
Amena fue la charla con una profesora y maestra de largo recorrido profesional en diferentes niveles educativos y consultora en temas de educación en diferentes foros nacionales. En esa charla me comentó, además, sus razonadas dudas respecto a la ley Celaá. Todo esto aderezado con anécdotas y respuestas ocurrentes de examen a las preguntas planteadas en los exámenes de sus alumnos. Algunas de ellas muy escogidas dejan claro irónicamente como estamos:
Leyendo exámenes esta profesora se dió cuenta de que el alumno/a en cuestión había copiado. Pero le falló la vista, porque ante la pregunta de cómo se llama el conjunto de poesía popular recitada por los juglares, donde debería haber escrito El Mester de Juglaría (quizá los nervios traicionaron) escribió el Western de Juglaría. Con un par. Se podría entender acaso como un acercamiento cultural transoceánico si bien sigue fallando la concordancia en siglos.
Donde debería haber escrito El Mester de Juglaría escribió el Western de Juglaría
Esclarecedor de la influencia que tienen los medios de comunicación y sus líderes de opinión es – ante la pregunta de cuál era la obra más importante del Infante Don Juan Manuel – la respuesta fue que el conde Lukamorl (directamente emparentado con Chiquito de la Calzada). Y así unas cuantas más.
Dejando lo jocoso aparte, la controversia está en la calle. Forma elegante de decir que ya estamos cabreados los que tenemos hijos y nietos de ver tantas leyes de Educación nuevas. Y es que gobierno nuevo, ley de educación nueva. Parece que son 7 diferentes leyes de educación desde que comenzó la democracia. Como si son una más o una menos. Y no se sabe qué es peor si la calidad de las leyes, los resultados que se aprecian, o el propio hecho de estar cambiando cada dos por tres los contenidos y el enfoque de la educación.
Y por supuesto, cada vez que sale una nueva ley se produce revanchismo respecto a la anterior ley y se ventea bien en ruedas de prensa con la promesa de que “ésta es la buena” y será el comienzo del fin del fatal oscurantismo en que cayeron los alumnos producto de la ley anterior.
Sería de esperar, no obstante, que siempre que se repasa o se revisita una cosa lo normal es que algo mejore (un examen, una canción, la redacción de un artículo periodístico, etc). Pues debería ser lo mismo con la educación en este país. Deberíamos tener un sistema envidiado y copiado por países del entorno después de tanto cambio y tanto experto metiendo mano. Y qué decir de los titulados de nuestro país a cualquier nivel. Deberían estar obteniendo premios y distinciones a nivel internacional todos los días fruto de un gran comienzo ya en la educación más básica. Además, como estos planes de educación son a su vez adaptados a una realidad regional que quita y pone lo que le parece oportuno pues se pueden Vds imaginar. Debemos estar en el mejor de los mundos posibles.
Deberíamos tener un sistema envidiado y copiado
La pregunta es porque cada uno que llega se siente tan obligado cambiar lo anterior. Ya sabemos que existe esa ambición de que si se controla la educación de los chavales acaso se les puedan pastorear las mentes a lo largo de toda una vida. Y ejemplos hay de que al menos parcialmente así es. Es la traslación de la frase de Ross Wallace: La mano que mece la cuna…
Pero ha llegado un punto en que los ciudadanos no deberíamos permitir esta situación. Al final, pagan nuestros hijos y pagamos también sus padres ya que los estudios al final no les dan preparación académica suficiente en un mundo de exigencias y hay que complementar estudios con ‘post’ de todo tipo. Creo que después de todos estos años ya toca que los expertos se hagan cargo de la educación y vayan dando salida a los políticos para que la educación sea despolitizada para poder ser estabilizada a lo largo de los años.
Y efectivamente que sean expertos, o que copien modelos de éxito, pero que no haya políticos por medio. Es materia que no debe estar en sus manos o bajo su criterio. Del mismo modo que la sanidad, y máxime en estos tiempos, debería descansar en mayor medida en los expertos, y no en los políticos de turno los cuales opinan hasta del número adecuado de personas alrededor de una mesa. Y del mismo modo que las cajas de ahorro tampoco deberían haber estado en sus manos. Creo que no hace falta recordar nada a este respecto. Menos mal que nuestro país no está metido en la cuestión de viajes espaciales. No quiero ni imaginar al ministro del ramo (el nuevo) cambiando la ruta del cohete que si va para Mercurio, que no, que mejor ahora “que tire para Urano…”.
Por si caben dudas de los resultados de la cosecha, y como casi todo es mensurable, no sería mala cosa echar un vistazo a los indicadores que tenemos a mano para ver como andamos y como comparamos. Y para ello, echar un vistazo al informe Pisa para las edades tempranas y al número de Premios Nobel para las edades más maduras.
El último Informe Pisa deja claro que están apareciendo los peores resultados en ciencias desde que arrancó el test en el año 2000 y en general no se detecta ninguna mejora en ninguno de los aspectos que se registran. Y de media aparecemos en posiciones alrededor del puesto 30 mundial. Nos adelantan muchos países que se toman la educación, por lo que se ve, muy en serio para asegurarse un montón de cosas en el futuro.
Y en premios Nobel, como máximo reconocimiento del saber, tampoco nos luce el pelo y eso que en los Premios Nobel se tocan todas las áreas, es decir que no se trata de la consabida falta de inversión en I+D+i. Por supuesto, Estados Unidos brilla con más de 300 premiados a lo largo de la historia, pero le andan a la zaga el Reino Unido con 125 premiados, Alemania con 105, Francia con 61. España aparece en una posición 23 con 8 premios. Por delante, muchos países con menor población y vida difícil en su corta historia, como Israel.
Pasará la pandemia, aunque parezca mentira, y tendremos el frente de la educación abierto. Tener enseñanza de gran calidad será todavía más importante con los cambios que se han incorporado en las sociedades.