JAVIER GÓMEZ DARMENDRAIL
He visto en varios telediarios, -debo confesar que ciertamente sorprendido-, cómo aplauden los del equipo olímpico de opinión sincronizada cuando entra el perdedor de las elecciones en las reuniones de su partido; y también en el Congreso de los Diputados cuando se sale por peteneras y no contesta a lo que le preguntan en las sesiones de control. Aplauden en lo que parece una clara competición, olvidando algunos “problemillas” al parecer sin importancia si nos atenemos a sus caras de felicidad. En todo caso, en ese campeonato de aplausos al jefe, el aplausómetro sin duda otorgaría el título de campeona mundial a la Sra. Montero. No tiene rival. Lástima que en las olimpíadas no exista esta competición porque conseguiría la medalla de oro de manera indiscutible.
No obstante, y aplausos aparte, entre los problemillas no está de más recordar que el PSOE de Pedro Sánchez perdió las elecciones, su socio “Sumar restando” está en clara descomposición, el lío de Cataluña cada día más aburrido y esperpéntico, la extravagante dimisión de una señora que deja Sumar pero no el coche oficial, Puigdemont amenazando con apoyar una moción de censura del PP si no le hacen presidente, el acuerdo de los independentistas para impedir que el PSOE se haga con la presidencia de la mesa del parlamento catalán, la desobediencia al Tribunal Constitucional dejando votar a los prófugos, la multitud de problemas judiciales en el entorno del PSOE y del propio Sánchez (de los que sus socios no han pedido ninguna explicación), la pérdida de votaciones con la consiguiente imposibilidad de sacar leyes adelante, un presidente que amenaza con la censura a los medios en vez de dar explicaciones, la crisis de la masiva inmigración ilegal, gobernar sin presupuesto, la vergonzosa connivencia del gobierno español con el régimen de Maduro, el polémico acuerdo del PSC con ERC que cada vez tiene más resistencia, un presidente que no solo se niega a responder ante el juez sino que se querella contra él…
La realidad es que ya no hay ningún tipo de gestión por parte de este Gobierno y todo se reduce a la demagogia más inaceptable e infantiloide. Con semejante panorama y con un Gobierno dividido incapaz de aprobar leyes, no sé a que espera Sánchez para dar fin a esta inútil legislatura donde se habla de todo menos de los problemas e inquietudes de los españoles, y donde él mismo ha conseguido que la corrupción sea la estrella incluso en la prensa internacional. Yo comprendo que no quieran dejar el poder, pero hay momentos que no hay otra salida, y cuanto más tarde sin duda será peor. Claro que no sabemos hasta dónde puede llegar este presidente sin escrúpulos, porque de un personaje que en vez de rendir cuentas a los españoles pretenda que los españoles le rindan pleitesía, se puede esperar cualquier cosa.
Y en cuanto a eso que algunos llaman el disparate catalán, tenemos la suerte de que Sánchez, ese ilustre y esclarecido líder, nos haya avisado que el procés está muerto y que los socialistas lo han matado con su política de reconciliación. Aunque eso tranquiliza más bien poco porque ya vamos viendo cómo funciona su política de reconciliación con los que no solo no quieren reconciliarse con España sino que quieren separarse de ella.
De momento parece que la cosa no va bien. Junts les ha tirado dos leyes, pero como es natural la culpa es del PP porque para la señora Montero no puede ser de otra manera. Y es que el PP es su segundo comodín cuando no pueden echar la culpa a Franco.
Lo que a mi juicio debería hacer Sánchez es continuar con su afición a escribir cartas. Además le ha cogido gusto. Bien es cierto que la primera fue ciertamente lacrimógena y patética, aunque lo más divertido fue cuando se dirigió a Zarzuela para comunicar al Rey que continuaba al frente de la Presidencia del Gobierno a pesar de que nadie le había pedido que lo dejara. Imagino que al Monarca le entraría la risa floja porque probablemente nunca fue convocado para una reunión de carácter melodramático, pero sobre todo cómica y propia de una persona histriónica.
Más tarde escribió una segunda carta que difundió a través de las redes sociales para explicar su versión sobre la imputación de su esposa y comunicarnos que todo era fango y de paso afirmar que parte de la prensa libre eran simplemente unos tabloides digitales nacidos para propagar bulos. Pero la cruda realidad, como ha señalado Feijóo, es que “ningún primer ministro europeo ni ningún presidente español seguiría en el cargo con un Gobierno paralizado por la corrupción, por la debilidad parlamentaria y por la falta de iniciativa”.
De todas formas, como la historia lo recordará como el político más lesivo que ha habido nunca para los intereses de España, ya solo nos queda esperar la tercera carta. Y ésta sí que puede ser motivo de alegría y de regocijo interior como dice un buen amigo.