
El pasado viernes, incluso el calor puso de su parte para hechizar con magia oriental el patio de Andrés Laguna transformándolo en algún jardín de recreo andalusí gracias a las evocaciones de Héctor Urién. Este actor-narrador escénico -como él mismo se define- lleva explorando ‘Las mil y una noches’ desde 2012 lo que le ha permitido tener una fuente inagotable de materiales, porque además de contar los cuentos allí recogidos, viaja a través de ellos a otras historias, versiones, contextos, chascarrillos e incluso anécdotas de sus propias actuaciones al narrar el gran clásico de la tradición oral. Y eso es precisamente lo que hizo en Segovia donde fue perfilando distintas voces narrativas: el cronista erudito para las explicaciones históricas, filológicas o sociales; el rústico para algunos de los cuentos, pero, sobre todo, el predominante gracioso rescatado del Siglo de Oro y de otras tradiciones teatrales como la Commedia dell’Arte. Y es que la formación y técnicas teatrales de Urién están muy presentes y, además, su amor por este arte se evidenció en el cuento sobre la búsqueda de la princesa omeya Walläda del significado de la palabra ‘teatro’. ¿Pero cómo llegó hasta el teatro y Walläda? Pues a través de un largo periplo con un sinfín de recovecos donde se escondían cuentos y alusiones sin desarrollar para estimular la curiosidad del público. El viaje que tenía como idea aglutinadora el concepto, tema o motivo de ‘la búsqueda’ (uno de los cuatro ciclos de historias según Borges) comenzó en China con un cuento sobre un singular pintor, después presentó a Nasrudín, el prototipo de gracioso ingenioso dado a los problemas y a salir de ellos airosamente de ‘Las mil y una noches‘; de ahí a las leyendas sobre la invasión musulmana de la península ibérica y la creación del califato independiente omeya. Todo esto trufado con anécdotas, citas y reflexiones que mostraban el trabajo y la erudición del narrador sobre el arte de contar historias. Pero eso sí, cerró con otro cuento de su ‘alter ego’ Nasrudín.
Héctor Urién ha encontrado con los años un estilo personal, tanto en los materiales como en la forma de contar gracias a ‘Las mil y una noches’ que le ha permitido explorar nuevas posibilidades, experimentar y enriquecerse con las vivencias que ha tenido al contar aquí y allí sobre el mundo oriental. Esta influencia está muy presente en la estructura de la contada donde se utiliza la técnica de la caja china por la que dentro de un cuento aparece otro y que, en ocasiones, Urién no decide acabar para provocar el encuentro del público con los textos. La otra gran influencia es el teatro que está muy presente en la forma de canalizar la energía que despliega, en los gestos, movimientos, tonos y prosodias que le permiten desplegar las voces de distintos narradores y personajes de manera natural.
También está muy presente su gusto por la colaboración en la actuación de los que escuchan a través de preguntas (a veces demasiadas para cierto sector de escuchadores de la narración oral) pero que el viernes dieron confianza a un público cómplice que no dudó en intervenir cuando así se le requería e incluso cuando no se pedía.
Con este espectáculo sobre la búsqueda, Héctor Urién sigue dibujando un círculo más en torno a ‘Las mil y una noches’ ese gran compendio de la tradición oral al que se acercó buscando materiales y encontró un modo de ser narrador. ¿Será por eso que le gusta tanto la serendipia? Lo que está claro es que hay clásicos a los que uno se acerca sin saber qué busca y en los que acaba encontrándose y quizás este espectáculo sea un homenaje a ese proceso; un espectáculo todavía en construcción pero que va cogiendo solidez a falta de limar pequeños detalles de engranaje.
Mientras tanto, llega la última noche del XXII Festival de Narradores Orales despidiéndose hasta el próximo año con un habitual de Segovia: Guti, gran conocedor de la más pura tradición oral, y musical, castellana.