
Cuando se observa la celebración de la fiesta de un santo, dirigida por asociaciones sociales, viendo sus gestos, liturgias y formas de celebrarla, uno se pregunta si son paganas o son cristianas.
Las fiestas cristianas, conmemorativas de los santos, tienen como finalidad recordarles como modelo de identificación con el fin de imitarles en la vida con las obras, con la fe, con una formación cristiana continua y con la celebración litúrgica.
Sin embargo, las celebraciones de fiestas de santos cristianos, gestionadas por asociaciones y grupos sociales, apenas se parecen a una celebración cristiana pues carecen de lo elemental: desear ser como el santo y honrarle con una liturgia sobria. El folclore, el ropaje, las vestimentas, las comidas… no reflejan la sobriedad evangélica e indican que no son fiestas cristianas aunque en su procesión porten una imagen. Algunos incluso promueven su celebración en día distinto a su efemérides religiosa por razones de banquetes, contratación de músicos o de vacaciones.
Si se preguntase a muchos de los que celebran la fiesta de santa Águeda, pocos sabrían definir o describir la fisonomía de esta santa. Recordemos su vida: Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir cristiana del siglo III. Su festividad se celebra el 5 de febrero. En tiempos de persecuciones contra los cristianos, decretadas por el emperador Decio, el procónsul de Sicilia, Quintianus, rechazado en sus avances por la joven Águeda, que ya había ofrecido su virginidad a Jesucristo, en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar (un prostíbulo), donde milagrosamente Águeda conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los senos.
Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo y revolcada en la ciudad de Catania, Sicilia. Además, se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando gracias a Dios.
Se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. Es la patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.
Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También sosteniendo ella misma unas tenazas en la mano y un ángel con sus pechos en una bandeja o ella misma portando un plato con sus senos cortados.
A menudo se la representa como protectora contra el fuego, con lo que lleva una antorcha en llamas, o una vela, símbolo del poder contra el fuego. Pueden estar presentes también un cuerno de unicornio, símbolo de la virginidad o con la palma del martirio.
Es una de las fiestas más populares, muy conocida a distintos niveles, especialmente por la participación de las mujeres en la mayoría de ellas. En Zamarramala, por ejemplo, sus orígenes están relacionados con la conq uista del Alcázar de Segovia que supuso una serie de privilegios para este pueblo y sus mujeres, a las que se concedió el privilegio de mandar una vez al año. Desde entonces se ha celebrado tradicionalmente esta fiesta que se inicia con la cesión del bastón de mando del ayuntamiento a las mujeres, que dedican el día a diversas celebraciones mientras encargan todas las actividades domésticas a sus maridos.
Durante las últimas décadas, los analistas de las tradiciones nos dicen que está apareciendo un modelo nuevo de sincretismo: ahora son las asociaciones laicas y los ayuntamientos quienes dirigen las tradiciones religiosas. Este horizonte, similar al que potenció la tendencia franquista terminará en un fracaso y al igual que ocurrió con las fiestas de moros y cristianos que, habiendo sido religiosas terminaron siendo un espectáculo turístico. La Iglesia ira creando otras formas celebrativas distintas a las sincretistas. Y es que el cristianismo no ha nacido para hacer turismo.
Después de este recordatorio, se puede llegar a la conclusión de que cuando la razón de la fiesta de un santo cambia de sentido o se saca de su lugar propio, es decir, de la comunidad cristiana o de la Iglesia, tiene sus días contados.
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(*) Profesor emérito