El hombre triste que debería salvar la unidad de España

Hasta el último momento de su etapa ministerial, Salvador Illa mantuvo el gesto tristón, serio, la palabra suave, ante las muchas cámaras que la pandemia, furibunda en sus rebrotes, le permitía acaparar. Me alegro de su marcha: estaba abrasado, y espero que su salida del Gobierno signifique también la de su ‘segundo de a bordo’, Fernando Simón, que ya no sirve, en su extremada dosis de incredibilidad lograda error tras error, ni como pararrayos a ministro alguno. Supongo que su sucesora, de quien me hablan bastante bien, lo entenderá, y escenifique que comienza una nueva era —la de las vacunaciones, la de los posibles fármacos, la del orden autonómico, la de los que saben de esto, que no sé si son todos los que aparecen en las teles— está irrumpiendo en nuestras atribuladas vidas.

Figuro entre los creo que muchos que se alegran de la salida de Illa del Gobierno, donde ya solo desconcierto provocaba. Y me alegra también que, si se corresponden con la realidad las encuestas que, ignoro por qué, tan buenos resultados le auguran en las elecciones catalanas, Illa esté allí, jugando un papel importante, confío en que combatiendo los excesos y desafueros secesionistas. Le deseo, en este sentido, todo el éxito del mundo, porque pienso que este personaje, que no me parece del todo digno de confianza pero que concita las esperanzas de bastantes electores, es el último valladar frente a los excesos de un independentismo que ha perdido la aguja de marear, el sentido común y la más mínima percepción de por dónde va la realidad.

Creo que Illa abandona un Gobierno mal avenido —no hay más que escuchar las narraciones de las últimas horas sobre lo que ocurrió y no ocurrió con el aún ministro Escrivá— y nos deja un panorama sanitariamente desolador. Un desastre. Pero es mejor que se haya ido, porque de su atribulada frente ya no podían salir soluciones nuevas ni impulsos positivos: ha aguantado mucho, es la verdad, y eso quema. Pero hasta aquí. Suerte Illa en tu próxima aventura. Ojalá salga mejor que la de hasta ahora. Y me gustaría decir que confío en que Pedro Sánchez sepa que, en efecto, ahora comienza una etapa nueva, la de una posible victoria sobre el Covid, que exigirá hacerlo casi todo bastante mejor que hasta ahora.