Cero absoluto

Un ministro israelí ha definido a Pedro Sánchez con gran precisión como “cero absoluto”. Y es que el mensaje donde comentaba el inicio del ataque de Irán a Israel indignó profundamente al gobierno de Netanyahu y vuelve a tensionar las relaciones de España con Israel.

Sánchez se ha autoproclamado a sí mismo como el defensor del reconocimiento del Estado Palestino y pretende inmiscuirse -como si fuera un líder mundial aceptado en todo el orbe- para arreglar un conflicto que comenzó el año 1947 y que algunos remontan a 1917 cuando el gobierno británico manifestó su apoyo al establecimiento del pueblo judío en la región de Palestina. El problema es que Sánchez a nivel internacional no es nadie. No tiene ningún prestigio, y como la arrogancia suele acompañar a la incompetencia, allá donde va lo torean como se ha podido comprobar en sus recientes viajes. Lo único que hace es enredar y la situación no está para florituras, ni para frivolidades ni para andar jugando a ser amigo de Hamás cuyo objetivo es la destrucción de Israel.

Pero él prefiere estar fuera de España, como si fuera el gran conseguidor, evitando así la obligación que tiene de explicar la inmoralidad que representa el hecho de que mientras los hospitales estaban llenos de gente que se moría en la pandemia, mientras se nos mentía con las cifras de fallecidos y con los inexistentes expertos, mientras en el crematorio había listas de espera, mientras las pistas de hielo estaban llenas de féretros y se cerraba inconstitucionalmente el Congreso, mientras todo eso sucedía, algunos miserables utilizaban el dinero de todos para enriquecerse de una manera injusta, torticera e inmoral.

Tampoco quiere hablar de las reuniones clandestinas del gobierno fuera de España ni del prófugo de la justicia que redacta la ley de amnistía, ni aclara si es un presidente extorsionado por sus socios o si simplemente es que ha asumido sus tesis.

Ni quiere explicar por qué las mentiras ya no tienen consecuencias, o por qué ha desaparecido la responsabilidad política que es, sobre todo, una cuestión de decencia personal. O por qué se está poniendo en cuestión la convivencia entre españoles, hasta tal punto que el propio Rey tuvo que avisar que fuera de la Constitución no hay convivencia.

También es incapaz de explicar la razón por la que legisla constantemente desde el ejecutivo a través de decretos, cuando quien debe legislar es el legislativo y quien debe ejecutar es el ejecutivo. Es bien sencillo de entender y las propias palabras lo definen y lo avalan.

Cada día hay más gente que piensa que Sánchez está buscando una salida y tiene la esperanza de conseguir un cargo de relumbrón internacional, porque como decía Séneca, “Una esperanza reaviva otra esperanza; una ambición, otra ambición”. El problema es que ya le están conociendo y eso no juega a su favor.