En el emotivo acto de homenaje a las víctimas del coronavirus de ayer estaba de seguro presente en el ánimo de los asistentes una cifra terrible: el 89,5% de los muertos que ha ocasionado la maldita pandemia en Segovia tenía más de 70 años. La realidad enseña en muchas ocasiones la peor de su cara cuando deparamos en otro dato que no por sospechado deja de ser atroz: un 71,2% de esos fallecidos eran usuarios de residencias de ancianos. Muchos de ellos habían superado épocas duras, la de una España aun no recuperada de las secuelas de una guerra fratricida; nos los imaginamos luchando para sacar adelante una familia, para intentar una vida mejor a los suyos, de los que apenas unos cuantos se habrán podido despedir, ni recibir de ellos el debido agradecimiento. El golpe emocional de la pandemia ha sido enorme. Hemos perdido a parte de una generación clave en el cambio de España. Por ello, chirrían los números que se esconden en los nuevos rebrotes que están surgiendo por toda Castilla y León. Que alrededor del 20% de los últimos contagiados por coronavirus sean jóvenes indica el grado de relajamiento y de inconsciencia que se ha instaurado en algunos sectores de la sociedad. El hecho de ser la mayoría de ellos asintomáticos no exime de que algunos terminen con complicaciones graves o transmitiéndoselo a poblaciones con mayor riesgo. En ocasiones, el mejor homenaje que se les puede ofrecer a nuestros mayores es precisamente procurar que en sus últimos días sea la naturaleza humana la que haga primar sus leyes, sin anticipos no deseados. Ningún botellón; ninguna juerga con los amigos; ninguna despreocupación en el uso de las mascarillas ni de las distancias de seguridad vale la milésima parte de una vida. Esa misma conclusión debe formar parte de los objetivos más precisos de las administraciones públicas ante un otoño en el que el virus que sigue entre nosotros puede unirse a la gripe. “Que la vida se tome la pena de matarme”, escribió el otro Machado, Manuel. Solo la vida. No un maldito virus, y menos por una imprevisión o una negligencia.