La normal apariencia de D. Ramón Tamames. Sobre cuernos, rabos y otras cosas

Dicen que los turrones, mazapanes y otros dulces propios de la Navidad, saben mejor cuando se consumen fuera de su tiempo. De ser esto así, espero que estas líneas sean leídas con mayor atención, lejos ya del atracón informativo de la Moción de Censura protagonizada recientemente por don Ramón Tamames.

A principios de la llamada Transición, andaba un servidor por Madrid. Y casualmente, me enteré de que en la tarde de aquél día se iba a celebrar un mitin en la Plaza Mayor de esta ciudad. Lo habían organizado comunistas españoles. No cabía duda de que la cosa prometía por ser algo, a todas luces, novedoso.

Aun se pensaba que los comunistas tenían cuernos y rabo, como Satanás. Y el acto, aunque ya legal, rozaba lo tabú. Uno, que siempre ha sido, además de curioso, un poco zumbón, quiso aprovechar la ocasión para comprobar si eran ciertas o no tales habladurías. No obstante, ya tenía, como se verá después, algunos antecedentes al respecto.

Acudimos mucha gente. Tanta que llenamos el amplio espacio de la monumental plaza. Reinaba un buen ambiente y al mismo tiempo que se esperaba el comienzo del acto, sobrevolaba nuestras cabezas una avioneta que arrastraba una gran pancarta con publicidad de La Unión de Centro Democrático.

Al paso del aparato, algunas personas silbaban y la mayoría permanecíamos indiferentes. En un tablado levantado en el lateral frontal a donde me encontraba, esperaban para intervenir media docena de oradores a los que veía de lejos. Eran don Ramón Tamames, doña Cristina Almeida y otras personas cuyos nombres no recuerdo.

Dio comienzo el mitin y se fueron sucediendo los intervinientes. La atención del público era grande pero, de vez en cuando, se veía interrumpida por la dichosa avioneta que, como mosca traviesa, no dejaba de enredar. Era entonces cuando arreciaban los silbidos a los que se sumaban también, abundantes abucheos.

Finalizado el mitin y cuando el eco de los últimos aplausos se hubo extinguido, se nos invitó a una verbena en lugar cercano El público se fue dispersando con orden por las distintas puertas de la plaza y por mi parte, me sentí voluntariamente arrastrado hacia el Arco de Cuchilleros en dirección a la calle del mismo nombre.

En ella y a la izquierda, entramos en un gran patio habilitado para la ocasión. Cuando llegué ya bailaban animadamente varias parejas al ritmo de piezas de moda. Era el momento de la diversión y no de la política.

Me dirigí al ambigú y mientras tomaba un refresco, contemplaba el ambiente de aquella fiesta, muy parecido a otra en la que no hacía mucho había conocido en Lisboa. En esta ocasión disfrutábamos mi esposa y yo del Permiso Anual Reglamentario, como se conocía entonces a las vacaciones en El Cuerpo de Telégrafos donde prestaba mis servicios.

Se celebraba ésta en una plaza pública junto a una sede del partico comunista portugués y aun estaban latentes los ecos de la Revolución de los Claveles. La gente que pasaba por allí echaba un baile y nosotros también lo hicimos.

Aquellos comunistas portugueses nos parecieron, a priori, muy ‘majos’, como decimos en Segovia. E Idéntica opinión me parecieron los de Madrid y desde luego, en ningún caso pude advertir cuernos y rabo en aquellas gentes que pugnaban por irrumpir en la vida política que se avecinaba. Venía la pluralidad en detrimento del pensamiento único; venía la libertad…

La esperanza de que por la verbena madrileña apareciera don Ramón Tamames y compañía se fue desvaneciendo a medida que pasaba el tiempo. Le hubiera saludado y porqué no, le hubiera comentado lo de los cuernos y el rabo. Seguro que se hubiera reído. Pero no hubo oportunidad.

Acabé mi consumición y abandoné el lugar hacia donde tenía estacionado mi modesto ‘buga’. Fue entonces cuando me vino a la memoria un párrafo recuperado para mi libro ‘Pedraza’ debido al historiador romano Tácito. Hacía referencia a que “el tiempo del emperador Trajano (1) era de una rara felicidad porque se podía pensar lo que se quisiera y decir luego lo que se pensaba” .

Podría emparejarse con aquella otra atribuida a Churchil, según unos y Voltaire, según otros, de que “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defendería con mi vida su derecho a decirlo”.

¡Qué bien, íbamos a tener libertad de expresión, gracias a conservadores, liberales, comunistas, socialistas y quien sabe cuántos otros etcéteras! Y no solo eso, sino que, todos a una, iban a mejorar el modo de vida de los españoles. ¡Qué ilusión!

No hubo que esperar mucho tiempo para ver cómo el cielo de la nueva democracia se iba a cubrir con grandes nubarrones. Una abstracción en los mismos daría lugar a mis primeras decepciones que vinieron con la precipitada creación de las autonomías. El llamado ‘café para todos’ cocinado de prisa y corriendo y sin margen para la reflexión.

Como sobre esta chapuza y en especial sobre la flagrante almoneda de Castilla hay excelente bibliografía, no voy a abundar en ello. Tampoco sobre la forzada incorporación de Segovia al ficticio ente de Castilla y León, convertido, como Castilla-La Mancha, en mero ente administrativo.

Cuatro décadas después, puede observarse que se han perpetuado clamorosas contradicciones de las que he seleccionado cuatro, a modo de divertimento: La primera es la celebración de una derrota en Villalar de los Comuneros. Este gran jolgorio parece deberse a la victoria de mi tocayo Carlos V por conservar sus privilegios contra los que pretendían oponerse defendiendo la ley Perpetua.

No solo éstos fueron vencidos con las armas, sino que además pagaron con las cabezas de Padilla, Bravo y Maldonado, allí mismo ‘ajusticiados’. No es pues, Villalar lugar propio para jolgorios, sino más bien para responsos y funerales.

Curiosamente esta ley Perpetua sería tenida en cuenta, años después, para la redacción de las constituciones de Inglaterra y de Los Estados Unidos.

Otro asunto que se ha tratado de paliar con el silencio es el de los patronazgos de Castilla, León, La Mancha, Toledo… Solo la Iglesia Católica celebra el 12 de noviembre la festividad de San Millán, patrón tradicional de Castilla, que, junto con Santiago, fue patrón también de España durante algún tiempo.

Tampoco en la Castilla añadida a La Mancha se celebra San Millán, como patrón. Allí celebran San Ildefonso, patrón de Toledo, el 23 de enero, en tanto que en León se venera a San Isidoro, el 26 de abril. San Millán tiene en Segovia su iglesia más importante, después de la Catedral.

Mencionar la soga en la casa del ahorcado parece ser diversión recurrente y masoquista en Segovia. Esto ocurre con las celebraciones en honor de la reina Isabel la Católica; celebraciones que no hubieran entendido aquellas mujeres que abofetearon a sus hijos para que no olvidaran nunca jamás los agravios que esta reina había causado a la ciudad de Segovia.

Podía seguir, pero creo que con estos ejemplos basta. Y en cuanto a si hoy tenemos o no más libertad que en los tiempos de Trajano, dejo la respuesta a la sagacidad de los lectores de este diario.


(1) Según algunos historiadores Trajano nació en Orejana, pequeña demarcación de la Comunidad de Villa y Tierra de Pedraza.