
Hace unas semanas se cumplieron diez años de la elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco. Aún recordamos aquella expresión con la que salió al balcón y dijo que habían ido a buscarlo ‘al otro lado del mundo’. Han sido diez años de un pontificado complejo que ha merecido el análisis de politólogos, vaticanistas y teólogos. También de cualquier ciudadano informado. Con independencia de que preguntemos en las proximidades de un evento religioso o deportivo, cualquiera se siente autorizado para decir algo del Papa Francisco, primero porque lo entiende sin traductor y segundo porque ejerce un curioso liderazgo mediático globalista que no deja indiferente.
Esta especialidad puede ayudar a discernir entre dos simplificaciones interpretativas. Por un lado, la ‘Francisco-fobia’ (los anti-Francisco) o conjunto de disposiciones con las que despreciar y minusvalorar un pontificado que no sólo ha sido tachado de populista, peronista o anticapitalista, sino excesivamente condescendiente con las izquierdas. Es habitual que todos aquellos que no vieron con buenos ojos el Concilio Vaticano II, y fueron frenados en sus pretensiones reaccionarias por Juan Pablo II o Benedicto XVI, vean que ha llegado el momento de cuestionar el diálogo de la Iglesia con la modernidad, la secularización y el pluralismo de sociedades abiertas.
También nos encontramos la ‘Francisco-filia’ (los pro-Francisco), disposición para sacralizar los cambios que se han puesto en marcha durante el pontificado, negociar con el progresismo izquierdista y atribuir a fuerzas conspiradoras y conservadoras las resistencias al cambio. Posiciones que emergen claramente cuando se analiza el juicio a la Agenda 2030 o las ideologías políticas convencionales.
Ambos planteamientos son poco rigurosos y están llenos de contradicciones. Los primeros porque son incapaces de ver la continuidad con sus predecesores y la jesuítica formación teológica de Bergoglio. Los segundos, porque están desconcertados cuando Francisco reivindica el dinamismo de una tradición que no hace rebajas en cuestiones morales cuando está en juego la defensa de toda vida y que hace operativa la misericordia en el imperativo de la evangelización. El profesor Borghesi ha señalado que estos desacuerdos nunca habían tenido tanta intensidad como ahora, alimentados por estrategias de polarización inducida o vientos maniqueos, ideológicos y apocalípticos que soplan en Occidente después del 11 de septiembre de 2001. Desacuerdos que muestran la imagen de una iglesia como hospital de campaña, un catolicismo inquieto, menos ensimismado y clerical.
Entre estas posturas se puede buscar el lugar justo como lo han hecho varios obispos españoles, entre los que se encuentra el de Segovia al afirmar que “Francisco es Pedro”. Esto quiere decir que la figura de Francisco es la figura religiosa católica cuya imagen e identidad se encuentra en el evangelio de Jesús. El papa es sucesor de Pedro y solamente se entiende su proceder desde una forma de entender la Iglesia como comunidad evangélica que quiere manifestarse de forma sinodal.
Por ello, el papa no es un jefe de estado ni es un político ni siquiera un líder aunque pueda parecerlo. Solamente desde el servicio y desde la búsqueda de comunión orientada a la evangelización se entiende su figura. Quien lo quiera ver de otra manera no ha entendido lo que es el cristianismo ni la Iglesia. La consideración de su figura puede variar en la consideración de un cristiano protestante o uno ortodoxo. Pero sobre esto existen numerosos tratados escritos que no caben en esta sesión.
Para comprenderlo no cabe otro camino que entender qué es la Iglesia y qué es el cristianismo. El cristianismo utiliza signos religiosos pero está sustentada en la fe a una persona, Cristo, y en su seguimiento. El cristianismo no es una ideología aunque necesite ideas y pensamiento para manifestar su mensaje de salvación de los pobres y pecadores. La Iglesia solo se concebirá en este horizonte de llevar a cabo la misión de dar a conocer quién es Cristo y el dios trinitario.
De Bergoglio a Francisco hay un recorrido esencial. Las consideraciones de las enseñanzas y del pastoreo de Francisco difieren esencialmente de las enseñanzas y pastoreo de Begoglio. Aunque lo segundo pueda servir para entender lo primero, lo primero se sitúa en un horizonte de servicio a la iglesia una santa católica y apostólica.
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(*) Profesor emérito.