignorarlo. Podría haber mejor relación con ese país que con algunas regiones españolas que deliran por ser nación. Una de los grandes ventajas y, fundamental, sería la salida al mar, directamente al Atlántico saliendo por las mansas aguas del Tajo (Tejo) en Lisboa o también por el Duero (Douro) en Oporto. Los ríos, está claro, que no entienden de fronteras. Y el modelo podría estar cercano al del reino Unido donde los países conservan soberanía pero en ciertos temas (siempre económicos) actúan unidos.

Además, ciertas derivas nacionalistas, ambiciones imposibles de soberanía, quizá se vieran frenadas si el peso de los puertos de mar, es decir, de las exportaciones, sector estratégico para España se viera compensado por el lado oeste y en función del interés nacional el movimiento de mercancías pudiera virar desde el Este al Oeste, ya me entienden. Además del ahorro que podría suponer no tener los barcos que dar toda la vuelta por la península ibérica cuando van a los puertos del mediterráneo. En tiempos como los que estamos, en los que la competitividad es clave para que ciertas industrias no se deslocalicen (término que, como sabemos, lo quiere decir es que se van a otro sitio para producir más barato) el hecho de acortar distancias y abaratar portes puede ser un elemento que permita competir mejor en una economía global.

La realidad es que los aviones van (o iban) llenos de gente de un lado para el otro, el negocio existe y la distribución en Iberia es una realidad, de hecho todos podemos ver productos de alimentación cuyos nombre y composición van en los dos idiomas, ya que individualizar los envases sería un encarecimiento sin ningún sentido.

Con todo esto en mente es claro que hay dos regiones que saldrían muy beneficiadas del acercamiento: CastillaLeón y Extremadura, ambas mirando a Portugal de espaldas de toda la vida cuando el reto podría ser que nos diéramos de vez en cuando la vuelta y pensar “hacia el oeste”.

Pero volviendo al mundo real lo cierto es que llevamos ya XXXI cumbres hispano – lusas, son encuentros de primos hermanos, cortesía, buen humor, la frase manida de “es más lo que nos une que lo que nos separa”, etc pero lo cierto es que no tenemos el Ave ni con fecha lejana realista proyectado. Avanza por Extremadura pero tomará tiempo, si llega, que lo podamos ver llegando a Lisboa. No parece estar en la mente de nadie una conexión desde alguna capital castellano – leonesa a Oporto.

Vamos dando tumbos dentro de la nueva normalidad y quizá es tiempo de pensar en la “nueva economía”, esa en la que estaremos lastrados por ser un país de servicios y de buena agricultura y que tendrá que esperar el despegue de los “industriales” es decir los motores europeos de siempre para que los del sur podamos tener nuestro propio despegue y una vez más, como no tengamos suerte, alargaremos la diferencia de renta per cápita en lugar de acortarla, como debiera ser.

Una buena comunicación con Portugal, enfrentar ciertos desafíos juntos, confiar en algunas buenas mentes europeístas que siempre han tenido podría ser de gran beneficio para el país, pero sin duda para nuestra región.

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