El (poco) disputado voto Boomer

Probablemente, será la perspectiva del tiempo la que nos de la razón a todos aquellos que pensamos que, l@s del Baby Boom, tenemos mucho que ver con la generación de nuestros padres. Comparados con los siguientes intervalos generacionales (X, Milenials y Z´s) que, en función de los valores y algunos trazos generales, podrían pasar a definirse como las primeras generaciones globales. La nuestra no y menos aún, la de nuestros padres.

Son muchas las afinidades culturales entre ambas generaciones que, en ocasiones, no sólo difuminan la línea generacional, además, imprimen cierta uniformidad de criterios y un peculiar carácter ‘made in spain’, con sencillos paralelismos como el haber crecido en las calles y jugado a ‘los mismos juegos’ o que, durante algún tiempo, nuestra educación, como la de ellos, estuviese condicionada por una segregación de género, que no supuso trauma alguno, más allá, de la anécdota de que, para los chicos, ese alejamiento alimentaba “el mayor de los misterios” de nuestro universo y que no era otro que ‘las propias boomers’, nuestras compañeras de viaje, para quienes nosotros, seguramente, seríamos bastante simples y ‘predecibles’, como ya lo veníamos siendo para nuestra madres.

Nuestra generación compartió con nuestros padres, el protagonismo de algún episodio de la historia contemporánea. Se llegó a dar la circunstancia de que, ambas -la mía en su mayoría-, votaron de la mano, por primera vez en democracia y también, juntos, tuvimos que aprender lo que eso significaba.

Aquellas primeras jornadas electorales quedarían grabadas en el subconsciente social y doblemente generacional, con una relevancia singular: un derecho cuasi-sagrado o una especie de deber constitucional. Claro, esto último, visto desde la óptica de la responsabilidad, que de eso nuestros padres sabían mucho. De eso y de trabajar.

Además de los clichés adjudicados, me gustaría pensar que, algo, se nos pegó de ellos. También somos currantes o al menos, eso deberían sugerir los años cotizados y por qué no, también los volúmenes de la enciclopedia del bricolaje comprada en fascículos coleccionables.

Pero, volviendo al voto responsable y a una España que va “como una moto”, según unos, pero se mantiene instalada en el farolillo rojo del desempleo europeo, batiendo todos los records de deuda, con una renta per cápita menguante, con una presión fiscal superando a la media europea, con, prácticamente, la jubilación de todo el baby boom en ciernes, con… sin entrar en más detalles ¿qué es lo que nos espera? pues ir al cine o aporrear la play station con nuestros doloridos dedos a ver si amortizamos unos videojuegos, inicialmente comprados con un bono cultural pagado con unos impuestos que, según nos han dicho, siempre han tenido como destino prioritario, la Educación y la Sanidad, que ya empezamos a demandar por la edad que tenemos y sobre todo, por las orejas del lobo que, a veces, asoman alrededor nuestro.

Verán, hace poco, un amigo, en pleno ejercicio de alcoba, con pirueta y tirabuzón incluido, terminó ingresado de urgencia con un problema de corazón. El susto, ya no se lo quitó nadie pero, por parte de toda la cuadrilla, hay que decirle que tiene nuestra total admiración. Y creo que, la de muchos boomers que andan y andamos trotando por las cunetas vestidos de runner, jugando pádel o subiendo en bicicleta al Prado Redondillo, o lo que es peor ¡trabajando! que si lo piensan, no solo se asumen los mismos riesgos, además, se divierte uno bastante menos.

Y todo eso va en contra de nuestra verdadera naturaleza, porque, no lo olviden, l@s boomers somos, en esencia, muy sociables. Somos, ‘el fruto’ de un fenómeno de expectativas entusiastas y de un optimismo generalizado, traducido en altas dosis de efusivo cariño… aunque, tratándose de nuestros progenitores, supongo que todos preferiríamos imaginarlo un poco más pudoroso y recatado. A ver ¿quién no lo ha pensado?

Eso sí, no tanto como ahora estamos pensando, qué hacer este verano. No sabemos si irnos a la playa, no sea que nos ocupen la casa, o al pueblo, o con nuestros hijos y nietos, al Inter Rail, en plan mochilero, pero claro, para todo eso, antes, habrá que ir a votar y hacerlo por correo y no son pocas “las teorías de la conspiración” al respecto. En cualquier caso, nunca tantas, como los boomers que, de nuevo, seremos convocados a las urnas.

Recuerden que, en la gráfica de población, los del Baby Boom ocupamos la parte más ancha de una pirámide vegetativa, con aspecto de rombo vertical. Ojo, que somos aquellos, que torturaban al inolvidable José Luis López Vázquez, al grito de ‘padrino búfalo’. Aquella chiquillería, dinámica y nerviosa, que entraba en tromba por las cocinas y como una instantánea doméstica, dejaba su estela reflejada en los relucientes plafones de formica de unos muebles recién instalados, en un piso recién construido, de uno de los, por aquel entonces, nuevos barrios.. Ya lo saben, con nosotros, mucho cuidado.