La patata caliente catalana, en manos de Pedro Sánchez

Parece que ante la situación tan controvertida planteada por el voto lo lógico es que los protagonistas traten de desenfangarse como puedan del barrizal que ha dejado la tormenta del pasado dia 14 en Cataluña y busquen el mejor atajo para salir de ese escenario incierto y preocupante con los pies lo más limpios posible. No va a ser fácil el camino –como ya se viene contemplando- ni si será una alborada risueña. Es más, parece que cierta niebla mañanera conduce más a una serie de acercamientos (supongo que con la mascarilla protectora puesta más para combatir el hedor de ciertas posiciones. enfrentadas- que para evitar contagios indeseados de la pandemia) tendentes a conseguir ciertos pactos de gobierno de la Generalidad, fundamentalmente en lo único que les acerca como el indulto de los presos del proces, el ansiado referéndum y la autodeterminación (es decir la independencia) de Cataluña. Pero tal proceso de aproximación se hace aún más difícil desde las situaciones personales de sus líderes: carcelarias (como la de Oriol Junqueras), de exilio (como la de Puigdemont), o de severas imputaciones judiciales (como la de la candidata Laura Borrás). O la de Illa (que en caso extremo serviría para un descosido) que como es notorio carga su mochila con una fuerte dependencia y compromiso con el ministro Iceta e incluso del propio presidente Pedro Sánchez.

Mas, así las cosas, surge dentro de ese panorama una nube de incertidumbre que ensombrece las decisiones que a partir de ahora tendrá que tomar el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, consciente, supongo, de todo lo que le envuelve como garante del cumplimiento de la legalidad constitucional de la que se deriva finalmente su gran responsabilidad histórica ante una situación tan compleja por cuanto ya es sabido que la aspiración de los miembros de la partida conduce hacia un órdago por la independencia (“que volverán a intentarlo por todos los medios”), pasándole por la cara los compromisos adquiridos con aquellos que le auparon en la investidura tras la demolición de Rajoy y del propio Partido Popular. Puede ser una factura que tendría que pagar Pedro Sánchez, además, con intereses de demora. Ese es el “quid” de la cuestión y más si aparece, como responsable políticamente subsidiario de cualquier acuerdo envilecido del que será nuevo Gobierno y Parlamento no acomodado a las normas contempladas en la Carta Magna o como consecuencia de cualquier alteración de la convivencia institucional y social. Por eso no van a ser pocos los equilibrios que habremos de ver del de la Moncloa en la cuerda floja de la legalidad constitucional o su vulneración. De ahí la situación tan complicada que ha dejado este tsunami político en la Comunidad catalana, que deberá bandear el presidente y que no se si sé la esperaba pero quien en todo caso tiene en sus manos ahora la patata caliente de una profunda crisis de incierta y compleja solución.

Mas una cosa es lo que pase allí y otra en lo que pueda afectar a la unidad de España. Para eso –creo yo- y según están las cosas, tanto la Fiscalía General del Estado nada menos –aunque tan cuestionada- como el Tribunal Constitucional o incluso el Supremo, si algún incidente derivase hacia derroteros punibles, permanecerán sumarísimamente vigilantes a cada paso del Gobierno o del Parlamento por si en algún momento pudiera caerse en la tentación de pretender hacer contraprestaciones al separatismo que pudieran vulnerar la legalidad constitucional. Tales Instituciones del Estado disponen de los suficientes instrumentos legales –o coercitivos si fuera el caso para velar por la legalidad amenazada, primero frenando o disuadiendo el hipotético envite o atajando la posible desobediencia con la contundencia y el rigor que exige la garantía de convivencia nacional dentro del marco constitucional que nadie tiene derecho a conculcar.

Hombre, cada uno se supone que sabe dónde está y cuál es el camino –que no el atajo- de la legalidad vigente y las líneas constitucionales que no se deben cruzar sino con el riesgo de ahogarse en una corriente de despropósitos que conduzcan a situaciones indeseables y complejas en que no se sabe a ciencia cierta si está amaneciendo una mañana luminosa o es el ocaso hacia una noche sobresaltada por un insomnio turbulento.

De lo que no cabe duda es de que con la decisión de ese 50% de catalanes que votaron (la otra mitad no ha dicho nada) se ha construido un complicado panorama que no va a ser fácil despejar ni su incertidumbre ni quizá algunas pasiones difícilmente encauzables hacia un funcionamiento de concordia democrática. Sin embargo también cabría pensar, no obstante, en el sentido común de los participantes en la partida para ordenar el juego político sin sobresaltos apasionados y sin “faroles” por buenas cartas que se tengan. Solo así, habrá paz.