Igual que Conde Pumpido ha pulverizado la estructura jurídica haciendo del Tribunal Constitucional un tribunal de casación del Supremo, la señora Begoña Gómez ha pulverizado la estructura de la Universidad Complutense desacreditándola, desprestigiándola y como a ellos les gusta decir, enfangándola.
Y es que para algunos ya vale todo. No obstante, somos muchos los que entendemos que el Tribunal Supremo se llama así porque no hay nada por encima, y que es el órgano máximo. Siempre entendí que las sentencias del Supremo eran incuestionables… hasta que llegó Conde Pumpido. Y también entendí que en la universidad se procuraba potenciar el prestigio intelectual… hasta que llegó Begoña Gómez.
Por eso, la mayoría de los profesores de la Universidad Complutense están indignados por las irregularidades cometidas por Begoña Gómez y por el hecho de que una persona cuyo curriculum vitae solo contiene el bachiller, pueda dirigir una cátedra. Los profesores saben los sacrificios que hay que hacer y el tiempo que hay que dedicar al estudio para ser dignos de una cátedra.
Primero hay que tener una licenciatura, algo que da vergüenza recordar por su absoluta obviedad. Después es necesario hacer investigaciones, escribir libros, leer mucho, y en definitiva ser respetado; además, hay que considerar lo que se conoce por “sentar cátedra”, es decir, pronunciarse docta y concluyentemente sobre la materia sobre la que se asienta dicha cátedra. Pero había que buscar una excepción para la esposa del presidente del gobierno, y rebuscando encontraron la fórmula para entrar por la puerta de atrás.
La ambiciosa Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, pretendía dirigir una cátedra en la universidad Complutense, y para ello no se anduvo con chiquitas y decidió citar personalmente en La Moncloa al propio rector, Joaquín Goyache, en julio de 2020 (en plena pandemia); el objetivo era “proponerle” su oferta concreta, que no era otra que conseguir la anhelada cátedra sin ninguna titulación ni vergüenza. Se necesita cara dura. Pero finalmente la mujer del presidente del Gobierno se convertiría en una excepción, porque todos los directores de cátedras son licenciados y la mayoría también doctores.
Solo unos meses después de la cita con el rector en La Moncloa, se firmó el correspondiente convenio de creación de la cátedra, nombrando a Begoña Gómez directora. Y todo ello pese a no tener ninguna licenciatura, retorciendo así el propio reglamento de la universidad y buscando para la Sra. Gómez una excepción, pues la universidad Complutense obliga a que los directores de estas cátedras sean profesores o personal de administración con vinculación permanente a dicha Universidad.
El mismo mes que la Sra. Gómez citaba al rector en La Moncloa, escribía las cartas de recomendación para que el Sr. Barrabés, -el gran impulsor de la cátedra en cuestión-, se llevara presuntamente más de diez millones de euros a través de contratos con la entidad pública Red.es. Contratos que ahora investiga la Fiscalía Europea y en los que la Sra. Gómez está enredada por presunto delito de tráfico de influencias y corrupción en los negocios.
“Corruptio optimatis maxima”: la corrupción de los más importantes es fatal.