El Atazir | Malditas gotas

Son estos, días de incertidumbre. Y de insolidaridad. La incertidumbre lo primero: la maldita pandemia lo ha trastocado todo; ya no es solo que el común de los mortales –segmento al que pertenecemos la mayoría: por común y por mortales- sepamos poco o nada de la naturaleza y comportamiento del virus, es que ni siquiera los propios científicos se ponen de acuerdo. Para la OMS la principal vía de contagio son esas microgotas infectadas que se escapan con el habla, con la tos, con el estornudo, y que se absorben por el vecino si este no guarda la distancia o la protección debida. Pues ahora parece que el virus no cae al suelo si nadie del entorno lo respira, sino que puede quedar en suspensión pasados unos minutos, flotando y dispuesto a encontrar una víctima propicia.

Tampoco el calor y la sequedad ambiental han producido los efectos esperados; y aquí sigue el maldito virus, tan campante. Lo que está demostrado es que puesto que hay que aprender a convivir con él y que no trastoque en demasía nuestra calidad de vida, el único remedio es la adopción de medidas de seguridad personal y de prevención colectiva. Y es aquí cuando surge lo de la insolidaridad. Quien haya paseado este lunes por el centro de Segovia habrá observado la cantidad de personas que utiliza mascarillas. Desgraciadamente no se puede deducir la misma afirmación de los paseantes del fin de semana. Puede que me equivoque, pero colijo que quienes recorren las calles en días de diario, segovianos en la más de las veces, entienden mejor la gravedad del problema que los visitantes. No supone ello anatemizar a nadie, ni mucho menos, solo reflejar una impresión. La tasa de prevalencia de la provincia duplica y algo más al del resto de España. Por lo que se ve, los anticuerpos no están reñidos, todo lo contrario, con la solidaridad.

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