El indigente, su perro y… las multas de 10.000 euros

Soy animalero, muy especialmente perrero empedernido, por lo que cualquier medida que se tome para la protección, atención y cuidados de estos seres vivientes que sienten y padecen, como la ley de considerarlos un miembro más en el hogar, tiene mi entusiasta aplauso.

En realidad ya existía la ley que sancionaba el maltrato animal, solo había que, como en tantos otros temas, hacerla cumplir, pero bienvenido este proyecto de “ley animalista”, “Ley de protección, derechos y bienestar de los animales”, que establece y pormenoriza cómo darles buen trato, respeto y protección, y evitar su humillación, maltrato o muerte; que da un paso importante al considerar a los animales de compañía como unos miembros más en el hogar, llegando a considerar, en caso de ruptura, a quién corresponde su custodia, régimen de visitas, etc, porque los animalitos no son objetos, juguetes, ni banales caprichos.

Sin embargo opino que en el art.30, epígrafe “f” que habla de la prohibición de utilizarlos como reclamo o “ejercer mendicidad con ellos”…, habrá que ser muy cautos, no tan drásticos, que se pasan varios pueblos cuando hablan de multas de 500 a 10.000 euros “a los indigentes que pidan en la vía pública con su perro”, único compañero y amigo.

Lo primero y que salta a la vista del menos avisado es que estas duras sanciones son un auténtico brindis al sol, pues por definición el mendigo es insolvente. Persona que carece de medios para alimentarse, vestir y, por supuesto, de vivienda digna y de trabajo para su adquisición. Si bien el anteproyecto de ley prevé que “Se considerarán infracciones leves las conductas que por acción u omisión conllevan la inobservancia de las prohibiciones y obligaciones establecidas en la Ley que no estén tipificadas como graves o muy graves”. Quitarle el perro es dejar sin el mutuo cariño a ambos, perro y dueño; encima de pobre, la soledad.

Aquí se justificaría ese generosamente dotado Ministerio de Igualdad, el de todos/ as/ es, procurando igualar a los indigentes, al menos en el derecho a la compañía de un ser que comparta cariño y vida.

Gracias a Dios pasaron los tiempos de un antaño no tan lejano en que mujeres, mayormente de determinadas etnias, asaltaban al viandante con un niño chico en brazos, que siempre tenían uno de esa edad, generalmente dormido y con aspecto lastimero, pidiendo para biberón, leche o “medecina” para el niño…Se pensaba, y en muchos casos se comprobó, que el niño era el resorte sensiblero para mayor recaudación, es decir, que el niño era utilizado.

Hoy, cuando las Cáritas parroquiales no dan abasto para mitigar la pobreza galopante en el país, hay más ciudadanos que carecen de todo, incluso de compañía, que viven en la calle, sin más posesión, compañía y cariño que su fiel mascota que con él sufre las mismas privaciones, o tal vez menos, porque no son pocos los pobres que reparten generosamente con su can compañero lo que tienen o reciben.

Una cosa es valerse de un animal descuidado y ponerlo como motivo de lastima, y otro tenerlo a su lado como único compañero de vida y penas y fatigas compartidas. He visto casos de mendigos que dan al perro buena parte de la comida que reciben, y desde luego les prodigan cariño y atención; que hablan con su más fiel compañero, amigo y confidente. Los agentes encargados de la desagradable misión de vigilar, y en su caso sancionar, a los mendigos que piden con perro, deberían, al tiempo que ayudan al mendigo, que no todo es sancionar, atender a las necesidades sanitarias y usos obligatorios que tal vez el dueño no le pueda dar. Quitarle el perro sería romper un justo y necesario vínculo de cariño y entrega, ayudar en vez de sancionar. La ley habla de derechos y bienestar animal y el “rescate” no lo querrían ni el perro ni el dueño, que habrá pocos perros mejor tratados y queridos, y no solo de pan vive el hombre, ni su fiel compañero el perro.

Hay perros policía, de auxilio en montaña, guardianes, carea, guías…, éste sería el perro samaritano, que queda a compartir con el mendigo su vida y sus afectos.

Conozco casos en que el perro del mendigo no se cambiaría por alguna de esas mascotas vestidas de lujos humanos, que disfrutan de perruquería, hoteles caninos, partys caninos: luces, globos, disfraces…, que preferirían ser tratados como lo que son, animales, queridos y bien tratados, pero sin lujos humanos, que además de ser insulto a tanto ciudadano pobre, ni entienden ni disfrutan, elegirían atención, cariño y entrega.

Ah, también me choca que se obligue a su esterilización, pues parece exigirse a los perros la castidad que no se promueve en algún pueblo catalán en que se realizan cursillos para que niños de 12 años aprendan a colocarse preservativos y las posturas del Kama Sutra. ¡Vivir para ver! Como hemos susodicho, no solo de pan vive el can, que también tienen derecho a sus escarceos amorosos, y no solo los de exótica raza o campeones de concursos a seleccionar artificialmente; ojo Ministerio de Igualdad, también los más vulgares que saben dar y apreciar cariño y entrega.

Los españoles hoy vivimos con la multa en los talones, multa por sacar el coche, pues volver de un viaje sin “sanción administrativa” y su descuento de euros y puntos es mano taumatúrgica del Santo Cristobalón; fumar un cigarrillo en una terraza; viajar en metro sin la mascarilla que se olvidó al salir de casa; hablar español en una escola española; opinar que Franco hizo mogollón de pantanos, o que el ex juez ministro Marlaska cesó al guardia civil por cumplir con su deber, o que Sánchez nos la lió de una tacada con Argelia y con Marruecos; o no tener puestas las cuatro dosis anti Cóvid; o tener la refrigeración un grado menos de los 27 que D. Pedro determina como norma; por no tener desbrozada la maleza del parterre de la puerta; o… compartir el mendigo con su amigo perro su techo bajo las estrellas, cartones, manta y bocadillo…

Hace escasas fechas (10-8) leía en la sección “Segovia” de “El Adelantado” que “El principal problema en Segovia y otros municipios es el abandono de perros y gatos domésticos, y también comportamientos delictivos de maltrato animal, generalmente con galgos y podencos que son dejados en “zulos” o lugares sin suficiente comida y agua, en condiciones insalubres”. “En ocasiones el abandono se produce cuando los animales ya no son útiles para la caza, el pastoreo u otro tipo de prácticas en que los perros son considerados como objetos o herramientas, más que como seres vivos”. En Paseos por el campo he visto más de un galgo ahorcado…

A éstos sí que había que darles palos, los que ellos dan a los animalitos; los 10.000 euros quedan cortos para estos salvajes egoístas.