El Ministerio de la Existencia

El inolvidable por tantas cosas, muchas buenas, Don Alfonso Guerra dijo aquello que en su momento tenía un algo de enigmático de “el que se mueva no sale en la foto”. Pronunció aquella frase para dejar claro que la disciplina de partido estaba por encima de todo, cosa que a él con el tiempo se le volvió en contra.

La frase ha dado muchas vueltas a lo largo de los años y se ha venido usando de forma diferente. Últimamente parece usarse la frase pero con el sentido contrario: El que se mueve SI sale en la foto. Digo más, hay que moverse si uno quiere salir en la foto.

Y no deja ser irónico que en un momento maduro como vive este país en lo democrático, con tantas instituciones establecidas, tribunales, defensores del pueblo, administraciones locales, autonómicas, nacionales y transnacionales se vea al contribuyente (dícese de ciudadano que se castiga fuerte los lomos trabajando para pagar impuestos entre otras cosas) como desanimado – fatigado diría yo – y va como perdiendo algo de fe en las instituciones, por no tener respuesta a sus propuestas y peticiones ante la evidencia de las asimetrías que se consolidan entre las provincias de España, aunque haya igualdad de derechos “de iure”. Y finalmente se lanza a hacer la guerra por su cuenta, que si hay algo genuinamente español es eso.

En Teruel, allá por 1999, lo tuvieron claro; había que gritar que la provincia existía y ponerla en la foto. Había que conseguir que por allí pasara autovía y tener un tren con más frecuencia y que no descarrilara a menudo, en aras a atraer industria o mantenerla, turismo, lo que fuera. Al principio, notoriedad consiguieron con el movimiento Teruel Existe. Recientemente han conseguido un altavoz de mayor potencia: un diputado en el Congreso y dos senadores lo que se celebró como enorme victoria.

Además de eso, en estos años han trabajado a todos los niveles buscando su nicho de mercado para sus mercaderías y han encontrado su sitio (y marca propia) en diferentes productos agroalimentarios y turísticos con una demanda propia, por su calidad: la trufa, en los vinos de calidad, en el aceite, el melocotón (el de Calanda), jamón y demás.

Y en cuanto al turismo se han llevado a cabo trabajos importantes en lugares como Albarracín que atraen a mucho informado; también Dinópolis, Motorland, estaciones de esquí…

Y ahora van los de Jaén que aparte de aceituneros altivos quieren ser más cosas y han empezado a reclamar también autovías, planes para evitar desmantelamiento industrial, etc. Resulta curioso lo afrentados que se han sentido en la persona de su alcalde por no conseguir el COLCE (Base Logística de Defensa), la que se va a Córdoba y que los de Jaén daban como cosa ganada, es decir, se cabrean pero no lo tenían. En el caso de Segovia encima es que lo teníamos y desde hacía más de 200 años.

Al que escribe le cuesta tener opinión sobre este tema, pero parece que estos levantiscos movimientos no van a parar aquí y no es descartable que la cosa se vaya atomizando y que comarcas olvidadas (de esas de la España Vaciada) o pedanías de no sé donde, decidan pasarse el olvido padecido por el arco pre-románico que atesoran y decidan plantarse a las puertas de algún sitio reclamando lo que dicen que les corresponde, ignorando la rampa natural hacia arriba que comienza en lo municipal y acaba muy arriba.

Se supone que la moderna organización del Estado con la figura estrella de las autonomías venía a servir a la idea de una mejor redistribución de la riqueza del país y una potenciación del hecho local

Por un lado, se supone que es toda una manifestación de libertad y de opinión plural el que los sitios de España reclamen que no se les olvide. Por otro lado, esto se puede convertir en un reino de taifas en donde cada uno vaya lo suyo. Se supone que la moderna organización del Estado con la figura estrella de las autonomías venía a servir a la idea de una mejor redistribución de la riqueza del país y una potenciación del hecho local. Por tanto, a arreglar esos desajustes regionales y provinciales. Pero el suelo se mueve y el español, si a algo es proclive, es a lanzarse al monte, cosa largamente narrada en nuestra literatura e historia. Es ese carácter montaraz hispano que hasta tiene algo de romántico. Destacar, además, que es en estos movimientos donde se ve a todos a una, pueblo y políticos de toda bandera. Ya pasó en la Guerra de la Independencia y en tantos otros momentos. La política municipal, por cercana, es la que mejor sabe congregar y lanzar las voluntades en pos del objetivo.

Eso sí, conseguido el objetivo se vuelve inexorablemente a la rencilla cotidiana.

Federico García Lorca (Don Federico) decía en la Oda al Rey de Harlem: “Jamás sierpe, ni cebra, ni mula, palidecieron al morir”. Y se empieza a ver en territorios que no quieren morir sin que se les escuche y si han de morir que sea pataleando.

Este dilema de Existir o no Existir está abierto y cada territorio habrá de pensar si está bien representado “donde se deciden las cosas” o tendrá que lanzarse a los caminos en pos de una vida mejor.

Una idea podría ser, en estos tiempos de creación de ministerios bienintencionados, la creación de un ministerio de la Existencia que canalice anhelos, olvidos e injusticias. Ahí lo dejo.