El año que vivimos peligrosamente

Hace unos meses pudimos leer en algún medio de comunicación, un artículo de opinión en el que se ofrecía una reflexión sobre el ocio nocturno en la villa cuellarana. La pérdida de buena parte de la actividad nocturna, también, aunque en menor medida, la diurna, es probable que se sostenga en explicaciones parecidas a poblaciones de ámbito similar al nuestro. La posibilidad de comparar aquellos supuestos maravillosos años con el presente, abre la perspectiva desde la que poder encontrar los motivos que han podido llevar, en menos de dos décadas a tan profundo cambio social. Entre ellos, sin duda alguna, se encuentra el económico. La entrada en vigor de la moneda única nos sometió a una situación desconocida para la que no estábamos preparados. El acontecimiento requería un proceso temporal de adaptación mucho menos acelerado. En ese breve periodo de tiempo, en el que se gozaba de una relativa bonanza económica, los sueldos se redondearon al céntimo, mientras los precios sufrían un alza que poco tenía que ver con ese proceso adaptativo. Esa supuesta prosperidad no dejó percibir que estábamos acabando con la gallina de los huevos de oro. El problema derivado es que fue alcanzado a otros sectores económicos; no en vano todos ellos se encuentran relacionados. La pérdida de industria y comercio se fue agudizando, hasta llegar a la crisis del dos mil ocho, sin ser la causa de ésta, sino otras, el que muchos europeos compartiéramos moneda. El lado positivo de la situación económica local, que obviamente transformó el ocio nocturno, es que tenemos un referente sobre el que posicionarnos. Cierto es que la posible influencia sobre comportamientos individuales que conduzcan a actitudes de carácter colectivo o grupal es compleja. Pero no es menos cierto que nuestras calles necesitan la vida que tuvieron en otro momento, Poco más de un a década es la referencia. Tal vez la acción directa de la política o el asociacionismo, puedan favorecer el inicio de un camino distinto, a la vez que complejo. Los tiempos no son iguales, pero sí pueden darnos una nueva oportunidad, si la imaginamos y la creamos.