El embajador imperial y la Casa de la Moneda

Fue el domingo 12 de marzo, en la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, junto al museo de El Prado. En un esplendido día de primavera anticipada, se celebró la solemne inauguración del monumento sepulcral de Hans Khevenhüller (1538 – 1606), embajador permanente del Sacro Imperio, desde 1572 a 1606. En el grandioso templo, se congregó un nutrido grupo de amigos y familiares del conde Carlos Khevenhüller, descendiente directo del embajador imperial ante la corte de Felipe II. Finalizada la celebración eucarística, siguió el traslado de los restos mortales del embajador a una capilla próxima al presbiterio. En la tumba hay una breve inscripción en latín donde consta la fecha de su fallecimiento: el 8 de mayo de 1606. Sobre la tumba, se alza una bella efigie, restaurada, del embajador en actitud orante, que fue víctima de la violencia infame de las tropas napoleónicas.

Pero, ante todo, debemos aclarar quién era Hans Khevenhüller y qué papel desempeñó en la construcción de Real Ingenio de Segovia, fundado por Felipe II. Por supuesto, hoy día nadie ignora que la Ceca segoviana fue reconstruida, cuyos trabajos comenzaron en el año 2007 y finalizaron en 2011. Han sido muchas las páginas de este periódico que se han dedicado a informar acerca de este gran proyecto. Existe también abundante bibliografía publicada por el historiador numismático Glenn Murray, máximo promotor de la recuperación del Real Ingenio. Así mismo, la web segoviamint.org recoge textos e imágenes de interés histórico y numismático. En estos comentarios, siguiendo publicaciones bien documentadas, nos centramos en uno de los personajes históricos más importantes que participó activamente en el origen de la Ceca segoviana. Este breve relato, constituye una pequeña muestra de la apasionante vida e incansable empeño de aquel embajador imperial al servicio de la Casa de Austria, desde 1572 hasta su muerte. Notable, no sólo por sus obras, sino también por sus elevadas cualidades humanas que, tras más de cuatro siglos, han celebrado tantos amigos y parientes.

Entre los años 1580 y 1590, sucedieron en Europa memorables sucesos que el embajador imperial compartió junto al rey Felipe II. En particular, hay que mencionar la construcción de la Casa de la Moneda. El embajador cuenta en su diario que, hacia otoño de 1584, “le imbió a Segovia a que reconociesse la Casa de la Moneda, que el mismo conde (Khevenhüller) avía dado a Su Magestad el arbitrio y traza para edificarla”. Así pues, el embajador debió animar al emperador a tomar la feliz decisión de construir la Ceca segoviana. Dotada con la tecnología más avanzada de su época. En diversas publicaciones editadas por la asociación de Amigos de la Casa de la Moneda, encontramos una guía detallada para conocer su origen y funcionamiento. Fue edificada a partir de la Ceca que existía en Hall (Tirol). Se trataba de un novedoso ingenio mecánico que utilizaba la energía hidráulica para la acuñación mediante rodillos. Tal procedimiento conseguía más rapidez y precisión en la estampación de las dos caras de las monedas. En 1581, Felipe II, una vez decidido, encomendó al embajador imperial Hans, conseguir autorización del archiduque Fernando II del Tirol para copiar la maquinaria y el proceso operativo necesario. Para lo cual, Hans envió a su ayudante Gregor Gerlin von Halberstein, quien de inmediato recibió el permiso, lo que fue comunicado al rey y al embajador. Y al año siguiente, el mismo archiduque Fernando ordenó la fabricación de la maquinaria que una vez transportada se instalaría en Segovia.

El trasporte del material junto con operarios cualificados que llevaría a cabo el montaje, fue una difícil y arriesgada aventura. Se hizo siguiendo la ruta conocida como “Camino Español”; Valtelina, Como, Milán, Genova, Barcelona. Al mismo tiempo, en Segovia se construía los edificios de la Ceca, cuya arquitectura fue obra de Juan de Herrera. Es fácil imaginar que el transporte requirió muy buena organización y exigió un estudiado despliegue logístico para superar las difíciles condiciones ambientales, por regiones amenazadas por la peste. De hecho, en abril de 1585 murió Gerlin, secretario del embajador Hans y jefe del convoy. Superados los obstáculos del transporte llegó la expedición a Segovia y en julio de 1586 se acuñaron las primeras monedas con gran celebración, siendo uno de los presentes el embajador imperial.

Muchos fueron los servicios de Hans Khevenhüller; siempre leal defensor de la Casa de Austria, aunque, en ocasiones se muestra algo pesaroso por los apuros que encontraba en las gestiones. En particular, se queja de su propia retribución: “las más de las veces las mercedes en España caminan con pies de plomo” (A. Alvar, “El embajador imperial Hans Khevenhüller en España”, 2015). Felipe II, consciente de su lealtad y eficaz servicio, le recompensó con el Toisón de Oro; la distinción más preciada del imperio. También quiso concederle una compensación económica por sus trabajos en la Casa de la Moneda de Segovia. La confianza de Felipe II hacia el embajador Hans fue en aumento, consultándole graves cuestiones de estado y le nombró “presidente de los procuradores de Cortes”.

En 1606, Felipe III traslada la Corte de Valladolid a Madrid. El cambio produjo en Hans un deterioro en su ya delicada salud; se sintió muy cansado y enfermó: “Le sobrevino una gran melancolía, de la cual resultó una ciática que se agravó”. En sus últimas horas “habiéndose confesado y recibido con mucha devoción el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y el de la Extremaunción, con mucha paciencia, resignado en las manos de Dios, aguardaba el cumplimiento de Su divina voluntad” (A. Alvar, 1915). Falleció a la edad de 68 años y más de cuarenta al servicio de la Casa de Austria. El edificio que ocupaba se encuentra en la actual calle de Segovia, en los números 8 y 10.

El vivo recuerdo del embajador imperial ha reunido a amigos y familiares para participar en el solemne traslado de sus restos mortales. La celebración se prolongó varios días. Su figura y servicio ejemplar ha sido recordada en conferencias y visitas a lugares que fueron escenarios de su vida. En particular, la obligada visita al Ingenio de la Casa de la Moneda. Ha sido un breve repaso a una página destacada de nuestra rica historia compartida, gracias a la iniciativa de los descendientes de aquel honrado y eficaz embajador del Sacro Imperio que hace más de cuatro siglos cumplió con su deber.